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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


jueves, 13 de diciembre de 2012

BUENO EN TODO

El Galán, tal como tiempo atrás hiciera El Guiri, se afanaba en rozar con la punta de la lengua cada centímetro de la superficie de su pubis rasurado...
    Wynie Smith indicó a sus invitados que no tenía bebidas en casa. Antes de llegar al domicilio, El Ruso entró en un bar y se aprovisionó de varios artículos necesarios para continuar la juerga. Básicamente, una botella de licor, varias latas de refrescos y cervezas y un par de paquetes de tabaco. Wynie dirigió a El Galán varias miradas de deseo mientras esperaban en la calle al tercero en liza. Tuvo la tentación de besarlo allí mismo, en medio de la plaza colindante a su vivienda, pero no lo hizo. Él tampoco hizo amago de demostrar su deseo. No la tocó en los casi 10 minutos que tardó en llegar El Ruso. Se limitó a decir que estaba rendido y que necesitaba tirarse en una cama. Wynie no sabía qué pensar. En teoría, iba a celebrar una pequeña fiesta en su casa junto a dos hombres guapos, aunque ella solo quería a uno. Precisamente, al que no paraba de repetir las ganas que tenía de coger una cama. Y el otro, que tardó en llegar un rato que se hizo eterno, cargaba con una gran bolsa llena de bebidas, cuya utilidad presentía casi descartada. LIGAR ES FÁCIL... EN EL MALIGNO
    Ya en el interior de la vivienda, la anfitriona se dispuso a preparar unas copas en unos carísimos vasos que había comprado para celebrar su 40 cumpleaños en una tienda de diseño del barrio de su amiga Emi Abbott. Por unos instantes, rememoró la conmemoración de sus cuatro décadas de vida y aquel acontecimiento le pareció muy lejano... Volvió al presente y observó a sus invitados mientras servía las bebidas. El Ruso había desparramado su cuerpo entero en el sofá. El Galán la miró a ella y le pidió con el gesto si podía echarse en la cama. Wynie asintió y se dispuso a colocar las copas en una mesa pequeña y baja que había junto al sofá. El Ruso cogió la suya y dio un sorbo profundo. Ella calmó la sed con un refresco que se tomó casi entero de un solo trago. Torció su vista hacia El Galán, refugiado bajo el edredón y con los ojos entreabiertos. Creyó intuir que le respondió solicitando su presencia con la mirada pero, fuera o no así, no le hizo caso y se acomodó en el sofá junto a El Ruso. Este le sonrió ampliamente, le dio las gracias por la acogida y le comentó lo confortable y bonita que le parecía su casa. Hablaron un rato de nimiedades. El hombre tardó poco tiempo en tragarse la segunda copa y empezar a dormitar en el sofá.
    Wynie Smith cerró todas las ventanas y la noche entró de nuevo en la casa. Se desnudó y retiró el edredón para meterse en la cama junto a El Galán. Él abrió los ojos al sentir su presencia y la abrazó. Estaba vestido y le pidió al oído, en un susurro, que lo desnudara. Ella empezó a desabrocharle los botones de la camisa al tiempo que el hombre se deshacía del pantalón y ponía la mano derecha de la mujer en su voluminosa herramienta enhiesta. Y Wynie, admirada por tamaña generosidad, la acarició y lamió como si se tratara de un jugoso caramelo. Al unísono, su interior se humedecía por la acción de los largos dedos masculinos. Sus pezones respondían a los besos de El Galán y se volvían turgentes... Lo sintió introducirse en el túnel del placer cuando notó sus paredes mojadas, y columpiarse en su interior con un ritmo que la alzaba hasta sentir en su cuerpo el baile de todas las estrellas del firmamento. Hacía mucho tiempo que una penetración no la hacía vibrar de esa manera. Intentaba disfrutarla en silencio para no despertar a El Ruso pero no podía reprimir sus gemidos. Mucho menos cuando El Galán, tal como tiempo atrás hiciera El Guiri EL ARTISTA DE LA LENGUA se afanara en rozar con la punta de la lengua cada centímetro de la superficie de su pubis rasuradoadentrándose en cada pliegue y cada rincón de aquellos labios mojados de deseo que agradecían sus caricias...
    Durante toda la mañana, Wynie y El Galán fueron dos cuerpos que se atraían como imanes y gozaban sin descanso. Amarse los estimulaba tanto que no podían quedarse dormidos. Bien avanzado el mediodía, él retiró por completo el edredón que los cubría y recorrió con sus labios toda la superficie del cuerpo femenino desnudo. Y cuando la dejó saciada, la besó en los labios y le dijo que esperaba formar parte de sus buenos recuerdos.
    -No lo dudes. Eres bueno en todo. Me has hecho muy feliz.
    -Me voy. Quiero descansar en mi casa. Nos vemos cualquier día por El Maligno.
    Seguidamente, se levantó, se vistió y despertó a El Ruso para avisarlo de su marcha.
 -Déjame quedarme aquí, por favor. No puedo levantarme ahora, solicitó El Ruso a Wynie.
    -De acuerdo, asintió ella.
    El Galán se marchó y El Ruso aguantó poco tiempo en el sofá. Poco después pidió a Wynie que lo dejara dormir a su lado en la cama. Ella no quería ni necesitaba más sexo, pero tampoco le apetecía dar explicaciones. No le contestó y él aprovechó esta indiferencia para cumplir su deseo. Se metió en la cama, quiso abrazarla y acariciarla y Wynie optó, primero, por refugiarse en el extremo de la gran cama y después, ante la insistencia masculina, por levantarse.
    -¿No te gusto? Tú a mi sí, le dijo él.
    -Tu amigo me ha dejado bien contenta y mejor saciada. No necesito nada más, gracias.
    -Supongo. He escuchado a varias mujeres decir de él que es bueno en todo.
    -Pues aquí tienes a una más para la lista, rió ella.
     Wynie desayunó, recogió los restos de la fiesta y se dio una ducha. El Ruso permaneció     durmiendo. Al atardecer, degustaron un rico caldo caliente que ella había preparado y charlaron como si fueran amigos de toda la vida. Un buen rato después, al despedirse, pronunció las mismas palabras que El Galán: “nos vemos cualquier día por El Maligno”. Y justo antes de cruzar la puerta de salida de la vivienda añadió: saluda a Emi de mi parte.                                   

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