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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA PASIÓN TURCA DE LA DULCE ALICIA

    ...La desnudó en un santiamén y recorrió con su lengua unos pechos pequeños que se volvían turgentes al salir del letargo...
  El hombre que guardaba entre las suyas la blanca mano derecha de LA DULCE ALICIA  tenía 35 años y era turco. Poco más llegó a saber de él en esa noche. Sus ojos negros la miraban y admiraban, y sus labios carnosos intentaron besarla en varias ocasiones durante el largo rato que permanecieron en aquel bar. Como gata escaldada, ella retiraba su cara empujada por un impulso desconocido. Sin saber el motivo por el que rechazaba aquellos besos que al mismo tiempo deseaba... DIVORCIO Y FLECHAZO
                                   
  El grupo femenino que compartía la velada con ella le insistía en que se dejara llevar, pero Alicia no reaccionaba. La horas pasaron y el camarero del bar donde se encontraban los invitó a marcharse. Era el momento de cerrar. Para Alicia, el momento de decidirse. El Turco le repetía cuánto la deseaba y ella se limitaba a sonreír. Meter en su casa a un desconocido le provocaba temblores. Aunque de joven lo hiciera en más de una ocasión, habían transcurrido muchos años y esa posibilidad se le presentaba ahora envuelta en una aureola de miedo.
    Sus amigas se propusieron ayudarla y plantearon al camarero un auténtico interrogatorio acerca del individuo en cuestión. Querían cerciorarse de que se trataba de una persona de confianza, y de que no iba a causarle a Alicia más problemas de los que ya tenía. La respuesta que recibieron fue satisfactoria: El Turco era un cliente asiduo del local, tenía muchos amigos por allí y nunca habían recibido de él queja alguna. El informante lo definió como un chico joven, simpático y ligón, lo normal para su edad y aspecto, y les hizo saber que siempre pagaba todas sus consumiciones. En apariencia, Alicia no tenía nada que temer y la luz roja que reflejaba su pasión reprimida se tornó verde. Finalmente, decidió tomar un taxi hasta su domicilio acompañada por El Turco.
   Tomaron asiento en la parte trasera del automóvil y el hombre la atrajo hacia su cuerpo. Sus labios sensuales la besaron con suavidad y una cierta timidez. La Dulce Alicia entreabrió su boca y dejó que aquella lengua entrara en su interior y la surcara. El beso suave y tímido se volvía profundo y apasionado conforme El Turco detectaba que el recato abandonaba los labios de su compañera. Bocas enredadas, cuerpos pegados, respiraciones acompasadas y gemidos incipientes. El preludio de la pasión que derrocharían poco después...
   El taxi aparcó al lado del edificio donde vivía Alicia. El Turco pagó el importe del trayecto, se bajó del vehículo, abrió la puerta para que saliera y le tendió la mano. Ella le otorgó la suya al tiempo que se congratulaba para sus adentros de tan caballeroso gesto. Era la primera vez que llegaba a su domicilio abrazada a un hombre distinto a su marido. Conforme introducía la llave en la cerradura, el calor empezó a invadir su cuerpo, sus pulsaciones se dispararon y escuchó a su corazón latir con fuerza. Nada más entrar, El Turco volvió a besarla, ahora con premura y sin recato. La desnudó en un santiamén y recorrió con su lengua unos pechos pequeños que se volvían turgentes al salir del letargo... Dirigió una de sus manos hacia el bosque amarillo que recibía una lluvia primaveral y, al comprobar que la tierra estaba preparada, introdujo en su interior con vehemencia el árbol del placer... De pie en el pasillo de entrada a la vivienda y con ella encaramada a su cuerpo la penetró con fuerza, la espalda femenina golpeando la pared al ritmo de una pasión desenfrenada y creciente. Entraba y salía una y otra vez de aquel cuerpo frágil u sudoroso, hasta que los gemidos de Alicia le indicaron que había alcanzado el climax.
    Corrieron hacia la cama, se metieron desnudos entre las sábanas floreadas que olían a suavizante y se amaron varias veces en lo que quedaba de noche. Sintiendo las embestidas de aquel desconocido dentro de su cuerpo, Alicia gozó como no recordaba haberlo hecho en mucho tiempo. Y durante el corto rato en que sus cuerpos agotados cerraron los ojos, soñó con los besos apasionados y la poderosa herramienta del turco cruzando su interior más recóndito.
     Llegó el día, la luz del sol se coló por las ventanas e inundó la alcoba de reflejos dorados. Alicia se despertó, miró a su amante dormido y se dio cuenta de que estaba encantada de haber pasado la noche a su lado. Él abrió los ojos y volvió a amarla como lo había hecho en las horas precedentes: con la intensidad apasionada del deseo que le despertaba aquella mujer callada, blanca y delicada. Antes de marcharse aceptó compartir el copioso desayuno que ella le ofreció con dulzura. También le pidió su número de teléfono. Consideraba probable que algún día le apeteciera verla de nuevo.
    Alicia despidió a El Turco con un beso en los labios y una sonrisa dibujada en su semblante. Volvió a la cama, respiró el olor masculino que permanecía incrustado en las sábanas y lloró de emoción y felicidad. Tocó su sexo húmedo con las yemas de sus dedos y rememoró gozosa la pasión turca que acababa de vivir.                                    

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