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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


jueves, 15 de agosto de 2013

Un guiso marinero: Arroz caldoso con mariscos

Un guiso muy popular en Huelva y el sur de Portugal
Hoy presento un guiso típicamente marinero y muy popular en la Costa de la Luz (Huelva) y el sur de Portugal: arroz caldoso con mariscos. Una receta sabrosa y exquisita, adecuada para una comida familiar o con amigos. Enumero los ingredientes y, a continuación, explico cómo se elabora.
Ingredientes para 6 personas: 6 tazas de arroz, 2 cebollas, 1 pimiento verde, 2 tomates, 8 dientes de ajo, ¼ kilo de chocos (calamares); ¼ kilo de almejas, ¼ kilo de mejillones, ½ kilo de gambas arroceras, 1 hoja de laurel, 1 vaso de vino de blanco, una pizca de pimienta, unas hebras de azafrán natural, aceite de oliva y agua.
Modo de elaboración: en primer lugar se cuecen, por separado, las almejas, los mejillones y las gambas arroceras y se reserva el agua de cocción de los citados ingredientes. Se quitan las cáscaras de almejas y mejillones y se pelan las gambas. Las cabezas y las colas de las gambas se pasan por el pasapuré o chino y se reserva el líquido que sueltan, así como todo el marisco limpio y pelado.
A continuación se pican muy menuditos la cebolla, el ajo, el tomate y el pimiento verde y se cortan los calamares en daditos pequeños. En el recipiente donde se vaya a hacer el guiso (debe ser una cazuela o cacerola grande y honda) se pone aceite de oliva en cantidad suficiente para rehogar y se echan, en primer lugar, las cebollas y los ajos. Una vez que adquieran color, se añaden el pimiento y el tomate y, seguidamente, los calamares. Cuando esté todo refrito se incorporan el vaso de vino blanco, el laurel, la pimienta, el azafrán y la sal al gusto. Finalmente, se agregan el arroz, el agua de cocción del marisco que se había reservado y el juego extraído de las cabezas y las colas de las gambas. Hay que tener en cuenta que el agua debe cubrir sobradamente el guiso en su totalidad, al objeto de que el arroz quede caldoso y no al estilo de la paella. Se deja cocer todo durante 20 minutos y, cinco minutos antes de que concluya el tiempo, se agregan las gambas, las almejas y los mejillones. La cazuela debe estar tapada y a fuego medio mientras el arroz se cocina. En el momento en que el arroz esté tierno, se retira del fuego y se cubre con un paño blanco, dejándolo así unos 5 minutos antes de servir.
Aunque se trata de una receta laboriosa por la cantidad y variedad de productos utilizados, su preparación resulta sencilla si contamos con el ingrediente fundamental de cualquier cocinero que se precie: la paciencia.
Espero que os animéis a prepararlo y lo disfrutéis mucho.

Feliz fin de semana!!! Y si es erótico, mejor...

jueves, 23 de mayo de 2013

ALBÓNDIGAS CON TOMATE

Un plato consistente y nutritivo, que gusta a niños y a mayores
La receta con solera que presento hoy es uno de los platos típicos de la cocina de mi madre: albóndigas con tomate. Su preparación resulta entretenida y no presenta ninguna dificultad. El resultado: una comida consistente y nutritiva, que gusta tanto a niños como a mayores. Presento, a continuación, los ingredientes para 4 personas y después, explico cómo se elaboran.
INGREDIENTES: Medio kilo de carne picada de ternera, dos dientes de ajo, un huevo, pan rallado, harina, una pizca de pimienta, una rama de perejil, medio kilo de tomates rojos y maduros, una cebolla, un pimiento, aceite de oliva y sal.
                   
