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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 29 de diciembre de 2012

ATADA

...Y la boca de la Cleopatra sumisa y atada chupaba con esmero un glande que sabía a miel y a especias orientales...
    Completamente desnuda y tumbada boca arriba, Olivia observaba ensimismada los adornos barrocos del techo de la lujosa suite. Sus muñecas atadas a los barrotes de hierro negro del cabecero de la cama impedían el movimiento de la parte superior de su cuerpo. EL DESEO DE LA REINA MORA Era la primera vez en su vida que un hombre la había inmovilizado y no sentía miedo. Ni siquiera estaba inquieta. El joven faraón, de pie frente a ella, la miraba fijamente, escudriñando cada centímetro de su anatomía, como si pretendiera estudiar todos los detalles para no olvidarlos nunca.
    -Olivia, Olivia, le susurraba, y a ella el sonido de su nombre en los labios de su amante le parecía música celestial.
                             
   Sin quitarle los ojos de encima, él se despojó del albornoz blanco, dejó al descubierto su cuerpo fornido y la vista de Olivia bajó del techo para deleitarse con el torso esculpido y la piel oscura, tersa y brillante de la figura masculina que mostraba una erección completa. Embobada en la contemplación de la hermosa virilidad, no se dio cuenta de que él abrió el cajón de la mesilla de noche contigua, sacó un pañuelo de seda azul marino y otro objeto que depositó sobre el mueble. Dobló el pañuelo y lo dejó caer con suavidad sobre los ojos de ella. Tomó entre sus dedos la pluma de ave que dejara sobre la mesilla y la deslizó lentamente por el canal de los pechos de Olivia, que cerró los ojos para entregarse de lleno a las sensaciones del objeto desconocido que acariciaba su piel. Pensaba que se trataba de algo parecido a una pluma, pero no podía verlo y tampoco le preocupaba. Y la pluma ejecutaba un baile sensual sobre su vientre y descendía hasta los labios de la flor cuyos pétalos vibraban al contacto.
    Los ojos de Olivia permanecían cerrados y tapados por el pañuelo azul. Su mente volaba al ritmo de las olas que cruzaban su interior y se esparcían en la orilla del placer. Los labios del joven faraón se posaban sobre los suyos; las lenguas se recibían sedientas de deseo y se fundían en un abrazo profundo e interminable; la pluma se paseaba por la entrepierna femenina, subía hasta las ingles y las cruzaba con un roce sigiloso. Los finos vellos erizados transmitían una corriente de gozo que atravesaba el cuerpo entero de Olivia y estallaba en su cerebro... 
    El joven faraón se encaramó a la cama, devolvió la luz a los ojos de su Cleopatra y situó frente a su boca el esplendor completo de su masculinidad. Le suplicó con las voces del deseo que lo besara, que lo acogiera entre sus labios, que le mostrara el camino y lo transportara al paraíso profundo de su garganta. Y la boca de la Cleopatra sumisa y atada chupó con esmero un glande que sabía a miel y a especias orientales. Empezó a introducir despacio y con maestría el falo ardiente y duro, su respiración acompasada al movimiento suave de las caderas masculinas, la boca que se abría más y más y la lengua que lo agasajaba con sus besos mientras lo conducía hacia dentro.
    Las rodillas del hombre se clavaron en la cama, su cuerpo se impulsó hacia delante y el instrumento al completo llenó la boca de Olivia y tocó las puertas del paraíso. Ella giró el cuello, sus músculos se dilataron y la herramienta cruzó limpiamente su garganta, sin ahogarse ni sentirse incómoda. Así permaneció unos instantes, quieta, las manos atadas a la cama, la cabeza inclinada, sintiendo la virilidad que crecía en el interior de su boca y mirando hacia arriba para deleitarse con la belleza del rostro extasiado del joven faraón. Él se movía como si la penetrara y ella respiraba al compás de sus gemidos.
   El joven faraón salió de su boca y se derramó en sus pechos y su vientre. Extendió cuidadosamente el semen por todo el delantero de Olivia, al tiempo que le decía con voz cálida que era bueno para su piel. Se tendió a su lado y le acarició el clítoris humedecido con su dedo índice. Presionando suavemente, inició un movimiento circular que adquiría velocidad conforme crecían los gemidos de placer de ella. Siguió y siguió hasta que Olivia tensó las piernas y recibió la corriente del orgasmo que electrificó su cuerpo atado de manos. Lanzó un gemido, echó la cabeza hacia atrás y respiró hondo. El joven faraón soltó sus ataduras y la besó en los labios...                                     

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