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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


viernes, 28 de diciembre de 2012

EL SEXO ANAL

La Dulce Alicia notaba que el sexo anal se había convertido, para El Turco, en el mayor aliciente de la relación que mantenían...
   Los fogosos encuentros eróticos-culinarios entre LA DULCE ALICIA y El Turco se sucedían un sábado de cada dos. Ella recibía gozosa al amante exótico que le proporcionaba mucho placer y ningún problema. La amaba con pasión y la trataba con ternura. Los instintos básicos del animal que la poseía en la cama se transformaban en los corteses modales del caballero que preparaba la cena y la servía a su dama en la mesa. Alicia era feliz: había conseguido el tipo de relación que pretendía y dejó de preocuparse por las advertencias de su hermana y sus amigas, quienes insistían en que extremara las precauciones por el hecho de que su amante era turco. LA PASIÓN TURCA DE LA DULCE ALICIA
    Una de aquellas noches, tumbados en el sofá después de cenar, El Turco desnudó a Aliciay la sentó sobre sus piernas. Al tiempo que la besaba, introdujo su dedo índice en el ano femenino y, tras cerciorarse de que a ella le gustaba por el incremento de sus gemidos, balanceó el dedo en su interior con la intención de dilatar el orificio para facilitar el paso de su tremenda herramienta en erección.
                             
    Alicia no practicaba el sexo anal desde los años felices de la relación con su ex marido. Había pasado más de un lustro de aquellos tiempos. Y en esa primera vez con El Turco, la mezcla de dolor y placer provocó que un fuerte alarido se escapara de su garganta. El hombre acarició sus cabellos rubios y la atrajo con vehemencia hacia su cuerpo, su potente virilidad introducida por completo en el trasero de Alicia.
   El interior femenino se ensanchaba en cada una de las embestidas para adaptarse al tamaño del instrumento que lo perforaba. Los alaridos de Alicia se tornaron en gemidos de placer, mientras el rostro de su amante se mostraba ante su mirada clara como la viva imagen del gozo. Alicia disfrutaba recreándose en el éxtasis que se dibujaba en la cara de El Turco, indicándole y haciéndole sentir que la felicidad era eso.
     Después de aquella primera vez, La Dulce Alicia empezó a notar que el sexo anal se había convertido, para El Turco, en el mayor aliciente de la relación que mantenían. El primer indicio de dicho convencimiento fue la transformación del guion que se reproducía de forma similar al principio de cada cita. El Turco dejó de penetrarla contra la pared en el pasillo de entrada a la vivienda. LA DULCE ALICIA Y EL SEXO FUERTE. Ahora la conducía hasta el salón, le bajaba la falda y le pedía que se tumbara en la alfombra adoptando la posición del perro. Él mismo la acomodaba procurando que su cabeza estuviera lo más bajo posible, casi rozando el suelo. Abría sus muslos y, durante unos instantes, se recreaba en la belleza de la visión de aquel trasero redondo, blanco y delicado. Lo palpaba, lo pellizcaba y lo mordisqueaba. Humedecía con su boca el bonito orificio que pretendía perforar y preparaba la introducción con la punta de su lengua. Mojaba asimismo su herramienta con saliva, la acercaba al objeto de su deseo, separaba las nalgas con sus manos y la metía con suavidad hasta sentir que horadaba las profundidades.
   Haciendo caso omiso de unos gritos de dolor que eran el preludio de sollozos placenteros, empujaba su polla con ardor hasta alcanzar la meta que lo conducía al éxtasis. Y estallaba de júbilo al comprobar que los pelos de su pubis frotaban los bordes del ano femenino. Cerraba con fuerza el mentón y luchaba por contener el brote de la savia que llenaba sus testículos. Acariciaba el clítoris de su compañera para eliminar los restos de su dolor y trocarlos por placenteras vibraciones. Volvía a presionar con el glande los rincones más profundos y continuaba la penetración vigorosa hasta sentir las vibraciones de una Alicia extenuada por el éxtasis. Solo entonces salía de su interior y derramaba en su espalda un caudal de vida...
    El cambio en las prácticas amatorias con El Turco no perturbó la relación ni alteró el estado de felicidad que Alicia sentía cada sábado que marcaba los encuentros entre ambos, envueltos en sexo y manjares. La llegada del verano interrumpió las citas. El Turco se marchó a su tierra y Alicia se dispuso a disfrutar de unas tranquilas vacaciones junto a su hija.
    La vuelta a Madrid se presentó para Alicia vestida de desengaño. Un mensaje de El Turco, inquietante y provocador, le recordó los consejos de su hermana y sus amigas y gestó su preocupación por los derroteros que podía tomar la relación que tanta felicidad le procuraba...
    Del citado mensaje y sus consecuencias os hablaré en próximos relatos.

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