MODO DE ELABORACIÓN: Se preparan, en primer lugar, las albóndigas; luego, el tomate; y justo antes de servir, mezclamos ambas cosas. Para hacer las albóndigas se pone la carne en un recipiente grande y plano. Se pican los dos dientes de ajo y el perejil muy menuditos y se añaden a la carne junto con un huevo batido, una pizca de pimienta y sal al gusto. Se mezcla todo y se agrega pan rallado hasta formar una masa consistente. A continuación se forman las albóndigas poniendo trozos de masa en la palma de la mano y dándoles forma esférica. Seguidamente, se echa harina en un plato hondo, se envuelven con ella las albóndigas, se fríen en abundante aceite de oliva hasta que estén doradas, se escurren y se reservan.
Una vez elaboradas las albóndigas, se hace la salsa de tomate usando un poco del aceite de oliva en el que se frieron las albóndigas. Para ello, se pican la cebolla y el pimiento muy menuditos y se sofríen en una sartén grande con el citado aceite. A este sofrito se le añaden los tomates pelados y troceados, se remueve todo junto, se tapa y se deja a fuego medio durante 15 o 20 minutos aproximadamente, removiendo de vez en cuando y aplastando el tomate con una cuchara de madera, hasta que quede una salsa uniforme.
Junto antes de comer, se mezclan en la sartén las albóndigas y el tomate, se deja todo cinco minutos a fuego lento y se sirve caliente.
Espero que os animéis a preparar esta sabrosa receta y la disfrutéis mucho.

viernes, 17 de mayo de 2013

PASIÓN REPENTINA

...Sintió sus manos estrechando sus nalgas y prestas a recorrer su cuerpo por debajo de la ropa; sus labios fogosos pegados a los suyos...
    Aquella noche fresca de primavera, Emi y Olivia cenaron en casa de esta última y después, decidieron tomar una copa en un pub cercano al apartamento. Se llamaba El Oscuro y Olivia nunca había entrado allí, pese a que estaba en su misma calle. Cruzaron sus puertas y el lugar hacía honor a su nombre. Todo se vislumbraba en penumbras. La barra estaba a la derecha de la puerta de acceso y a la izquierda había una pequeña pista de baile. Sonaban blues y, nada más entrar, Emi se dio cuenta de que uno de los tipos que se apoyaba en la cantina era aquel melenudo de rostro lánguido al que identificara con Cupido la primera vez que se conocieron, hacía casi dos años LOS NUEVOS MUNDOS DE EMI ABBOTT. Se saludaron efusivamente y Emi, de forma habitual más pendiente de su propio ombligo que del resto del mundo, se olvidó de que su amiga existía y se puso a charlar con él. 
                            
