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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


jueves, 20 de diciembre de 2012

NOCHES ARDIENTES

 ...Ella debajo y él encima. Ella encima y él debajo. Ella abriéndose a él. Él entrando en ella. Ella reteniéndolo y ambos gozando...
    Nada más acceder al interior del apartamento de WynieEl Profesor de Matemáticas la atrajo contra su pecho al tiempo que metía su mano derecha por debajo de la minifalda y achuchaba las nalgas prietas. 
   -Tienes el culo tan duro como las chicas de 20 años, le dijo sin soltarla y sin dejar de acariciarle el trasero.
     -Soy de buena naturaleza. ¿Acaso te recuerdo a tu alumna?  EL AMANTE DURADERO
    -No seas cínica. Y no vuelvas a nombrarla, por favor. Tú me haces gozar más que ninguna otra mujer.
     Wynie no le contestó. Echó la cabeza hacia detrás y, con un gesto sugerente, le mostró sus labios carnosos para que los besara. Sabía que era sincero. Llevaban viéndose más de dos años y nunca le había dicho “te quiero”. Ni siquiera en los primeros meses de relación, cuando eran algo parecido a novios. Ella valoraba ese gesto porque se consideraba entre las mujeres que desconfían de los hombres a los que se les va la fuerza por la boca. “Si un tipo te dice que te quiere en vuestras primeras citas, malo”, solía comentar a sus amigas. Respecto a este asunto concreto, hablaba por experiencia.
    Se deshizo del abrazo del hombre para poner unas copas. Cada uno dio un trago de la suya y las lenguas de ambos exploraron los sabores respectivos, enredadas en un beso largo y profundo. Las manos retiraban lentamente las ropas de los cuerpos y los labios masculinos recorrían cada centímetro de la piel femenina que iba quedando al descubierto.
    Adán tentó a Eva poniendo su mano derecha en el falo enorme y brillante que miraba al cielo y rozando con la propia la superficie humedecida del bosque florido que le abría sus puertas de par en par... Su entera masculinidad se sumergió en el túnel acuoso que se estremecía en cada arremetida, en cada suspiro y en cada beso. Gozaron durante largo rato de aquella comunión de cuerpos, ella sintiendo la enormidad del miembro duro golpeando los músculos internos, y él disfrutando con las vibraciones de esos músculos que se dilataban para recibirlo y se encogían para retenerlo.
    Así transcurrían las noches de amor de Wynie y El Profesor de Matemáticas. Ella debajo y él encima. Ella encima y él debajo. Ella abriéndose a él. Él entrando en ella. Ella reteniéndolo y ambos gozando. Terminaban sedientos. Saciaban la sed y seguían amándose. Hasta agotar todas las energías. Hasta quedar extenuados.
   Pasaron dos madrugadas pegados. Se despidieron el domingo por la tarde. Un simple beso en los labios y un gesto recíproco de complicidad que llevaba inmersa la aprobación de un próximo encuentro. Una nueva cita que quedaba en manos del azar o el destino pero, también, en la voluntad de ambos...               

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