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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 8 de diciembre de 2012

UNA PASIÓN IRREFRENABLE

   ...Quiso domesticar al tiempo y al destino y soñó con sentir al viento de la vida soplar al antojo del amor...
    Olivia N. se despertó perezosa después de una larga noche de pasión. Estiró sus brazos y los dejó caer sobre la ancha espalda de color café con leche del hombre que dormía a su lado. Lamió con suavidad el cuello que sabía a sal y a trópico y olía a Naturaleza salvaje. Rozó con la punta de su lengua cada pliegue de sus orejas, de sus ojos y de sus labios dormidos. El cubano UN MULATO DE OJOS VERDES Y UN POEMA se despertó con el contacto cálido de las caricias femeninas. La abrazó con fuerza y la besó en silencio, largamente. Sus manos bajaron por el vientre femenino y se adentraron en el bosque oscuro. Sus dedos jugaron con los pétalos de la flor humedecida por el deseo y su polen se extendió a cada brizna de hierba de aquella pradera que estalló de júbilo... 
                                  
  Olivia perdió la cuenta de las veces en que había alcanzado el cénit junto al musculoso moreno de mirada gatuna. Cual manantial de fuerza inagotable, la pasión derrochada -lejos de extinguirse- se avivaba y crecía con el paso de las horas. El día sucedió a la noche y el atardecer rojizo de los cielos de Madrid tiñó de escarlata las paredes de la estancia donde permanecían recostados, los cuerpos pegados y sudorosos y las lenguas enredadas en un laberinto de sabores. El ansia irrefrenable de la atracción que los envolvió inundó el ambiente del eco de los sonidos del placer. Sintiéndolo en lo más recóndito de su interior ardiente, Olivia vibraba y gozaba en cada movimiento rítmico del cuerpo que la poseía una y otra vez...
    Pasó el fin de semana pero el tiempo pareció pararse para Olivia y El Cubano. Ella sucumbió a los juegos amorosos, a las palabras dulces que agasajaban sus oídos y a las caricias de las manos expertas que inundaban de gozo cada poro de su piel. Quiso olvidarse de la vida cotidiana con sus quehaceres y obligaciones, de su trabajo y hasta del más perentorio de sus deberes: el de madre. Cual domadora experta, quiso domesticar al tiempo y al destino y soñó con sentir al viento de la vida soplar al antojo del amor.
   Escuchaba el sonido constante del tictac del despertador sobre la mesilla de noche, miraba el aparato de reojo y decidía seguir amando y soñando. Hasta que el tiempo impuso su poder y el tictac la obligó a levantarse y a insistir a su amado que había llegado el momento del adiós.
   -Adiós no. No quiero decirte esa palabra. Ni ahora ni nunca. No quiero perderte, le dijo él, mirándola con sus ojos de gato mientras recogía la ropa para vestirse.
   -No puedes perderme porque no soy tuya, escuchó ella de sus propios labios en un ataque de raciocinio que la sorprendió.
   -Eres mía, reina. Ríndete a lo evidente: nadie te ha hecho tan suya como yo en estos días, afirmó categórico. Sabes que tengo razón, insistió.
    -Sí, puede que sea cierto, reconoció ella.
   -Me has pedido que me marche y me voy. No quiero besarte ahora porque el amor sincero está reñido con los besos de despedida. Te amo y te veré pronto, aseguró al tiempo que se encaminaba apresurado al pasillo que conducía a la salida de la vivienda.
    Olivia escuchó el golpe seco de la puerta al cerrarse. Los oídos le retumbaban con el soniquete de sus últimas palabras: “te amo y te veré pronto”. Se dio una ducha rápida y se dispuso a vestirse. Faltaban cinco minutos escasos para la hora de recoger a su hijo. Nunca había faltado a esa cita, la más ineludible de su vida...                              

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