    Olivia se quedó postrada sobre la barra, con la visión de la espalda de Emi y un botellín de cerveza como única compañía. Se bebió medio de un trago y se encaminó en dirección a los baños, pensando si merecía la pena quedarse en aquel lugar oscuro o apurar el resto de la bebida y marcharse a su casa. Fue entonces cuando escuchó un sonoro “¡guapa!” de una voz masculina desconocida. Volvió la cara, correspondió al piropo con una sonrisa amplia y continuó su camino. El hombre la siguió hasta la puerta de los baños.
    -¿Dónde vas? Este aseo es de señoras, aclaró a su admirador mientras abría.
   -A verte de cerca. Estás más hermosa que la primavera que acabamos de estrenar, le respondió él en tono solemne.
     -Déjame pasar, inquirió ella, decidida y seria.
    Lejos de obedecerla, el tipo se plantó delante de la puerta y estiró sus largos brazos, taponando la entrada con propósitos claros.
    -Lo haré con la condición de que te tomes una copa conmigo cuando termines -espetó el hombre, desafiándola y convencido del atractivo que despertaba en el sexo opuesto.
     Olivia lo examinó con descaro y asintió a su propuesta con una leve inclinación de cabeza. Jugar a las mojigatas no era lo suyo, y mucho menos, cuando tenía enfrente a un individuo tan bien parecido. El susodicho se retiró con un gesto galante y la invitó a entrar. “Si él se atreve a impedirme el paso para tratar de seducirme, yo puedo tomarme la licencia de mirarlo de arriba a abajo. Y no está nada mal”, pensaba satisfecha para sus adentros, ya en el interior del aseo.
   Se tomó un buen rato para atender sus necesidades fisiológicas, lavarse las manos y retocar ojos y labios con un maquillaje discreto. Lo hizo aposta, con la intención de comprobar si el galán tendría la paciencia suficiente para esperarla. Y, en efecto, la tuvo. Se lo encontró nada más salir, apoyado en el quicio de la puerta. Decidido, el hombre la cogió de la mano y no se separó de su lado durante el resto de la noche. Repetidamente, se besó con el fogoso desconocido en la zona oscura colindante a los baños. Volvieron a la barra justo cuando Emi se disponía a abandonar el local junto a su lánguido acompañante. Olivia propuso que se fueran los cuatro a El Maligno para tomar la última copa y todos aceptaron.
    Caminaron durante un buen rato por calles oscuras y estrechas del centro de Madrid. Emi y su amigo, charlando animadamente de música y libros. Olivia y el suyo, agarrados de la cintura, en silencio y mirándose embelesados. Llegaron al club, pidieron sus bebidas y se acomodaron en el sofá de la habitación azul. Una ventana cuadrada los separaba de la cabina del DJ.
     De repente, Olivia se vio sentada encima de aquel desconocido que empezaba a dejar de serlo; sintió sus manos estrechando sus nalgas y prestas a recorrer su cuerpo por debajo de la ropa; sus labios fogosos pegados a los suyos, mientras la lengua hurgaba en su boca regalándole besos profundos y henchidos de deseo... Sus pezones se despertaron al contacto de los dedos masculinos, entretanto disfrutaba de la sensación que le otorgaba el agua del placer bajando por su cuerpo y humedeciendo su sexo ardiente...
    Entregada a la pasión repentina y desinhibida, no se dio cuenta de que el DJ le estaba llamando la atención por su comportamiento. Primero con gestos discretos y después -una vez constatada su falta de atención- llamándola por su nombre. Fue Emi quien interrumpió la provocadora escena, golpeando la espalda de su amiga con los nudillos de los dedos de su mano derecha.
     Olivia reaccionó, se levantó y empezó a colocarse el cuello de la camisa y a estirar su falta, arrugada tras el fragor de la batalla. Emi le recriminó su actitud en tono seco.
    -No sé cómo te atreves a darte semejante lote en público. Yo me voy, y me gustaría que hicieras lo mismo. No entiendo por qué no te lo llevas a tu cama, con lo cerca que vives.
     -Tampoco tú te comportas de manera exquisita, le contestó con retintín. Te has encontrado a tu Cupido y me has dejado sola sin el menor miramiento. Mira por dónde, ahora voy a hacerte caso. Me marcho a casa con él. Dicho esto, cogió a su amante de la mano y se encaminó a la salida del club, no sin antes disculparse del DJ con un guiño de complicidad...                 

jueves, 2 de mayo de 2013

PLANTADOS DE CALABACÍN

    Un plato fácil de hacer e ideal para los pequeños de la casa
   La receta que traigo hoy a estas páginas, salida de la inventiva gastronómica de mi prima Simonetta DE SIMÓN A SIMONETTA, forma parte de los menús infantiles de los hoteles de lujo a los que ella asesora en su calidad de experta cocinera. Es ideal para los niños y, en concreto, para los que no les gustan las verduras. Los pequeños de la casa devorarán encantados estos calabacines, sin notar que su ingrediente principal son las temidas verduras. La receta resulta fácil de hacer y lo aconsejable es servirla como segundo plato o como cena. Enumero los ingredientes y explico, a continuación, cómo se elabora.
                         
INGREDIENTES para cuatro personas: dos calabacines, 250 gramos de harina tostada, un huevo, pan rallado, una loncha de jamón york y otra de queso de sándwich para cada plantado, aceite de oliva y sal.
MODO DE ELABORACIÓN:
El primer paso consiste en tostar la harina. Para ello se pone a calentar una sartén, se echa la harina y se remueve sin parar con una cuchara de madera hasta que tome color. Una vez conseguido esto, se retira del fuego y se reserva. A continuación se pelan los calabacines y se cortan en rebanadas de medio centímetro de grosor y unos diez centímetros de largo aproximadamente. Se cogen dos rebanadas o plantados y se les pone en medio una locha de jamón york y otra de queso. Ya rellenos se envuelven, en primer lugar, en la harina tostada que se había reservado; después, en el huevo batido y, por último, se rebozan con el pan rallado. El último paso es freirlos en abundante aceite de oliva hasta que tomen un color dorado. Finalmente, se escurren bien con la espumadera o, simplemente, se colocan sobre un plato con papel de cocina para que suelten el aceite sobrante de la fritura y se sirven calientes. Se pueden acompañar con una guarnición de patatas fritas o de arroz blanco.
     Espero que os animéis a preparar esta receta original y suculenta y la disfrutéis mucho.
     Feliz puente de mayo!!! (Y si es erótico, mejor)     

