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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 9 de diciembre de 2012

UN MASAJE DE LARGO RECORRIDO

    ...El agua del deseo brotaba de cada uno de los poros de su piel...
    Aquella noche, Wynie Smith acudió con sus amigas a El Maligno y se encontró con El Grandullón nada más entrar. Hacía varios meses que no se habían visto. Se conocieron en el mismo lugar un par de años atrás, en los tiempos en que EMI, WYNIE, KATTY Y OLIVIA empezaron a frecuentar el club. A las cuatro les parecía un tipo divertido y ocurrente y solían pasar largos ratos con él. A Wynie le gustaba, aunque nunca se había planteado que entre ellos pudiera haber algo más que unos encuentros casuales, unas copas compartidas y unas cuantas risas. Él, que era de su misma edad, tenía una novia muy joven a la que solía llevar a aquel lugar privado y exclusivo, donde la muchacha no podía acceder por sus propios medios puesto que no era amiga de M., el dueño, y únicamente entraba en su calidad de pareja de El Grandullón, asiduo cliente del local. Esa madrugada, Wynie lo vio solo en la barra y tuvo la impresión de que su joven novia no estaba allí. Se lo confirmó él mismo de modo instantáneo, al recibirla con un fuerte abrazo y besarla en la boca.
                               
   -Andas muy fogoso esta noche, grandullón. Deduzco que has venido solo.
   -Estoy solo, contestó él, a secas.
   -¿Y eso? ¿Te ha dejado la novia?, inquirió ella riendo irónicamente.
   -No, la he dejado yo. Ayer mismo. No estoy preparado para tener una relación seria y estable, que es lo que ella quería. Soy infiel por naturaleza. Me resulta imposible entregarme a una sola mujer... Siempre acaban pillándome, como ha ocurrido ahora.
  -Entonces, te dejó ella. Acabas de decirme que lo hiciste tú, le recordó Wynie con retintín.
  -Te lo he dicho y lo confirmo, reiteró él. La dejé yo. Mi novia encontró un tanga femenino entre las sábanas de mi cama y montó en cólera. Después de vociferar sus cuernos lo más alto que fue capaz e insultarme con todos los improperios que se le ocurrieron en medio de su ataque de histeria me aseguró, recostada en mi hombro y llorando desconsolada, que estaba dispuesta a olvidar el asunto y a mantener la relación que teníamos como si nada hubiera ocurrido, pero yo me negué. Cada día tengo más claro que lo de la pareja estable no va conmigo.
    -Pues ya somos dos pensando lo mismo, le contestó ella. Espíritus libres como el viento, apuntó luciendo una sonrisa coqueta en sus labios sugerentes, perfilados de rojo pasión.
    Siguieron hablando, bebiendo y riendo en la habitación azul mientras Emi, Olivia y Katty bailaban en el salón. Avanzaba la madrugada y él le pidió que lo acompañara al cuarto de baño.
    -¿Es que piensas meterme mano?
    -En principio, no. Quería invitarte a otras cosas pero también puedo meterte mano, si lo deseas, aclaró El Grandullón. Ya sabes que me pones mucho.
     -Ni lo sabía ni quiero enrollarme contigo. Me caes muy bien pero no me atraes desde el punto de vista sexual. Te recomiendo que olvides lo de meterme mano.
    -Tú te lo pierdes. Vamos a lo otro, entonces, insistió.
    Pasaron las horas. Emi, Olivia, y Katty pusieron fin a la fiesta y se marcharon. Wynie permaneció junto a El Grandullón, charlando y riendo. De la habitación azul pasaron al salón de baile. Quedaba ya muy poca gente en el local y M. abrió las ventanas para avisar a los noctámbulos incansables de que el sol de un nuevo día lucía en lo alto del horizonte. WynieEl Grandullón dieron por terminada la juerga y salieron juntos a la calle. Ella tomó el camino de su domicilio y él la siguió. Wynie no le dijo nada porque pensó que se dirigía al metro, en la misma dirección.
  -Hasta luego, nos vemos otro día, quiso despedirse cuando alcanzaron la boca del suburbano.
     -¿Así me tratas? No quiero irme solo a mi casa. Invítame a la tuya, por favor.
     -No me apetece tener sexo contigo. Te lo he dicho antes. Y a estas horas, cansada y sin dormir en toda la noche, me temo que con nadie, apuntó.
     -De acuerdo. Prometo no tocarte, aseguró él.
    Wynie accedió. Entraron en la casa y se tiraron en la cama, vestidos. Él le quitó los zapatos y empezó a masajear suavemente sus pies descalzos.
     -¿Tienes crema?, le preguntó.
     -Sí. ¿De qué tipo?
      Del que quieras. Es para ti, rió él.
     Wynie le dejó un tarro de crema hidratante de Aloe Vera y El Grandullón se dispuso a desnudarla. Ella cerró los ojos y sintió las manos grandes del hombre deslizarse por toda la superficie de su cuerpo hidratado por la crema y humedecido por el agua del deseo que brotaba de cada uno de los poros de su piel...              

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