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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


domingo, 9 de diciembre de 2012

SORPRESA EN LA PLAYA

   La boca ansiosa de deseo recorrió su cara, sus pechos y su vientre...
   El Cubano no quiso despedirse de Olivia. Le dijo que la amaba y que la vería pronto, y que el adiós no tenía sentido después de la pasión que habían derrochado juntos. Sin embargo, nunca la llamó ni hizo por verla. Pasaron los días y ella empezó a pensar que era como la mayoría de los hombres que asaltaban la paz de su vida: falso y cínico. Y se levantaba cada mañana con el propósito de apartar de su mente los resquicios del tórrido fin de semana que pasaron juntos... UNA PASIÓN IRREFRENABLE
  En vacaciones de Semana Santa, Olivia aceptó la invitación de una amiga para pasar en una playa de Cádiz los días que a su hijo le correspondía estar con el padre. La tarde siguiente a la de su llegada el sol lucía radiante. Su amiga tenía que trabajar y le propuso que se fuera a la playa. La temperatura casi veraniega invitaba a hacerlo, así que se puso un bikini rojo y en cinco minutos estaba frente al mar. Estiró en la arena una toalla del mismo color y se tumbó. Había dormido muy poco la noche anterior. Cerró los ojos y el sueño invadió su ser. La brisa del atardecer la despertó. La playa, que estaba casi llena cuando llegó, se había quedado vacía. Miró a su alrededor y no vio a nadie, ni en la arena ni en el mar. Sola ante aquella inmensidad, se quitó el bikini rojo y se metió completamente desnuda en las aguas mansas y templadas. La temperatura era más agradable dentro del mar que fuera. El sol empezaba a esconderse en el horizonte, el cielo enrojecía y ella contemplaba admirada la belleza que la rodeaba. De repente se dio cuenta de que no era la única habitante de aquella playa. Divisó a lo lejos una barca de pedales que se acercaba, removiendo lentamente las olas tímidas... No vio quién la ocupaba. Tampoco le prestó al hecho mayor importancia. Continuó deleitándose con la contemplación del cielo encarnado y el sol ocultándose en el mar azul...
    Poco después sintió un leve ruido. Miró a su alrededor, vio la barca de pedales cerca y a un hombre tirándose al mar. No quiso mirarlo. Tuvo la sensación de que nadaba hacia ella y salió corriendo en dirección a la orilla. Estaba desnuda y sola. No quería que un desconocido la mirara. Su cuerpo se estremeció debido al miedo, al frío o a ambos. Ya fuera del agua, sintió que una voz conocida gritaba su nombre: “Olivia, Oliviaaaaa”. Volvió la espalda y lo vio. El cuerpo escultural de color café con leche y la inconfundible mirada gatuna. UN MULATO DE OJOS VERDES Y UN POEMA No tuvo tiempo de vestirse. Él corrió a su encuentro, la abrazó con fuerza y lamió su rostro lleno de arena y sal... En silencio, su boca ansiosa de deseo recorrió su cara, sus pechos y su vientre. La noche se adueñó de la playa y Olivia pasó de deleitarse con la contemplación del atardecer a entusiasmarse con la imponente belleza de aquel falo vigoroso que se alzaba en dirección al cielo... Ambos de pié sobre la arena, él la cogió por la cintura, la encaramó sobre su cuerpo y atravesó su interior humedecido con la espada del amor. Sintiéndolo en lo más profundo de su ser, sus músculos internos se contraían al ritmo de las embestidas, llenando de gemidos el silencio de la playa. El ruido del amor despertó a las estrellas de la noche y la luna plateada iluminó sus anatomías pegadas, sudorosas y vibrantes de placer...
   Una playa solitaria y una rudimentaria embarcación anclada en la orilla fueron los únicos testigos de aquel encuentro apasionado y sin palabras. Solo después de amarse, el cubano se disculpó por la falta de noticias. Le comunicó que vivía en aquel pueblo, que había encontrado un trabajo de camarero y que ocasionalmente tocaba el saxo en una orquesta local. Le aseguró que la amaba, que pensaba en ella todos los días de su vida y que quería buscarla cuando volviera a Madrid. Olivia escuchó aquellas palabras sin preocuparse ni preguntarse si eran o no sinceras. En honor a la verdad, tampoco le importaba en esos momentos. Tenía cuatro días más de vacaciones por delante y aceptó la oferta de pasarlos junto a él. El sí que salió de sus labios fue la única palabra de pronunció antes de entregarse de nuevo a sus besos ardientes... Sus ojos se cerraron y el rugir de las olas del mar inundó sus oídos... La noche clara los contempló amarse hasta quedar extenuados... 

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