jueves, 11 de abril de 2013

EL QUECHUA

      ...La penetró hasta hacerla cabalgar cual amazona pletórica, calmando el vehemente deseo que los había arrastrado hasta allí...
     Eran más de las 8 de la mañana, razón por la que Emi decidió telefonear a su hija para avisarla de que llegaba acompañada por un desconocido: El Montañero, sin otro motivo que el IMPETUOSO DESEO de ser acariciada que brotaba de cada uno de los poros de su piel.
    El taxi alcanzó su destino, aparcó y El Montañero pagó mientras Emi rebuscaba las llaves en el fondo de su enorme bolso, lleno habitualmente de fruslerías. Se bajaron, ella abrió la puerta del edificio y señaló hacia el ascensor con un gesto. Accedieron a su interior, Emi pulsó el botón del séptimo piso y él la atrajo hacia sí de forma súbita. La subió a sus caderas, sujetándole el trasero con ambas manos y situando la boca en el canal de los pechos. Ella se desabrochó la camisa, levantó el sostén y dejó al aire sus pequeñas y prominentes protuberancias. Y aquel hombre moreno de dura musculatura, entre indio y gitano, mordisqueaba los montículos y lamía sus cumbres. Los gemidos femeninos silenciaban el sonido de la máquina elevándose.
     Al pararse en la séptima planta, justo frente a la puerta del amplio piso donde Emi reside junto a sus dos hijas adolescentes, El Montañero la empotró entre las paredes del estrecho ascensor y la besaba con ardor al tiempo que hincaba con fuerza en su pubis el esplendor de su virilidad enhiesta. Ella se estremecía de placer solo con pensar en la fogosa aventura que ya empezaba a disfrutar.
                    
     Abrió la puerta de la vivienda y entraron con sigilo. Al llegar al salón, el hombre se detuvo para decirle: “¡qué vistas más bonitas!”. Le hizo gracia el comentario. El amanecer entraba a raudales por la cristalera de la estancia. De allí se fueron a la cama. Cuando él se estaba desnudando, su compañera ya se había refugiado bajo el edredón del lecho.
     -¿Me lo quito todo?, dijo El Montañero.
     -Lo que tú quieras, le contestó Emi.
     La visión del falo brillante y oscuro le despertó un deseo que toda mujer ha experimentado alguna vez: el de sentir un instrumento de semejante calibre penetrando su boca hasta las profundidades más hondas. Desde los tiempos del DESPERTAR SEXUAL DE EMI ABBOTT estaba acostumbrada a hacer inmensamente feliz a El Polaco con la práctica de la felación. Dotada de una garganta adiestrada para tales proezas, tuvo claras sus ganas de provocar un gozo similar en aquel moreno agitanado de ojos verdes que la había acompañado durante gran parte de la noche.
    Sin embargo, no le resultó posible: no supo relajarse ni concentrarse para conseguir que sus músculos dejaran paso a tamaño invitado. A su propietario no pareció molestarle el tropiezo. Agarró a Emi, se tumbó en la ancha cama, la colocó sobre su cuerpo y la achuchó contra su pecho. La besó en los labios y pellizcó sus mejillas al tiempo que pronunciaba estas palabras: yo sí voy a darte lo que tú quieres, todo será para ti.
    En esa postura, ella sobre él, la penetró hasta hacerla cabalgar cual amazona pletórica, calmando el vehemente deseo que los había arrastrado hasta allí. Emi gozó en silencio para que no la oyeran sus hijas. Como amplificadores, los gritos y gemidos reprimidos en su garganta multiplicaban las vibraciones de su cuerpo sobre la poderosa herramienta que no perdía su vigor.
     Las horas pasadas podrían contar la historia del árbol que se hundía en la tierra húmeda y salía de ella hasta hacerla florecer como una radiante primavera. La lluvia cayó sobre el prado y el sol desapareció tras un tierno beso de despedida...
    Cuando Emi salió de la habitación, un rato después de que su amante se marchara, la menor de sus hijas la esperaba en el salón.
     -¿Qué tal con tu amigo, mamá? ¿Cuándo lo has conocido? ¿Volverás a verlo? ¿A qué se dedica?, preguntaba incesante la joven con gesto sonriente y tono entre sorprendido y atolondrado.
     -Muy bien. Es montañero y así lo llamo. Lo he conocido esta noche y no sé si volveré a verlo. ¿Algo más?, inquirió Emi con una sonrisa pícara.
      -No. bueno, sí. Ese chico es quechua. Por tanto, su nombre debería ser El Quechua, ¿no crees?
       -¿Por qué lo dices?
       -Porque lo ponía en su sudadera, me he fijado bien cuando salió. Y además, tiene cara de eso, de quechua, ¿o no?
       -Así es. El Quechua, repitió Emi varias veces mientras se dirigía a la cocina.
       En los días sucesivos, tal como solía hacer con los amantes que le dejaban huella, Emi lo buscó en la calle y en los bares, en el mundo real y en el universo digital...

