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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 9 de diciembre de 2012

EL AMOR, ESA CASUALIDAD

La magia de la primera vez no vuelve a repetirse y se diluye entre las prisas del acontecer diario...
    Mi amiga Emi Abbott suele decir que amar es una casualidad. Y querer, desde su punto de vista, una decisión reflexionada. La chispa del amor, lo que llamamos atracción o química, puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar: un bar, un museo, una reunión de trabajo o un encuentro fortuito en un medio de transporte público... Una sensación de deseo irrefrenable cuya aparición forma parte del misterio de la Naturaleza provoca que dos desconocidos empiecen a besarse como posesos y abandonen lo que tenían pensado hacer para dejarse arrastrar por el fuego de la pasión.
   En muchas ocasiones, los encuentros pasionales se quedan solo en eso... La magia de la primera vez no vuelve a repetirse y se diluye entre las prisas y los aconteceres del quehacer diario... Sucede también que los amantes repiten el encuentro buscando sin éxito el fuego que los unió esa primera vez, y ese fuego no vuelve aparecer porque se había consumido íntegramente... Es lo que le suele ocurrir a Emi: la mayoría de los hombres con los que ha tenido una aventura han pasado por su vida con la fugacidad del rayo que, en un segundo, baja de las alturas para convertirse en cenizas al tocar la tierra... Emi decidió querer una vez en su vida. Con ese hombre, su ya ex marido, estuvo 15 largos años y tuvo dos hijas. El amor se rompió por la erosión de la convivencia y, después de sobreponerse al fracaso, decidió no volver a querer a nadie lo suficiente como para pasar junto a él sus días, sus tardes y sus noches. Después de su marido, solo su amante El Polaco EL DESPERTAR SEXUAL DE EMI ABBOTT la ha incitado a reflexionar sobre la posibilidad de convertir el amor en querer. Sin embargo, lo ha pensado y no lo ha hecho. El amor, según cree, es goce puro, el placer de besarse, tocarse y poseerse sin complicaciones ni compromisos... Un disfrute tan efímero como el propio acto y tan corto como el tiempo que transcurre desde que salta la chispa hasta que los amantes quedan saciados... El querer, sin embargo, es un largo camino de rosas llenas de espinas y ella no quiere volver a pincharse, volver a sufrir...
    Cada mujer y cada hombre tiene su manera peculiar de sentir y vivir la chispa del amor o la odisea del querer. Para muchas personas no existe diferencia porque se creen incapaces de amar sin querer o, dicho de forma más clara, tienden a confundir el sexo con el sentimiento de amar. Es el caso de Katty Lloyd, para quien una relación sexual, en si misma, carece de sentido. “Cuando decido irme a la cama con un hombre necesito que entre nosotros haya algo más que la simple atracción. El sexo por el sexo, descubrir mi intimidad ante alguien que no siente nada especial por mi ni yo por él no me gusta, y las veces que lo he hecho han corroborado mi teoría”. A Katty, al contrario de lo que le ocurre a Emi, le gustaría volver a enamorarse y a querer, que para ella es lo mismo. Pese a sus dos matrimonios fracasados anhela, de hecho, encontrar de nuevo el amor verdadero y auténtico, el hombre junto al que pasar el resto de su vida.
    “A la tercera va la vencida”, le dice Wynie Smith, que se niega en redondo a volver a compartir su vida con nadie distinto a su hijo. “Si un hombre me hace feliz en la cama y además, me resulta interesante como persona, no me importaría mantener con él una relación estable. Por supuesto, la condición indispensable es que cada uno viva en su casa. Bajo el mismo techo, nunca más, reitera”.
   También Olivia N. es recelosa a la hora de volver a convivir con alguien. Recelos lógicos en una mujer de naturaleza enamoradiza... Porque Olivia se enamora y siente que quiere a todos los hombres con los que ha mantenido relaciones sexuales. Claramente, confunde el amor con el sexo porque, para ella, un revolcón en sí mismo carece de sentido. Cuando conoce a un hombre y siente el chispazo cree que se ha enamorado, aunque ese amor se esfume con la misma premura con la que apareció... Así le ocurre habitualmente: para ella, la distancia entre el amor y el desamor es tan corta como el propio juego sexual. Y aún más corta si su compañero de cama no tiene mucha pericia en las artes amatorias. Desde que se divorció, Olivia ha perdido la cuenta de los hombres que han pasado por su vida. Solo tiene claro que de todos ha estado enamorada. Aunque fuera un instante, un beso o un suspiro...
   Os animo, queridos lectores, a dejar vuestros comentarios sobre el amor, el sexo y el querer. ¡Contesto a todos!           

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