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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


martes, 11 de diciembre de 2012

DOS HOMBRES Y UN INCIDENTE

   ...La excitación de ambos crecía por minutos y Katty disfrutaba de aquel sexo ardiente que tanto había echado de menos en los últimos meses... 
    En aquellos momentos Katty pensó en huir de la casa, pero las palabras de El Lobezno la convencieron. Tenía que elegir entre los dos amigos y se decidió por éste último. Se refugiaron en la habitación principal de la vivienda mientras El Sosezno permanecía en el sofá, con la esperanza de que su amigo terminara o no la convenciera, y que ella volviera a sus brazos...  EL TRÍO DE KATTY LLOYD.
                              
   Mientras, en la alcoba, Katty se dejaba amar por El Lobezno. Y en el momento más álgido de la penetración escuchó aterrorizada cómo el hombre le decía que quería dejarla embarazada... Estaba muy excitada y no quiso darle importancia a las malditas palabras. Se tranquilizó pensando en que ese deseo era imposible. Ella misma le había puesto un preservativo antes de empezar. La excitación de ambos crecía por minutos y Katty disfrutaba de aquel sexo ardiente que tanto había echado de menos en los últimos meses... El hombre no paraba de repetirle cuánto le gustaba, y el éxtasis de la pareja inundó la estancia en forma de sonoros gemidos.
   Fuera, en el salón, El Sosezno escuchaba los sonidos del amor sin poder controlar el vigor de su pene, que se alzaba movido por los impulsos del deseo. No se resistía a perderse aquella sesión de la que había sido apartado en contra de su voluntad y se dirigió a la habitación en la que su amigo disfrutaba de una conquista que había sido mutua. Abrió la puerta de la alcoba y descubrió a la pareja tendida en la cama, besándose con ternura. Katty le pidió a El Lobezno que invitara a El Sosezno a salir de la vivienda. Su elección estaba muy clara y el tercero en discordia no tenía nada que hacer. El Lobezno se levantó de la cama, salió e intercambió unas palabras con su amigo. El Sosezno se resignó a la realidad y se metió a dormir solo en otra habitación.
   Juntos de nuevo, Katty y El Lobezno volvieron a hacer el amor. Por segunda vez, ella escuchó la maldita frase “quiero dejarte embarazada” y, en esta ocasión, sintió la necesidad de cerciorarse de que aquella estúpida idea no podía convertirse en realidad. Se separó un poco del abrazo masculino, bajó la vista y comprobó con acrecentado nerviosismo que El Lobezno se había quitado el preservativo. Lo apartó de su lado con un violento empujón y empezó a gritarle, presa del miedo y de la histeria.
     -¿Qué haces, tío? ¿Estás loco? ¿Cómo te has atrevido a quitarte el preservativo?
     -Tranquila, mujer. No pasa nada. Cálmate, Katty. Ven aquí.
    -Ni lo sueñes. No pienso calmarme y me marcho ahora mismo de esta casa. ¡Maldito descarado!
     -Lo siento, lo siento, balbuceaba él, repitiendo la disculpa como un soniquete...
     Completamente desnuda, Katty abandonó la habitación y se dispuso a recoger su ropa, que había quedado desparramada en el salón. El Sosezno escuchó voces y ruidos e irrumpió en el salón con la intención de calmarla.
     -Tranquilízate, preciosa. ¿Qué ha ocurrido?
    -Nada que te importe. Dile a tu amigo que es un indeseable y un mierda. Esta fiesta es otra mierda y ha terminado. En cuanto encuentre mis bragas me marcho.
     El Sosezno intentaba tranquilizarla mientras ella se agachaba para buscar debajo del sofá el tanga perdido. Estaba terminando de vestirse cuando El Lobezno apareció en el salón para reiterarle sus disculpas e intentar convencerla de que se quedara. Fue a besarla en la mejilla y Katty, enfadadísima, le dio un guantazo en la cara con tanta fuerza que le dejó los dedos señalados. Corrió hacia la puerta de salida, la cerró con un golpe enérgico y bajó apresurada las escaleras. Ya en el exterior, anotó en su agenda el nombre de la calle, el número del edificio y el del piso. “Como me ocurra lo que no quiero ni pensar, vuelvo aquí y le monto un escándalo delante de su novia a ese tipejo asqueroso”, pensaba enrabietada para sus adentros. De repente, el sol de la mañana encandiló sus ojos claros. Buscó las gafas en el fondo de su bolso y se dio cuenta de que las había dejado arriba. “No pienso quedarme sin mis gafas de sol. Son de marca y me han costado muy caras”, pensó mientras hundía su dedo pulgar en el botón del contestador automático. La puerta exterior se abrió rápidamente. En el interior de la vivienda, El Lobezno se complacía ante El Sosezno de que la dama hubiera recapacitado y volviera a sus brazos, ignorante de lo equivocado que estaba...
     Katty irrumpió en el salón de la casa como un torbellino. A pasos agigantados alcanzó la mesa que estaba delante del sofá, cogió sus gafas y, muy digna y con la cabeza bien alta, abandonó la estancia con la misma premura con la que había entrado.
   -Ven aquí, Katty. Lo siento, repetía El Lobezno. Vuelve conmigo. Te juro que no volverá a ocurrir.
    Ella no le contestó. Ni siquiera se dignó a volver la espalda para escucharlo. Por segunda vez, bajó las escaleras corriendo, salió a la calle y tuvo la suerte de divisar un taxi libre. Subió al vehículo y cerró la puerta con gesto complacido. “Espero no tener que ver a ese indeseable nunca más en mi vida”, balbuceó.
     -¿Me decía algo, señora?, le preguntó el taxista.
     -No. Hablaba conmigo misma, aclaró.
    Ignoraba entonces que el destino le había preparado una jugarreta, y que solo un día después le pondría a El Lobezno delante de sus narices.... Pero esa, queridos lectores, es otra historia... 

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