sábado, 30 de marzo de 2013

TORRIJAS, UN CLÁSICO DE LA SEMANA SANTA

     El sabor de la cocina casera  en una golosina de leche y miel
    Hoy he preparado el más clásico de los dulces de Semana Santa: torrijas. Mi madre, que es una gran cocinera, me ha dado la receta con su peculiar estilo, es decir, a cálculo. Ella se mete entre fogones y no entiende de más medidas que la experiencia y el instinto. Tampoco tiene respuesta para los tiempos de cocción. “La miel tiene que hervir un ratito”, me dice. "¿Cuánto, cinco minutos, por ejemplo?", le pregunto. "No sé, eso lo ves tú, cuando esté un poco espesita..." Me he arriesgado a hacerlas tal como ella me lo ha explicado, sin tiempos ni medidas. Una vez terminadas y probadas, os confirmo que me han salido deliciosas. He tenido la precaución de tomar todas las medidas de los ingredientes que he utilizado, para escribir la receta de forma que no presente problemas ni dudas a la hora de su elaboración. He comprado un pan especial para torrijas, lo he cortado y me han salido, exactamente, 17 unidades. Enumero los ingredientes y, a continuación, explico cómo se elaboran.
                          
   MODO DE ELABORACIÓN: Se pone la leche al fuego en una cacerola y se le añade el azúcar, la canela en rama y la cáscara de limón. Cuando empiece a hervir se retira del fuego, se deja enfriar y se reserva. A continuación se parte el pan especial para torrijas en rebanadas gruesas, de algo más de un dedo de espesor. Estas rebanadas se mojan por ambos lados en la leche que teníamos reservada una vez que esté fría y se dejan reposar durante media hora aproximadamente. Transcurrido ese tiempo se pone aceite de oliva al fuego en cantidad suficiente para freír y se le echa una cáscara de limón para que le dé sabor. Cuando el aceite esté caliente, se retira el limón y se deja a fuego medio. En un plato hondo se baten los cuatro huevos, se mojan en ellos las torrijas, una a una, y se van friendo en el aceite hasta que adquieran un tono dorado. Una vez fritas toca el último paso: el enmelado. Para ello se pone la miel al fuego y se deja hervir unos cinco minutos. Se retira del fuego y, en ese mismo momento, con la miel caliente, se van mojando en ella las torrijas por ambos lados y colocándose en la fuente donde vayan a servirse.
  Las torrijas constituyen un postre delicioso y nutritivo. Su elaboración no es nada complicada, aunque requiere lo de siempre: paciencia. Os animo a prepararlas en casa. Salen mucho más ricas y, por supuesto, más económicas que las que se venden en la calle. ¡A cocinar y a disfrutar!