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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


viernes, 28 de diciembre de 2012

EL SEXO SIN PRELUDIOS

...De pie, era capaz de sostenerla abrazada a su cuerpo y hacerle que sintiera su miembro grande y duro golpeando con destreza el interior de sus entrañas... 
    Wynie estaba sola en casa esa noche de viernes. No tenía a su hijo y no pensaba salir. Emi andaba muy ocupada con su trabajo, Katty con El Psiquiatra EL AMOR DE SU VIDA y, respecto a Olivia, sufrían un profundo desencuentro ocasionado por El de 28 y unas fotografías... AMIGAS, HOMBRES Y CELOS
    Pensó en echarse en la cama unas horas y despertarse en mitad de la madrugada para salir a El Maligno a tomar algo. Se tomó un vaso de leche caliente, se tumbó y cerró los ojos. Intentó quedarse dormida sin conseguirlo. Más bien, podría decirse que no tuvo tiempo de hacerlo. Sonó el teléfono y se levantó a cogerlo. Era El Profesor de Matemáticas EL AMANTE DURADERO  Le indicó que estaba en su bar habitual, cercano a la casa de ella, y que le gustaría mucho verla. Wynie le hizo saber que no estaba preparada y que tendría que esperarla más de una hora.
                             
    -¿No quieres invitarme a tu apartamento? Estaré más cómodo sentado en tu sofá.
   -Tu sí, pero yo no. Y en este caso, si me lo permites, soy la que decide. Prefiero que nos veamos en la calle, aunque tendrás que ser un poco paciente. Si estás cansado de ese local, elige otro.
    -No importa. Me quedo aquí, pero no tardes mucho.
    -Ya te lo he dicho. Alrededor de hora y media. No pudo arreglarme en menos tiempo. Ya lo sabes...
    “Y tanto que lo sé”, lamentó El Profe para sus adentros. Era consciente de que llevaban más de dos años viéndose y ninguno de los dos cambiaba sus hábitos para congraciarse con el otro. Wynie le insistía en que, si no quería esperarla en el bar, la llamara un día antes para concertar una cita a la que acudiría puntual. Y él persistía en telefonearla solo cuando ya estaba en la calle y se acordaba de ella, probablemente porque no le había surgido otro plan más interesante. Así solían iniciarse sus encuentros: con la sempiterna discusión de “no tardes mucho en arreglarte”, “si me hubieras llamado antes”, “invítame a tu casa”, “espérame en el bar”.
    El Profe se resignó a permanecer por un tiempo indefinido sentado en el incómodo taburete de aquella barra. Se había propuesto desde el verano reducir al mínimo su consumo de alcohol y pidió una cerveza en lugar del clásico güisqui. Sacó del bolsillo de su camisa un ajedrez electrónico y se dispuso a matar el rapo desarrollando estrategias para derrotar a la pequeña máquina. Wynie, por su parte, tomó una parsimoniosa ducha, se enfundó el modelo que comprara una tarde rabiosa por los desplantes de EL TUITERO y se maquilló, como era su costumbre, en tonos muy suaves. Llegó al bar cuando él intentaba que la máquina no le ganara la segunda partida. La vio entrar, apagó el aparato, lo guardó y salió a su encuentro. La piropeó con galantería y la besó en las comisuras de los labios.
    Wynie alabó la decisión de su amante de reducir el consumo se alcohol y se alegró de que no tuviera, como siempre, unas copas de más. Ello implicaba que no tendría que estar todo el tiempo quitándole las manos de encima. No le gustaba que nadie la tocara en público. NOCHES ARDIENTES  Hablaron de las vacaciones y del trabajo, de política y de literatura. Nada acerca de sus vidas privadas. Después de pasar un largo rato en el mismo local, se encaminaron hacia la casa de Wynie y, a petición de ésta, se sentaron en una terraza cercana a su apartamento. Pidieron unos refrescos y siguieron conversando. La media luna presidía una noche estrellada con una temperatura que invitaba a degustarla....
   El Profe no quitaba los ojos de los pechos de su compañera ni dejó de piropearla con frecuencia. No llegó a tocarla pero se dedicó a excitarla con frases del tipo “estoy deseando tener tus pezones en mi boca”, “pienso en tu cuerpo desnudo y se me pone más dura que una piedra” o “te voy a subir encima mía y te voy a cruzar entera con mi verga...”
    Precisamente esto último fue lo que hizo nada más llegar. Se desnudaron en medio del salón y él, de pie, la cogió y la encaramó a su cuerpo, atravesando su interior con la poderosa herramienta enhiesta. Sin prolegómenos distintos a esos besos profundos que se regalaban, lenguas enroscadas casi chocando las gargantas y respiraciones entrecortadas. Aunque no le ocasionaba dolor, a Wynie no llegaba a convencerla ese sexo sin preludios, sin caricias ni tocamientos que precedieran al momento cumbre. Ese instante que sentía como un torrente penetrando su interior y provocando que vibrara y se estremeciera al alcanzar el objetivo. Sin embargo, pocos había conocido con la potencia y la grandilocuencia de El Profesor de Matemáticas. El hombre que, de pie, era capaz de sostenerla abrazada a su cuerpo y hacerle que sintiera su miembro grande y duro golpeando con destreza el interior de sus entrañas. Una y otra vez. Hasta sucumbir de placer y contemplar las paredes de la casa balancearse al ritmo de las estremecidas de su ser...

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