.

.
Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


jueves, 27 de diciembre de 2012

UN AMOR DEVORADO POR EL MAR

 ...Él dentro de ella, ella dentro de él y las olas del mar acariciando dos cuerpos fundidos en uno...
    Durante la semana que EL TUITERO permaneció en Las Palmas, alojado en un hotel cercano a la residencia de su familia, Wynie se las ingenió para dejar a su hijo una completa agenda de planes con primos y amigos de su edad y ella poder escaparse a compartir largos ratos de pasión en el mar con su amigo especial.  LÍOS DE PAREJA
   Se alejaban de la civilización y se amaban en la intimidad de playas solitarias. Besos que sabían a miel y a sal, a deseo y a olvido. Wynie era consciente de que algo grande se había roto entre ellos; de que él había pasado de decirle que la amaba a desaparecer de su vida para meterse en otras camas, sin explicaciones; y de que en hombres de su estilo, esa primera espantaba no iba a ser la última.
   “¿Y qué me importa?”, se preguntaba cada vez que salía de la habitación de hotel y caminaba a paso ligero hacia el lugar donde tuviera que recoger a su hijo. “No quiero enamorarme ni compartir mi vida con ningún hombre. Eso ya lo he tenido durante muchos años y no me interesa repetirlo”, se respondía. “Vive tu vida, disfruta de él cuando lo tengas y cuando no, busca a otro”, repetía para sus adentros. Le costaba reconocer que, en el fondo, no era ésa su pretensión y que, como tantas veces le decían sus amigas, tampoco ella era inmune al amor, por mucho raciocinio que se empeñara en imprimir a sus sentimientos.
    Escondidos del mundo, rebozados de arena y revolcándose al abrigo de las dunas que rodeaban aquella playa salvaje, devoraban la sal de sus cuerpos con el ansia de lo efímero y el convencimiento de que esos momentos no volverían a repetirse. Sudor salado, agua que hervía al fuego del deseo, manos que exploraban rincones olvidados, lenguas enredadas y labios que desafiaban al tiempo y a la vida en besos largos y profundos... Como si el fulgor de aquellos encuentros intermitentes no fuera a acabarse nunca. Como si la semana que él tenía previsto quedarse en la isla jugara con el reloj a convertirse en chicle y estirarse hasta agotar las fuerzas. 
    Él dentro de ella, ella dentro de él y las olas del mar acariciando dos cuerpos fundidos en uno. Dos rostros pegados y cuatro brazos estrechándose vigorosos, como si lucharan contra cualquier elemento externo que pretendiera separarlos. Pero el tiempo, impasible a los desvelos del amor, siguió su camino y los sorprendió una noche oscura en la misma playa donde se habían amado hasta quedar exhaustos.
    -Ésta es nuestra última noche. Mi avión sale mañana a primera hora, le anunció El Tuitero.
   Estaban sentados en la arena, mirándose embelesados mientras compartían un vaso de plástico lleno de ron miel, el cielo sin luna ni estrellas y el mar rugiendo cual fiera enfadada con el destino. Wynie no le contestó, como si no hubiera escuchado nada o no quisiera enterarse de la noticia.
    -Te quiero, te quiero, repitió él.
   Ella siguió sin soltar palabra, sus ojos perdidos en la oscuridad y sus sentidos inundados por el rugido envolvente del mar.
    -¿No vas a decirme nada?
    -¿Qué es lo que quieres escuchar? Te vas y no puedo hacer nada por evitarlo. ¿O sí?
    -Puedes decirme que tú también me quieres. Que podemos compartir nuestras vidas.
    -Yo también te quiero. A mi manera, porque mi vida no quiero compartirla. Ni contigo ni con nadie, precisó. Ya lo sabes. No es la primera vez que hablamos de ésto.
  -¿Por qué eres tan testaruda? Que te saliera mal una vez no debería impedir que volvieras a intentarlo.
  -No, repitió decidida. Lo siento. ¿No podemos seguir como hasta ahora, disfrutando juntos de nuestros momentos de ocio? No me pidas lo que sabes que no puedo darte.
   -Sí puedes. No quieres, la corrigió él al tiempo que se levantaba y caminaba despacio en dirección a las escaleras que subían al paseo marítimo, solitario a esas horas de la noche.
    Wynie corrió tras él. Se abrazaron y se besaron largamente. Besos que tornaron el sabor dulce de la miel por el amargo de la despedida. El volvió a Madrid y ella, tal como tenía previsto, permaneció en la isla hasta el final del verano. Un día después de regresar a la ciudad lo telefoneó sin obtener respuesta.
    La respuesta estaba escrita en la red. Wynie la buscó y la encontró en el perfil de su antigua novia en Twitter. La señorita en cuestión se encargó de pregonarla públicamente: su amor había vuelto a su lado y la hacía muy feliz. 
   Wynie apretó sus labios resquebrajados por el sol de Canarias y apagó el ordenador. A partir de ese momento intentaría evitar que los recuerdos de su ya ex amigo volvieran a inundar sus pensamientos. No tenía mucho dinero pero decidió irse de compras. Desde el probador de una boutique del centro de la ciudad, enfundada en un sugerente modelo que realzaba su piel tostada, llamó a su amiga Emi Abbott. Se citaron esa misma noche. Wynie se detuvo unos minutos frente al espejo y sus ojos vislumbraron complacidos la figura de la mujer que quería ser: hermosa y libre como el viento...

No hay comentarios:

Publicar un comentario