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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 30 de diciembre de 2012

EL BESO INTERMINABLE

...Fue un beso grandioso, tímido y tierno en sus inicios, que se iba haciendo apasionado y hondo...
   Después de unos minutos sentados, el extranjero abrazó a Katty y la besó largamente en la boca. EL CABALLERO MISTERIOSO Fue un beso grandioso, tímido y tierno en sus inicios, que se iba haciendo apasionado y hondo conforme el hombre se percataba de que el recato desaparecía de los labios de su compañera. Allí, en aquel banco, en medio de la calle transitada, Katty se sintió admirada y deseada, querida y respetada, amada e incluso adorada. Tras el largo beso, entrecerró los ojos y permaneció quieta y callada unos minutos. Pensaba en el desconocido que la había hecho sentirse tan inmensa, tan poderosa, tan mujer. Solo por un beso. Porque el tipo no se había atrevido ni siquiera a rozar ninguna de sus zonas erógenas. Ese hecho la incitaba a pensar que estaba ante una buena persona, al mismo tiempo que la voz de su raciocinio le pedía que no confiara, que no se dejara llevar, y le rogaba que no subiera a casa del hombre. Que podía ser un espía, o tener cámaras ocultas para grabarla mientras se amaran y vender las imágenes, e incluso colgarlas en Internet. O también podía ser un terrorista, o un traficante de drogas, “quién sabe qué”, pensaba, y debió transmitirle sus pensamientos a través del silencio. El hombre tomó sus manos de anuncio entre las suyas y la miró fijamente a los ojos.
                          
   -No temas, Katty. Soy una buena persona. No te preocupes por lo que hago. Al fin y al cabo, no es nada más que un trabajo. Recibo muchas llamadas al móvil y tengo prohibido apagarlo. Viajo mucho, de una punta a otra del mundo, me hospedo en buenas casas y siempre hay dinero en ellas. Me lo has escuchado antes. Dejé de contar cuando llegué a los cuatro mil euros. No importa, el dinero no importa. Lo único que importa es el amor. Y el cariño, y la familia, y los amigos… Esas cosas normales que tiene la mayoría de la gente, y de las que yo carezco. A cambio, dispongo de mucho dinero. Más del que puedo gastarme y del que cualquier persona de clase media se atrevería a soñar.
  -Mira, no sé quién eres ni a qué te dedicas, pero nada de lo que hablas me suena a normalidad. Me marcho, Paulo. Bastantes problemas tengo con los míos.
   Dicho esto, se levantó del banco y se encaminó apresuradamente calle abajo.. Él la siguió. Sintió el ruido de sus pasos y el olor inconfundible de su aliento que, cual aureola invisible, cubría sus sentidos por completo. Volvió la vista y se topó con la penetrante mirada de sus ojos negros… Con el deseo que brotaba de aquellos labios rojos, carnosos y húmedos. Sin palabras, el extranjero la estrechó entre sus brazos y volvió a besarla con esa intensidad que le pertenecía en exclusiva, y a la que ella ni sabía, ni quería ni podía resistirse.
    Siguieron caminando en silencio. Él intentó llevarla de la mano, pero ella se zafó en un gesto instintivo y la escondió detrás de su espalda. Con idéntico gesto instintivo, el hombre aprovechó para abrazarla. Katty volvió a sentir en su cuerpo la fuerza de sus músculos duros. Y, como antes sucediera con sus besos, tampoco supo, ni quiso, ni pudo resistirse. Así continuaron el paseo, ella con su abrazo irresistible, ambos con el silencio mutuo. Silencio queKatty interrumpió para pedir a su acompañante que se pararan en algún bar a tomar algo, porque tenía sed, y él, que continuaba abrazándola, siguió también insistiendo en que subieran a su casa.
  -Acompáñame un rato, por favor. Quiero estar más tiempo a tu lado y los bares no me gustan. Hay de todo en mi casa, ya te lo he dicho. No te haré daño, ni nada que tú no quieras. Te lo juro. ¿No puedes confiar en mí? ¿Tan mala persona te parezco?
   -No, no es eso. Se trata de algo mucho más simple. No subo a casas de desconocidos. No insistas más, por favor. No subiré, espetó muy decidida.
   -De acuerdo. ¿Dónde vas tú? Permíteme acompañarte.
   -A mi casa. Y puedes acompañarme, pero solo hasta la puerta. No consentiré que entres, así que debo asegurarme de que no te pondrás muy pesado. ¿Podrás hacerlo?
   -Desde luego. Como tú digas, princesa, balbuceó.
  -¿Estás sordo, o no entiendes mi idioma? Como vuelva a escuchar ese cuento de la princesa, saldré corriendo y no podrás detenerme.
   -De acuerdo, de acuerdo. No volveré a llamarte princesa, pero sigo sin entender por qué te molesta tanto. ¿Vas a contármelo?
   Katty persistió en su negativa negando con la cabeza. Odiaba que la llamaran princesa porque le recordaba a su segundo ex marido, al padre de su hijo, pero no se lo dijo. A cambio, volvió a pedirle que le desvelara su misteriosa identidad. 
    -Cuéntame tú antes quién eres y por qué te alojas en el Consulado de tu país.
    -Ya te dije que no puedo hablar de mi trabajo. Gajes del oficio. No quiero perjudicarte y podría hacerlo si te convierto en partícipe de mis asuntos...

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