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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 9 de diciembre de 2012

EL GRANDULLÓN

Se dejaba querer y se arrastraba a los envites de una atracción sorpresiva...
   Antes de aquella noche, Wynie nunca había pensado en El Grandullón UN MASAJE DE LARGO RECORRIDO como una posible pareja sexual, y no porque no le gustara. Más bien al contrario. Físicamente pertenecía al tipo de hombre con el que ella no solía rehusar una aventura: era muy alto y corpulento, de piel blanca, cabellos rubios y ojos azules. Sin embargo, el hecho de congeniar con él desde el momento en que se conocieron y haber pasado juntos muchas noches de juerga propició que pensara en ese hombre más como amigo o colega de la noche que como amante. Hasta que sintió las caricias de sus manos expertas, precisamente una mañana en que estaba muy cansada, solo quería dormir y no tenía ganas de sexo. Y él, aparentando respetar sus deseos, le susurraba al oído que se relajara y se durmiera. No obstante, actuaba en sentido inverso al que indicaban sus palabras, y sus largos dedos seguían explorando con suavidad y maestría cada rincón de un cuerpo que se volvía sumiso, se dejaba querer y se arrastraba a los envites de una atracción sorpresiva e irreconocible.
                       
   El Grandullón se desnudó completamente ante los incipientes gemidos de su compañera. Se tumbó a su lado en la cama, la atrajo hacia su cuerpo y llenó su boca de besos profundos y ardientes... Mientras, sus dedos continuaron el recorrido parsimonioso por la senda del deseo, atravesaron las protuberancias montañosas, cruzaron el valle y se adentraron en el bosque humedecido por la lluvia que segregaba el firmamento del placer. Sintieron el calor apoderándose de sus cuerpos y vislumbraron el sol del verano que arrojaba rayos de fuego sobre la piel sudorosa...
    Inmersa en las nuevas y gratificantes sensaciones, Wynie no le dio importancia al escaso tamaño del pene de su compañero. Había disfrutado tanto antes de percibir tal inconveniente que ni siquiera le afectó. De hecho, le resultaba milagroso que la escasez se trocara en abundancia, y que un miembro tan pequeño pudiera provocar un éxtasis tan grandioso como el que estaba sintiendo...
   Un sueño profundo los invadió después de amarse. Pasaron las horas, descansaron los cuerpos y las penumbras del atardecer tiñeron de gris las paredes que los rodeaban.
   Wynie se despertó sedienta. Bebió un litro de agua a tragos rápidos, impaciente por saciarse. Llenó la jarra, cogió dos vasos y lo colocó todo sobre una bandeja, que depositó sobre la mesa que había junto a la cama. Volvió a meterse entre las sábanas y sintió los brazos de El Grandullón que rodeaban su cuerpo y lo apretaban contra su pecho. Él abrió los ojos lentamente y le sonrió. Se incorporó en la cama y bebió dos vasos de agua del mismo modo que ella: ansioso por calmar la sed. De nuevo pegados, la lengua del hombre inició una travesía por el sendero que surca el pecho femenino, baja por el vientre y se adentra en la intimidad más profunda. Y el cuerpo de ella vibró y tembló al tiempo que el clímax tersaba sus piernas y provocaba gemidos gozosos... Con la intención de prolongar el momento, se encaramó encima de El Grandullón y, cual amazona galopando al ritmo de los sonidos del amor, lo sintió dentro de su cuerpo...
    Ninguno de los dos había articulado palabra desde el día anterior. Wynie saboreaba el relajo propio de un doble orgasmo recostada en el pecho mullido de El Grandullón. Rememoraba entonces la conversación que mantuviera meses atrás con sus amigas y que fue, precisamente, la misma que inauguró este blog: ¿EL TAMAÑO IMPORTA? La experiencia vivida reforzó lo que ya pensaba entonces: que en el sexo, la boca o las manos pueden jugar un papel tan importante como el órgano viril. De hecho, acababa de tocar el cielo junto a un hombre que la tenía pequeña... Y con él estuvo hasta que las obligaciones cotidianas de ambos lo permitieron.  
    Os animo, queridos lectores, a continuar el debate abierto sobre este tema con vuestros comentarios. Wynie me confesó que, en algún momento de su periplo amatorio con El Grandullón, se reía para sí misma recordando el refrán de "hombre grande, pene pequeño y viceversa", que en el caso de su último amante se cumplía a rajatabla... ¿Creéis que este dicho se cumple en la mayoría de los casos?                                

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