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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


lunes, 17 de diciembre de 2012

EL GRITÓN

     Nunca había escuchado a un hombre gritar de esa manera...
    Después de constatar que una intrusa argentina se había interpuesto entre ella y  El de 28 LA INTRUSA Olivia N. se echó a las calles con la mente y el corazón abiertos a nuevas aventuras amorosas. Sabía que la mejor medicina para olvidarlo era sustituirlo por otro, y en esta ocasión estaba dispuesta a subir al tren que el destino le pusiera por delante...
   Emi estaba con El Polaco FOGOSA DESPEDIDA, Katty con El Pijo LOS HOMBRES DE KATTY y Wynie pasaba por una de sus rachas de inapetencia festiva, así que decidió salir sola. Se fue a una sala de música electrónica en la que conocía a la relaciones públicas. Hacía tiempo que no visitaba ese local y, cuando la vieron aparecer, tanto la relaciones públicas como el DJ residente se deshicieron en elogios y atenciones hacia ella. La invitaron a unas copas y a otras cosas y le presentaron a sus amigos: una actriz de cine y dos hombres: uno, bombero y el otro, creativo publicitario. El bombero era el típico cuerpazo lleno de músculos que podría gustar a cualquier mujer. Sin embargo, Olivia se fijó en el otro, un tipo de poco pelo, ojos grandes y claros y carácter tímido. No era especialmente guapo pero tenía algo que le gustaba. La atracción. El juego de la Física y la Química que el paso de las horas demostró ser mutuo.
    Cuando cerraron la discoteca se fueron a otro lugar. El grupo fue creciendo pero Olivia solo tenía ojos para el creativo, aunque estuviese la mayor parte del tiempo hablando con el bombero. Los intríngulis de la noche, los efluvios de las sustancias ingeridas y los caprichos de la seducción. Lo cierto es que Olivia y el creativo apenas cruzaron palabra en toda la velada.
    Ya de día llegaron a una especie de cafetería-cervecería y se dispusieron a tomar asiento. Fue en este local donde se aclaró la situación y se disiparon las dudas. Olivia se sentó y el creativo se apresuró en hacerlo a su lado. La abrasó con el resplandor de su mirada clara y tomó entre las suyas una de sus manos. Prudente, el bombero se retiró de la escena y el creativo continuó sin soltar ni palabras ni la mano de Olivia. Un rato más tarde, ella sufrió un ataque de cansancio súbito y dijo que se marchaba. Fue a deshacerse de la mano del hombre pero éste, lejos de dejarla libre, la estrechó con fuerza.
    -¿Te importaría soltarme la mano, por favor? Estoy cansada y quiero irme a casa, le susurró al oído.
    -Lo siento, no puedo soltarte. Tendrás que llevarme contigo. Esta noche no quiero perderte.
   -Tu tiempo ha pasado. Te recuerdo que ya es de día, le indicó señalando con el gesto al cielo claro que se divisaba tras las ventanas del local.
     -No me dejes, por favor. Necesito estar a solas contigo y abrazarte.
   -De acuerdo. Vamos a mi casa, pero levántate ya. No puedo seguir aquí ni un segundo más. La cabeza me va a estallar.
    Se despidieron del grupo y tomaron un taxi. Nada más entrar en casa se tiraron en la cama vestidos y se quedaron dormidos. Más tarde, a una hora indeterminada, Olivia abrió los ojos y se vio desnuda y acurrucada entre los brazos del creativo, que también estaba desnudo. Él le acarició los pezones y le pidió que hiciera lo mismo. A ella le resultó extraño, pero obedeció y achuchó con suavidad los pezones masculinos. El creativo empezó a emitir alaridos de placer y Olivia, viendo que el juego le gustaba tanto, acercó su boca a los pectorales y estrujó entre sus labios los botones rosados. Los alaridos se transformaron en gritos cuando ella empezó a mordisquear y a recorrer con sus labios el torso masculino. La lengua de Olivia siguió bajando por el cuerpo del hombre y, al rozar el glande, los gritos aumentaron de intensidad.
    Pese a ser una hembra experta y a haber vivido intensas aventuras sexuales, Olivia nunca había escuchado a un hombre gritar de esa manera. Sus alaridos le sonaban tan femeninos que tenía la sensación de estar con una mujer... Aquellos gritos la excitaban sobremanera y el pene del hombre, que en un principio intuyó pequeño, se estiraba y se movía como si tuviese vida propia e independiente a la de su dueño, que gritaba y gritaba postrado en la cama boca arriba, con una hembra encima de su cuerpo que cabalgaba y galopaba hasta transportarlo a paraísos inexplorados hasta entonces...

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