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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 29 de diciembre de 2012

ORGÍA DE CHOCOLATE

...Esparció el chocolate por su cuerpo, hundió la cara en su vientre y escarbó el ombligo dulce con la punta de su lengua...
    Cuerpos pegados, lenguas atadas, gemidos que estallaban en los labios y manos que se apresuraban para desabrochar botones. En la cocina del apartamento de WynieEl Muchacho de Mirada Transparente se relamía sus labios encarnados mientras dejaba al descubierto los pechos redondos y los pezones turgentes de una mujer que le fascinaba y le inquietaba por el hecho de que podría ser su madre. LA EDAD DEL AMOR Admiraba su piel tersa, sus nalgas prietas y la flor rosada que asomaba al pubis, apenas oculta por un vello incipiente.
    La agarró por la cintura y la subió a la encimera de la cocina. Cogió uno de los yogures de chocolate que acababa de comprar en el supermercado SEXO INESPERADO lo abrió y hundió sus dedos en la crema. La untaba cuidadosamente por toda la superficie de los pechos de Wynie con la mano derecha, y con las yemas de los dedos de su mano izquierda rozaba los pezones rebosantes de chocolate que crecían con sus caricias.
    
       
    La lengua circundó el valle, ascendió a beso lento por la ladera de la montaña marrón y arrastró hacia lo más empinado de la cima desnuda el chocolate que los labios juguetones habían esparcido por la falda de un volcán que entraba en erupción y dejaba el aire inundado del sonido del placer.
    El muchacho cogió a la dama en sus brazos fuertes y la tumbó en el sofá. Terminó de desnudarla, abrió otro yogur y esparció el chocolate por su cuerpo. Hundió la cara en su vientre, escarbó el ombligo dulce con la punta de su lengua, se sumergió hasta el delirio en la piel de ébano que se erizaba conforma la iba surcando con sus labios y, cuando su rostro al completo quedó bañado por el chocolate absorbido del cuerpo de Wynie, lo plantó frente a sus labios. Ella lamió la frente ancha, los párpados suaves y los pómulos prominentes. Limpió el chocolate que le caía por la barbilla con las puntas de los dedos y los introdujo en la boca del niño glotón que los chupaba con avidez. Y el niño envuelto en el deseo del hombre saboreó el resto del chocolate que tapaba el sexo femenino, achuchando el clítoris entre sus labios, absorbiendo cual abeja juguetona el néctar de la flor y deleitándose con el sabor dulzón del agua que salía de las profundidades y se mezclaba con el chocolate...
   Wynie alcanzó varios orgasmos seguidos en aquella orgía de chocolate y cuando los espasmos que estremecían su ser al completo redujeron su intensidad, volvió a la Tierra y vio al muchacho de rodillas frente a ella, con el torso desnudo, el pantalón bajado y su hermosa virilidad estallando bajo el bóxer negro. Sus manos liberaron al prisionero y lo acariciaron. Sus ojos se abrieron de par en par al comprobar admirados que aún crecía más. La hembra salvaje que llevaba dentro no pudo evitar la tentación de seguir el juego del muchacho. Fue a buscar otro yogur, lo abrió y expandió el chocolate por el tallo duro y brillante. Sujetando el escroto con la palma de su mano izquierda y el tronco con la derecha, lamió el chocolate que cubría el pene desde la base hasta el glande. Al llegar a este, lo introdujo por completo en su boca y desplazó la lengua arriba y abajo del frenillo, acompasando los movimientos de su cabeza a los de las caderas masculinas...
    Momentos antes de estallar de júbilo, el muchacho se retiró. Buscó un preservativo en el bolsillo de su pantalón y se lo puso. Se tumbó sobre ella y atravesó su interior resbaladizo con el miembro duro y ardiente. Las caras pegadas, las manos de cada uno apretando las nalgas del otro para hacer la penetración más profunda y las lenguas chupando los restos de chocolate que quedaron en los rostros. Se apretaron tanto que sus cuerpos se fundieron en uno, sus piernas se pegaron como colas de sirena y sus brazos se estrecharon en una unión de jadeos y besos de chocolate que los transportó a un firmamento de lujuria dulce...
    Al término de aquella mañana de orgasmos y chocolate, Wynie se regodeó contemplando la despampanante belleza desnuda del muchacho que descansaba en el sofá. Limpió las huellas de la orgía, ordenó la casa y despertó al muchacho con un beso en los labios.
  -Tienes que marcharte, le susurró al oído. Debe ser la hora de ir a buscar a mi hijo al colegio.
    El joven obedeció y se vistió con premura. Se dieron un beso largo y profundo. Él pellizcó sus nalgas y la despidió con su sonrisa provocadora y el destello de su mirada transparente. Wynie se dio una ducha rápida, se puso un pantalón tejano y una sudadera deportiva y miró el reloj. Tenía que salir corriendo. Faltaban pocos minutos para que dieran las cinto en punto de la tarde. “Hora torera y fin de la fiesta chocolatera”, exclamó con la satisfacción del guerrero que mostraba en su semblante el orgullo de la victoria.

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