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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 16 de diciembre de 2012

EL CUADERNO DE CARNES DE MI ABUELA

   Hoy inauguro el cuaderno que mi abuela dedicó a la carne. Me llegó la semana pasada cuidadosamente envuelto, por correo certificado. Debo confesar que al abrirlo y repasar sus páginas me decepcioné. La mayoría de las recetas que contiene son de animales autóctonos de la tierra. Para ser más precisos, del Coto de Doñana, una gran extensión de terreno situada entre las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, que pasó de ser coto de caza de reyes y aristócratas para convertirse, en 1969, en el Parque Nacional de Doñana, considerado hoy como la mayor reserva biológica de Europa. En la época de mi abuela, dichos terrenos, que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad en 1994, eran propiedad privada. Solo sus dueños podían cazar allí, aunque la actividad furtiva constituía el medio de vida de muchas familias de los pueblos colindantes. Mi padre me ha contado que las mujeres de los cazadores iban por las casas a vender “de tapadillo” conejos, patos, faisanes, codornices y piezas de carne de ciervos y jabalíes. Él mismo me ha confesado que, con 16 años, cazaba conejos y pájaros al ponerse el sol en Doñana, con el permiso de un guarda que era amigo de mi abuelo y hacía la vista gorda cuando él llegaba a caballo con su escopeta.
   Las tierras de Doñana están pegadas a Almonte, mi pueblo natal, en la provincia de Huelva. Y, como tantas familias del lugar, la mía era gran consumidora de carne de caza, según los recuerdos de mi padre y los escritos de mi abuela. De hecho, la mayor parte del cuaderno de carnes está dedicado a recetas de pato, aves -pajaritos, faisán y codorniz- conejo, ciervo y jabato o jabalí. He decidido saltarme estas recetas por dos motivos: el primero, que no me gusta comer dichas carnes y no las voy a cocinar para no probarlas. El segundo, que muchos son platos ya en desuso -ahora nadie come pajaritos fritos, por ejemplo- y otros se basan en alimentos difíciles de conseguir en la actualidad y, por tanto, de elevado coste, como el faisán o la codorniz.
    Una vez tomada esta decisión seguí pasando las páginas del cuaderno y, al final, encontré lo que deseaba: un capítulo de “carnes y sus salsas”, integrado básicamente por recetas de ternera y alguna de cerdo. Esta mañana me he levantado temprano, con la novelería de preparar la primera de ellas: TERNERA A LA JARDINERA. Un guiso típico de la cocina tradicional española que copio literalmente del cuaderno, tal como lo escribió mi abuela.
                     
   INGREDIENTES: Un kilogramo de carne de ternera (solomillo o masa de la pierna), 125 gramos de manteca de cerdo, dos cebollas regulares, media cabeza de ajos, dos tomates, sal y media cucharadita de especias.
   MANERA DE HACERLA: Escójase el trozo de masa y límpiese de nervios y tendones. Póngase al fuego la manteca en un perol, échese la carne y déjese dorar. Añádase la cebolla a cascos, los ajos enteros, el tomate partido, la sal y déjese hervir para que se impregne del aliño. Cuando se haya refrito un poco añádanse las zanahorias enteras y una poca de agua caliente, o mejor, caldo. Déjese hervir a fuego regular hasta que esté casi tierna. Un cuarto de hora antes de apartarla se pasa la salsa por un tamiz (la zanahoria se saca) y se añade el clavo, pimienta y nuez moscada. La zanahoria se parte a tiritas y se echa en el guiso. Se prueba de sal y se aparta en buen punto. Colóquese la carne en el centro de la fuente, viértase la salsa, rocíese de perejil picadito y sírvase caliente.
    Hasta aquí el texto literal de mi abuela. Como es lógico, guarda muchas reminiscencias de la época en la que fue escrito. En este sentido, a la hora de preparar el guiso me he permitido la licencia de realizar pequeños cambios, con el fin de adaptar la receta al momento actual. No he comprado una pieza “de solomillo o masa de la pierna”, como reza en el manuscrito original, sino carne de ternera troceada, especial para guisar. Tampoco he pasado la salsa por un tamiz, sino por el pasapuré o chino. Y he preparado el guiso en la olla exprés, un utensilio de cocina que no existía cuando mi abuela escribió sus cuadernos de cocina. La he cerrado a presión después de añadir el "agua o caldo" (he usado un caldo de verduras) y en 20 minutos la he retirado del fuego, destapado y probado la carne. He celebrado con unos sorbos de vino tinto que ya estaba tierna y muy sabrosa.
    Os aseguro que esta “ternera a la Jardinera” es altamente recomendable por su sabor y su rápida y sencilla preparación. Si se usa la olla exprés, el tiempo empleado desde que se empieza a preparar hasta servir la ternera en la mesa apenas sobrepasa la media hora. ¡Os animo a probarla! ¡Feliz -y si es fogosa, mejor- tarde de domingo!

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