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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 29 de diciembre de 2012

PLACENTERA DOMINACIÓN

     ...Deslizó la mano derecha por el vientre femenino y palpó con las yemas de los dedos el clítoris mojado...
    Ese sábado, El profesor de Matemáticas rompió su costumbre de llamar a Wynie con la noche avanzada y tener que esperarla en el bar habitual el tiempo que ella necesitaba para arreglarse, que no solía ser inferior a la hora y media EL SEXO SIN PRELUDIOS. La telefoneó a las 8 de la tarde y se citaron a las 10. Ella, fiel a su hábito de hacerlo esperar, se presentó un cuarto de hora tarde. Nada más verla llegar, el caballero se levantó y corrió a saludarla con un apretado beso en la mejilla y una mirada ávida a los pechos redondos que sobresalían del generoso escote de un vestido ceñido hasta la cintura y con falda de vuelo.
    -Anoche soñé contigo, le confesó al tiempo que tomaban asiento en la barra.
    -¿Por eso me has llamado? ¿Qué soñaste?, lo interrogaba ella.
   -Que saboreaba tus preciosos pechos. Los lamía lentamente, tus pezones se empinaban y me excitaba con tus gemidos. Se me ponía dura como una piedra y te penetraba frente al espejo. Me corría con la visión de tu cara extasiada por el placer. Me desperté mojado y comprobé que mi semen se había esparcido por toda la cama, relataba con los ojos encendidos de deseo.
                           
   -Ya. El motivo de tu llamada está claro, comentó ella en tono indiferente.
   -Llevo todo el día pensando en ti. En lo bien que lo pasamos juntos y no solo en la cama. Verte me agrada, nuestras conversaciones me divierten y el tiempo que estoy a tu lado transcurre volando.
    -Me halaga que me lo digas. No sueles expresar tus sentimientos.
   -Tampoco tú lo haces. Hoy quiero recordarte que hace tres años que empezamos con esta relación, o como quieras llamar a lo que hay entre nosotros, apuntó él. 
   -El nombre no importa. Para mi, eres EL AMANTE DURADEROEmi siempre dice que nos vas a durar más que El Polaco.
    -Lo que diga tu amiga me la trae al fresco. Quiero saber lo que sientes tú.
   -Acabo de decírtelo. En todo este tiempo has sido el único de mis amantes al que sigo viendo. Los demás han pasado por mi vida con la fugacidad del rayo, indicó ella.
   -Lo celebro, expresó él, con el gesto sonriente y su copa de vino levantada para brindar.
    Wynie lo secundó y ese brindis fue el preludio de una noche mágica. El profe, después de invitarla a cenar, la llevó a una elegante coctelería del centro de Madrid y pidió una botella de champán. Sentados en un cómodo sofá para dos, sus bocas intercambiaban bebida y besos y sus ojos desprendían destellos de deseo. Estuvieron varias horas así, las lenguas enredadas, los piropos cruzados y las manos entrelazadas. Vaciaron la botella de champán y salieron al exterior. Una fina lluvia mojaba el asfalto y Wynie se estremeció de frío. Él la tomó entre sus brazos y la llevó pegada a su cuerpo hasta la puerta de su casa. Mientras ella abría el portal del edificio, le preguntó si lo invitaba a dormir.
     -¿Tú qué crees?, le devolvió ella la pregunta adornada por el sonido de una carcajada.
    El profe extendió sus brazos, la tomó por la cintura y la encaramó a su cuerpo. Cargó su peso hasta la misma puerta del apartamento. La bajó para que abriera y, nada más entrar, le pidió que se quitara la ropa.
    -Quítamela tú, le pidió ella.
    Él volvió a cogerla, la llevó en brazos al cuarto de baño y la situó frente al espejo. Se colocó detrás y empezó a desnudarla al tiempo que besaba su cuello y tomaba los pechos con sus grandes manos. Al escuchar los primeros gemidos, deslizó la mano derecha por el vientre femenino y palpó con las yemas de los dedos el clítoris mojado. Se desnudó por completo y el espejo le devolvió a Wynie la imagen de la poderosa herramienta de su amante formando un ángulo recto con el torso.
    El hombre puso a la mujer con las manos agarrando el lavabo mientras la sujetaba por las caderas y la penetraba por detrás. El placer aparecía dibujado en los rostros de ambos que les mostraba el espejo y los jadeos rompían el silencio de la noche. Marcando la cadencia del coito, él entraba y salía de su interior mientras ella relajaba su ser entero para entregarse por completo a las sensaciones de aquella dominación sensual y placentera. Estallaron de júbilo al unísono y él se derramó sobre la espalda de ella. La abrazó y le susurró al oído que ninguna mujer lo hacía tan feliz. Se amaron durante el resto de la noche y parte de la mañana del domingo. En el baño, en el sofá, en la cama y sobre la mesa de trabajo de ella. Él se despidió con un beso profundo y una petición: “no quiero que pase un mes hasta que volvamos a vernos”. Ella le abrió la puerta sin palabras. Sus labios lucían una amplia sonrisa.

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