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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 29 de diciembre de 2012

LA SORPRESA Y EL DESEO

...Actuaron como dos desconocidos, aún sabiendo cada uno que los pensamientos del otro estaban invadidos por la Fuerza del Sexo...
    Esa tarde, Katty Lloyd salió de su casa cuidadosamente maquillada y vestida de ejecutiva. Llevaba un recio traje de color berenjena, con falda entubada hasta la rodilla, chaqueta sastre entallada y camisa verde agua del mismo color que sus ojos, detalle que embellecía su rostro. Iba a rodar un anuncio para una marca de teléfonos móviles a una torre de oficinas. Según rezaba el plan de rodaje que releía durante el trayecto en taxi hacia el lugar de grabación, las cámaras la enfocarían mientras subía apresurada las anchas escalinatas que conducían a la entrada del rascacielos. Al término de las escaleras, abría el bolso, sacaba el pequeño aparato y tecleaba un número. Echaba a andar mientras hablaba entusiasmada y sin mirar, hasta chocarse literalmente con uno de los guardias de seguridad -guapo, alto y robusto, precisaba el guion- que custodiaban la puerta de la mole. El empleado la increpaba, ella lo miraba y, sin inmutarse ni prestarle atención, seguía hablando. En lenguaje publicitario, prefería una pequeña máquina inteligente antes que un macho sobrado de músculos.
                       
    Al bajarse del vehículo y llegar al set de rodaje, las mejillas de Katty se tornaron rojas y el sudor empezó a inundar su blanca piel y a mojar su frente. La sorpresa y la turbación. Los efluvios del deseo brotaron de su interior al descubrir que el guardia de seguridad “guapo, alto y robusto” era EL MUSCULOSO. Los presentaron y ambos actuaron como dos desconocidos, aún sabiendo cada uno que los pensamientos del otro estaban invadidos por recuerdos ardientes. LA FUERZA DEL SEXO
    Lo único que Katty sabía de la vida de su fogoso amante ocasional es que era deportista y trabajaba en unas oficinas. Allí escuchó que se trataba de un guardia de seguridad de la plantilla del edificio, al que la agencia había pagado un extra por participar en el anuncio.
   Los escasos empleados que quedaban en las oficinas aquella tarde de viernes salieron antes de que terminara el rodaje. Una vez concluido el trabajo, El Musculoso le indicó a Kattycon un gesto que no se fuera. Ella se despidió del resto del equipo alegando que estaba citada con una amiga en la entrada de la torre un rato después y que se quedaba a esperarla. Una vez se hubieron marchado, el hombre intercambió unas palabras con otro guardia de seguridad, se dirigió al encuentro de Katty y le pidió que lo acompañara. Se adentraron en el edificio, él caminando a pasos agigantados por un largo pasillo y ella siguiéndolo hasta llegar a una puerta de madera, que El Musculoso abrió y cerró tras ellos. Katty posó su vista en una habitación semivacía, con un viejo sofá y una mesa baja como único mobiliario. El hombre le quitó la chaqueta y la empotró contra la pared. Desabrochó la camisa con premura mientras besaba su cuello y bajaba hasta los pechos turgentes. Tomó la mano derecha de Katty y la condujo hasta la potente virilidad que sobresalía del pantalón de uniforme. Ella bajó la cremallera y el boxer negro y acarició la herramienta grande y dura. Él la apretó contra su pecho y se introdujo en su interior. Impetuosas arremetidas envueltas en los sonidos del placer, sudores compartidos en la dicha y manos que exploraban los puntos más erógenos de dos cuerpos confundidos que se movían al ritmo impuesto por el gozo mutuo...
    Primero fue la pared; a continuación, la mesa baja. Katty en cuclillas, sus codos apoyados sobre dicho mueble, su cuerpo estirado y El Musculoso en posición de macho dominante, agarrando los muslos femeninos mientras la penetraba intensamente, sintiéndose dueño del cuerpo que jadeaba al ritmo de sus profundas embestidas.
    El silencio fue el colofón de aquel encuentro fogoso e inesperado. Se vistieron, salieron de la estancia y volvieron a cruzar el mismo pasillo largo. En el hall de entrada, El Musculoso hizo saber a Katty que tenía que volver a su puesto de trabajo. Mordisqueó su labio inferior al tiempo que pellizcaba sus nalgas prietas y susurraba dos palabras junto a su oído: te llamaré.
    Pletórica por dentro y algo desaliñada por fuera, Katty tomó un taxi de regreso a casa. Durante el trayecto no pensaba en el anuncio de teléfonos móviles, sino en el macho con el que, caprichos del destino, había compartido trabajo y sexo esa tarde. El amante casual del que no podía esperar más que eso: la satisfacción completa de sus instintos más básicos. “Que no es poco. Regalarse un lujo así de vez en cuando no es poco”, reiteraba para sus adentros mientras una sonrisa pícara florecía en sus finos labios...

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