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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 16 de diciembre de 2012

LA CITA DE KATTY LLOYD

 ...Cuando ella se regodeaba por el éxito de la cita, aquel hombre sensible y romántico empezó a mirar el reloj...
    Katty Lloyd se perdió una noche de juerga con Emi Abbott y Wynie Smith porque tenía una cita con un diseñador gráfico. Lo había conocido en la agencia publicitaria para la que trabajaba y, desde el momento en que se lo presentaron, el tipo se mostró atento y solícito con ella. Quizás demasiado: no paraba de halagarla y dedicarle miradas ávidas de deseo. Aunque no le gustaba mucho físicamente porque era calvo y bajito, le caía muy bien y, en las varias conversaciones que sostuvieron, confirmó que tenían sensibilidad y afinidades comunes. Él le pidió su número de teléfono y al día siguiente la llamó para proponerle una cita. Katty notó el deseo en su voz y aceptó la oferta. Hacía bastante tiempo que no mantenía relaciones sexuales y no estaba por la labor de rechazar un plan que, en principio, parecía muy fácil. No obstante, llamó a su jefa -y sin embargo amiga- Estefanía UN AVE FÉNIX LLAMADA KATTY LLOYD para pedirle informes sobre el individuo. Fue entonces cuando se enteró de que estaba casado, aunque su informante le aseguró que se trataba de un matrimonio ya fracasado. Que compartía con su esposa el domicilio familiar con el propósito de no duplicar el gasto en tiempos de crisis, pero que hacían vidas separadas...Y que no le diera importancia al hecho porque se trataba de un hombre libre, pese a no haber roto el vínculo matrimonial. Total, que la convenció, aunque el fantasma de una relación con un hombre casado pululaba por su mente cual nube gris que enturbiaba sus deseos de vivir un encuentro fogoso... AVENTURAS EN LA NOCHE
                         
      Katty se presentó guapísima al club donde habían quedado al filo de la madrugada. El diseñador la piropeó, la invitó, la mimó... Ella se encontraba feliz y se dejaba llevar, encantada de sentirse tan admirada... Disfrutaba sin prisas de aquellos momentos especiales. En teoría, la noche era muy larga. O al menos, eso esperaba...
     Agotadas ya las bebidas de ambos, su acompañante le propuso que tomaran otra copa en su estudio, cercano al bar donde se hallaban. Ella asintió y salieron a la calle. Él la agarró por la cintura mientras paseaban... Se besaron antes de entrar y la temperatura de ambos fue creciendo en la intimidad de aquellas paredes profusamente adornadas de cuadros y dibujos. Él la desnudó con parsimonia y besó su cuello y sus pechos con ternura... Tocó su sexo húmedo y lo acarició con maestría... Y cuando ella se regodeaba del éxito de la cita, aquel hombre sensible y romántico empezó a mirar el reloj. Katty lo pilló en ese gesto reiterativo y le preguntó qué ocurría.
     -Lo siento, pero estoy casado y tengo hora de recogida. Debí habértelo dicho.
     -Ya lo sabía, aunque me temo que me informaron mal. ¡Mierda!, masculló
     -No te enfades, for favor. ¿Por qué lo dices? ¿Quién te informó?
   -A esto último no voy a contestarte. Sobre el resto, me aseguraron que estabas separado de hecho, aunque compartías casa con tu mujer por motivos económicos. 
    -Más o menos, así es. No obstante, me echa la bronca si llego tarde a casa.
   -No me interesan los pormenores de tu vida conyugal. El caso es que eres un hombre casado y como tal te comportas, le recriminó Katty. Me pongo las bragas y me marcho. Esta fiesta ha dejado de gustarme, refunfuñó.
    Se vistió y abandonó con premura aquel lugar, haciendo caso omiso a las palabras del hombre, que trataba de retenerla y de hacerle entender su complicada situación. Mientras esperaba al taxi, recordaba la experiencia de su amiga Wynie Smith con Ése EL ANSIA DEL AMOR PROHIBIDO Y ESQUIVO y se vio a sí misma como antes la viera a ella: enfadada cuando su acompañante empezaba a preguntar la hora. “Al menos, Ése se marchaba cuando Wynie ya estaba satisfecha. Yo ni siquiera he tenido tal suerte”, se maldecía. “Ya me advirtió ella de que no confiara en los tipos que afirmaban estar malcasados y seguían viviendo con la legítima. Que razón tenía”, balbuceó al subir al taxi y cerrar la puerta con un fuerte golpe.                                                                                                      

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