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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 9 de diciembre de 2012

LA PASIÓN Y EL ENIGMA

Las lenguas se enredaron, los cuerpos se juntaron hasta cortar la respiración y latieron los corazones, con fuerza y al unísono
    Olivia N. entró en la sala de juntas elegantemente vestida, como era habitual en ella cuando tenía que asistir a reuniones de trabajo junto a su jefe. Esa mañana se había levantado temprano y decidió desayunar en la calle, cerca del edificio de oficinas donde iba a celebrarse el encuentro. Mientras degustaba lentamente un café con leche en vaso y media ración de churros, su mente divagaba y jugaba barajando las actitudes que podría tomar en caso de volver a coincidir con El Ejecutivo. ¿Estará?, sí, no, sí, se preguntaba desojando la margarita del destino en cada suspiro y en cada trago de café. UN LEÓN DISFRAZADO DE EJECUTIVO
                                         
     Cinco minutos antes de la hora empezó a caminar a paso corto hasta el lugar de la cita, ajena a que El Ejecutivo la había visto desde lejos y apresuraba su andar para alcanzarla...
   -Estás más bonita que esta preciosa mañana, le soltó el galán a modo de saludo, señalando con un gesto al sol que se asomaba en lo alto del horizonte.
     -Buenos días, contestó ella en tono distraído, como si su presencia no le pareciera nada especial.
     -Te deseo con toda mi alma y me contestas como a un cualquiera que te saluda por la calle. ¿Tan poco significo para ti?
     -Yo no he dicho eso.
     -No. Por decir, tampoco has dicho nada. Ni siquiera has contestado a mi pregunta.
     -¿A qué pregunta? 
     El Ejecutivo la cogió con vehemencia del brazo derecho, la atrajo hasta su cuerpo y enfrentó sus rostros.
     -¿Quién soy, Olivia? ¿Qué lugar ocupo en tu vida?, le preguntó en tono recriminatorio, sus labios casi rozando la boca encarnada de ella.
    -¿Por qué te pones así? ¿Qué quieres que te diga? Me he acostado un par de veces contigo. No soy tu esposa. ni tu novia, ni sé nada de tu vida...
     -Sabes muy bien cuánto me gustas, le contestó al tiempo que la besaba largamente en la mitad de un paso de peatones. El semáforo cambiaba y los conductores pulsaban sus bocinas, dejando la calle envuelta en el sonido grave de tanto claxon pitando a la vez.
     Casi en volandas, Olivia alcanzó el otro extremo de la calzada aupada por los brazos fuertes de El Ejecutivo. Sus pechos jadeantes encontraron acomodo en el ancho torso varonil que los acogía y su boca sedienta de la carrera se dejó humedecer por labios que la arrastraban a un universo de placeres...
    El silencio marcó el tiempo transcurrido desde que terminaron de besarse en la calle hasta que ocuparon sus asientos respectivos en la amplia sala de juntas. Cuatro conferenciantes, cuatro discursos y dos horas más tarde, sus cuerpos volvieron a sentir la mutua cercanía, apostados frente a la mesa larga donde varios camareros se afanaban en servir agua, café o té a los asistentes al encuentro empresarial. El Ejecutivo aprovechó el barullo reinante a la hora del descanso para empujar a Olivia con discreción hacia la sala de juntas, que se había quedado vacía a causa del cuarto de hora de descanso que se tomaban sus ocupantes para desayunar. Cerró suavemente, sin hacer ruido, y apretó a la hembra contra la puerta de madera oscura. Las lenguas se enredaron, los cuerpos se juntaron hasta cortar la respiración y latieron los corazones, con fuerza y al unísono... Ella sintió la dureza ardiente del miembro clavado en el monte... El sujetador negro cruzaba con sigilo el camino desde sus pechos al suelo, mientras sus pezones crecían al sentir el contacto de los dedos largos y huesudos. Efímera excitación, interrumpida por el fin de la pausa y la entrada masiva de los asistentes a la reunión empresarial. Momentos antes de ocupar sus asientos, El Ejecutivo le propuso que lo acompañara a su chalé de la sierra cuando terminara la jornada. Olivia tenía que recoger a su hijo del colegio y rechazó la propuesta por falta de tiempo. No obstante, sugirió al caballero que la invitara a pasar un rato juntos en su casa de Madrid, que para eso sí tenía tiempo...
    -Otro día, contestó él con una sonrisa irónica... Se despidieron con dos besos castos en las mejillas y cada uno tomó un taxi distinto...
    Durante el trayecto de vuelta hacia su hogar, Olivia no podía dejar de pensar en los motivos que impulsaron al hombre a negarse a una apasionada cita vespertina... Sin encontrar razones de peso que pudieran explicar el enigma...                          

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