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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 29 de diciembre de 2012

SEXO INESPERADO

 ...La encaramó a su cuerpo y le hizo que sintiera la dureza de su miembro viril...
    Avanzada la mañana, Wynie Smith entró a hacer unas compras en el supermercado vecino a su casa. Pasó por la carnicería, la frutería, el departamento de lácteos y, finalmente, se dirigió a los refrigerados a coger mantequilla. Entonces lo vio, justo a su lado. El muchacho de mirada transparente TURBADA POR UN LIGUE IMPREVISTO examinaba los distintos tipos de yogures, sin que pareciera tener claro por cuál decidirse. Wynie lo miró de reojo pero no le habló. Echó lo que necesitaba al carro de la compra y siguió su camino. El muchacho la alcanzó y agarró su brazo derecho.
                   
   -¿Por qué vas tan deprisa? ¿No pensabas saludarme?
    Estaban frente a frente, él sujetando con fuerza el brazo de Wynie y pretendiendo desafiarla con el destello fulminante de sus ojos transparentes.
    -Suéltame, por favor. Me estás haciendo daño.
    -No me has contestado. Quiero saber por qué te largabas sin hablarme.
    -Dime tú por qué habría de hacerlo, le contestó ella al tiempo que liberaba su brazo con un movimiento brusco y se giraba para evitar el fulgor de la mirada transparente.
    -Estás muy borde. No lo entiendo, con lo bien que lo pasamos juntos. Recuerdo lo caliente que te ponía y cómo se te empinaban los pezones sin apenas tocarte, rememoró en un tono que ella consideró grotesco.
    Tanto, que le dedicó un gesto repulsivo del tipo “que te den” y enfiló a paso rápido el camino de la caja. El muchacho no tardó en escoger un paquete de yogures pequeños de chocolate, llegar a la fila para pagar y ponerse detrás de ella. Wynie sintió en la espalda su presencia poderosa pero no se inmutó. Quería mostrarle indiferencia absoluta. Abonó el importe de su compra, trasladó los artículos del carro del supermercado al suyo propio y abandonó apresurada el establecimiento. En su mente, el repiqueteo de las palabras frías que El muchacho de mirada transparente pronunciara la última vez que se encontraron “adiós, tengo prisa” AMARGO ADIÓS se mezclaba con la frase dedicada a sus pezones que tan mal le había sentado. “Paso del niñato este, por muy bueno que esté”, decía para sus adentros mientras arrastraba el carro de la compra hasta su casa. El muchacho la alcanzó poco antes de que llegara al portal.
    -No te enfades conmigo, por favor. No he pretendido ofenderte. Lo único que quiero es que lo pasemos bien. Invítame a tu casa.
    Wynie no le respondió. Abrió su bolso, sacó las llaves y se dispuso a abrir el portal del edificio. Él la interceptó antes de que entrara. Había cambiado su comportamiento altivo por una actitud simpática y cordial.
    -Vale, yo pongo yogures de chocolate. Mira, los acabo de comprar, le dijo obsequiándola con la provocadora sonrisa de sus labios carnosos y mostrándole la bolsa que llevaba en la mano.
     A ella le hizo gracia la ocurrencia del joven y se dejó arrastrar por la fuerza de la seducción.
     De acuerdo, pasa, cedió.
    Él depositó su bolsa en el carro de la compra de Wynie y lo llevó hasta la puerta del ascensor. Al abrirse, expresó un risueño “pasa, señorita, por favor” acompañado de una galante inclinación de cabeza. En el corto trayecto hacia arriba, la fulminó con una mirada que ella aguantó impasible. Mantuvo los ojos abiertos, recreándose ensimismada en el reflejo de su rostro en el interior de los lagos cristalinos del muchacho.
     Nada más entrar en casa y cerrar la puerta, la encaramó a su cuerpo y le hizo que sintiera la dureza de su miembro viril. La frotaba contra él al tiempo que le susurraba al oído.
     -Estoy empalmado al máximo y te voy a hacer muy feliz, siéntelo, siéntelo, repetía.
      Wynie lo separó con las dos manos.
     -Paciencia, espera un poco. Tengo que guardar la compra, le dijo.
     Wynie abrió el frigorífico y empezó a colocar los artículos adquiridos. Su acompañante se colocó tras ella, alzó su falda, bajó el tanga y pasó su dedo índice por el sexo húmedo.
     -¡Qué maravilla!, exclamó. Me encanta comprobar lo caliente que te pongo. Te deseo. He recordado muchas veces tu precioso chochito mojado. ENCUENTRO ESPERADO... Y DESEADO
       Ella se volvió, cortante.
    -Déjate de rollos. Ya me dijiste una vez que no querías estar conmigo. Hoy nos hemos encontrado y te ha dado el calentón. A mi también, de acuerdo, pero tus palabras sobran. Me gustaría que las evitaras a partir de ahora, ¿entendido?
     El joven no le contestó. La cogió por la nuca, la atrajo hacia sí y le tapó la boca con sus besos...      

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