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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


martes, 11 de diciembre de 2012

EL TRÍO DE KATTY LLOYD

Mientras la boca de uno besaba sus pezones prominentes, las manos del otro iniciaban un recorrido por las zonas más erógenas de su cuerpo...
   Katty Lloyd reveló a sus amigas Olivia N. y Wynie Smith que en una ocasión, poco después de divorciarse, había tenido relaciones con dos hombres a la vez... AMOR A TRES La aventura ocurrió en El Malignouna noche que salió con Wynie. Su amiga ligó y se marchó pronto, y ella decidió quedarse. Pidió un gin-tonic y se sentó sola en la habitación roja. No había tomado ni el primer sorbo de su copa cuando dos hombres, ambos amigos y clientes asiduos de la casa, la abordaron, la piropearon y se acomodaron a su lado. Lejos de amilanarse, Katty se dejó conquistar. Iniciaron una animada conversación y tomaron juntos varias copas y alguna cosilla más... Pasaron las horas, el día sucedió a la noche y M., el dueño de la casa, dio por terminada la fiesta. Bajaron juntos a la calle. Lucía una mañana clara y soleada, y Katty ocultó su mirada azul bajo unas gafas de marca. Se disponía a tomar un taxi hasta su casa, pero los dos amigos la convencieron para que siguiera la fiesta con ellos. Ella se estaba divirtiendo mucho, y los efluvios del alcohol la desinhibieron y la arrastraron a sucumbir a los deseos de sus acompañantes. A partir de ahora me referiré a ellos como El Lobezno y El SoseznoLobezno, por el espeso vello negro que poblaba su rostro y sus pectorales. Sosezno, por su carácter tímido y apocado. O al menos, ésa era la impresión que daba.
                           
  Tomaron un taxi en dirección al domicilio de El Lobezno. Llegaron a un coqueto apartamento en el Norte de Madrid donde se notaba claramente que vivía una mujer: la pareja del hombre, que ese fin de semana se encontraba ausente. El anfitrión sirvió unas copas y los tres tomaron asiento en el sofá, Katty en medio de los dos hombres. Antes de que terminaran las bebidas, las manos de sus acompañantes iniciaron un lento recorrido de caricias por las piernas y los hombros femeninos. Según comentó a sus amigas, el efecto del alcohol y las sustancias ingeridas, unido a la necesidad de sexo con la que inició su etapa de mujer divorciada, permitieron que se dejara querer....
   Era la primera vez que sentía dos bocas disputándose la suya y se sumergía en dos sabores distintos, dos formas diferentes de besar y de gemir. También por primera vez en su vida, dos manos desabrochaban su camisa y otras dos la despojaban del pantalón, dejando al desnudo sus blancos muslos. Poco después se vio completamente desnuda y tumbada en el sofá de una vivienda desconocida. Cerró los ojos y sucumbió a los dictados del deseo. Al placer que le prodigaba la boca de El Lobezno acariciando sus pezones prominentes, y las manos de El Sosezno iniciando un recorrido por la zona más erógena de un cuerpo que empezaba a vibrar, ansioso por recibir un regalo anhelado, del que había sido privado en los meses precedentes...
     Ambos machos, animados por los gemidos de la hembra, no tardaron mucho tiempo en despojarse de sus ropas y enseñar sus cartas. Y tampoco las manos blancas de Katty tardaron mucho en catar dos falos distintos: uno de tamaño medio-grande rodeado de un tupido manto de vello negro (el de El Lobezno) y otro más bien pequeño y delgado, blanco y lampiño (el de El Sosezno). Mientras tanto, ella se deleitaba en el gozo que le proporcionaban cuatro manos masculinas recorriendo su anatomía: hombros, brazos, pechos y piernas respondían a las caricias, al tiempo que sus gemidos se incrementaban...
    En medio de aquel placentero acontecer, Katty intuyó, o puede que quizás escuchara claramente, que ambos amigos consultaban entre ellos cuál de los dos iba a hacérselo primero. Y aquel hecho impactó en sus sentidos como un tremendo revulsivo. Retiró con desdén las cuatro manos que surcaban su cuerpo y se incorporó en el sofá con un movimiento brusco. De repente empezó a encontrarse muy mal... Se preguntaba para sus adentros qué hacía allí, junto a dos desconocidos que se la disputaban como lo hubieran hecho con una cabeza de ganado en una Feria  Las sensaciones vividas en aquellos momentos fueron tan deprimentes que se levantó del sofá y se dispuso a coger su ropa para vestirse.
     -No te enfades, princesa... No vamos a hacer nada que tú no quieras. Pensábamos que te gustaba pero si no es así, tranquila. Respetamos la decisión que tomes, pero no nos dejes, por favor, le rogaba El Lobezno. Elige a uno y el otro se retirará deportivamente. ¿Verdad, amigo?
     -Por supuesto, asintió El Sosezno...
    En el próximo relato se desvelará qué decisión tomó Katty y cómo transcurrieron las horas siguientes...

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