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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


martes, 4 de diciembre de 2012

¿TE IRÍAS A LA CAMA CON UN HOMBRE CASADO?

    ."Si los casados no encontrasen mujeres con las que echar una cana al aire harían fila en las puertas de los Juzgados para pedir el divorcio"...
     Wynie Smith y Katty Lloyd quedaron citadas en casa de esta última a la hora del café. Tenían una conversación pendiente sobre la conveniencia o no de enredarse con hombres casados. Casualmente, esa misma tarde Wynie había citado a dos invitadas más: Vicky y Toñi, amigas de la infancia que se encontraban en Madrid pasando unos días de vacaciones. Nada más llegar, ambas se fijaron en el rostro de la anfitriona, aún marcado por las huellas de los besos de Ése, y sus comentarios dieron pie al diálogo que reproduzco a continuación.
Toñi: Qué bien empezaste el año, ¿no? ¡Vaya tela como te han dejado la cara, bonita!
Wynie: Sí. Me he puesto mucha crema, pero las escamas de la piel no desaparecen. Supongo que será cuestión de tiempo, contestó en tono apesadumbrado.
Vicky: Bueno, mujer, ahora no te quejes. Sarna con gusto no pica.
Katty: Si de verdad fuera así no se quejaría. El problema es que el gusto no fue completo y terminó antes de lo que ella hubiera querido.
Toñi: ¡Qué pena! No me digas que, después de dejarte la cara así, se trataba de un mal amante.
Wynie: No, para nada. Más bien al contrario: demasiado bueno.
Vicky: ¿Entonces?
Katty: Está casado, pero parece que nuestra amiga no quiere enterarse. Se mete con él en la cama cada vez que lo ve, y cuando el tipo sale corriendo porque tiene que llegar a casa para cumplir con su mujercita, vienen los pesares y las lamentaciones.
Vicky: ¡Qué horror! Esto es más grave de lo que yo pensaba. ¿Cómo se te ocurre irte con un hombre casado? Yo no podría. ¿Meterme en la cama con un tío que tiene a otra en casa, porque resulta que un día me ha conocido y le gusta mi boca, o mis pechos, o mi culo? De eso nada. Y si todas hiciéramos lo mismo las relaciones serían más sinceras. Si los casados no encontraran mujeres con las que echar una cana al aire harían fila en las puertas de los juzgados para pedir el divorcio.
Katty: Ja, ja! En principio, a todas nos parece mal el hecho de enrollarnos con un hombre casado... Hasta que te toca, ¿verdad, amiga?, preguntó señalando a Wynie con el gesto. Yo acabo de salir de una relación tormentosa con un espécimen de ese tipo, reveló a Toñi y a Vicky. Y no os quiero ni contar las charlas que me daba Wynie, en plan racional, con sus teorías de marisabidilla y su principio indiscutible de que los sentimientos se dominan. Por supuesto, ella jamás se hubiera ido con un hombre casado, hasta que se le presentó, ja, ja!.
Wynie, apesadumbrada: No lo sabía cuando ocurrió, Katty.
Katty: ¿Y qué? Te lo dijo la segunda vez que te vio. Si lo hubieras mandado a casa con su mujer, ahora no estaríamos hablando del asunto.
Wynie: Renunciar al placer es muy difícil, como dice Emi.
Vicky: Yo lo hubiera rechazado nada más enterarme, os lo aseguro. Lo tengo clarísimo y os voy a explicar por qué.
Katty: Ja, ja. ¡Eso decís todas!
Vicky: Lo que me ocurre a mi es que soy muy enamoradiza. Cuando me voy con un hombre es porque, en ese momento, me siento enamorada hasta los tuétanos y pienso que el individuo en cuestión me corresponde. No entiendo lo del sexo por el sexo, tiene que haber algo más. Y claro, un casado va a lo que va. Aunque no me lo hubiera dicho, yo lo habría notado. Esas cosas se notan.
Wynie: ¿Ah, sí? Pues yo debo ser muy tonta, porque no me enteré de nada.
Toñi: No eres la única, la consoló. En cualquier caso, creo que estamos errando el tiro. Las mujeres no debemos ser tan duras ni juzgarnos a nosotras mismas o a nuestras amigas con tanta falta de consideración. El problema no es tuyo, cariño. Es suyo, aseveró al tiempo que pellizcaba con ternura la mejilla de Wynie. No eres tú la que tiene que dar explicaciones, sino él. Es él quien engaña, quien tiene que inventarse excusas para salir de casa o buscar respuestas creíbles cuando le pregunten de dónde viene. Así que no te amargues y disfruta mientras te dure. Y recuerda siempre lo que acabo de decirte. Tú no tienes ningún problema. El problema es suyo.
    Sonó el timbre. La dueña de la casa recibió a otra de sus íntimas, Olivia N. La recién llegada también tenía sus teorías y entró de lleno en la conversación.
     Para no alargar demasiado este texto, dejo para mañana la segunda parte de la larga y jugosa charla femenina. Mientras tanto, espero vuestros comentarios, tanto de hombres como de mujeres. Y, más concretamente, me gustaría recibir muchas respuestas razonadas del sector femenino a la pregunta que titula este diálogo: ¿Te irías a la cama con un hombre casado?

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