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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


viernes, 7 de diciembre de 2012

LA DECEPCIÓN DE KATTY LLOYD

No mencionó la cuestión sexual durante toda la cena. Ni siquiera le cogió la mano...
   El Ejecutivo aparcó su imponente biplaza negro en la puerta del domicilio de Katty Lloyd. Ella miraba al exterior desde el balcón de su apartamento y no bajó hasta cerciorarse de que ya estaba allí. No quería que llegara y viera que lo esperaba en la calle. El hombre no escatimó piropos al saludarla. Lucía un traje de chaqueta azul que entallaba su cuerpo y realzaba el brillo de su mirada clara. Se veía muy guapa al mirarse al espejo antes de salir y el galán se lo confirmó. Se saludaron con un par de besos recatados en las mejillas y ella subió al lujoso automóvil con una sonrisa ancha.
  La llevó a un restaurante francés situado en el extremo norte del barrio donde ambos vivían. Tenía mesa reservada y, por los saludos que le dedicaron varios empleados del establecimiento, Katty notó que se trataba de un cliente asiduo. Dada la categoría del local, este detalle la complacía. El ligue que había encontrado en el espacio virtual no era un don nadie sin oficio ni beneficio, pensó satisfecha. Durante la copiosa cena, regada con un carísimo caldo del país vecino, Katty supo que su acompañante era divorciado y padre de dos hijos; que viajaba frecuentemente por motivos de negocios y que buscaba una relación estable. No le gustaba estar solo en casa ni encontrarse la cama fría y vacía cuando volvía de sus múltiples compromisos laborales. Comprobó asimismo que el dinero no le ocasionaba problema alguno. En tiempos de crisis, lo vio pagar la cuenta con una tarjeta dorada y dejar una generosa propina en metálico. Hasta el momento, no tenía casi nada que objetar a su flamante galán. El “casi” estaba relacionado, sobre todo, con la actitud excesivamente correcta del caballero. Ni le tiró los tejos, ni le cogió la mano ni hizo mención a una posible relación sexual. La cuestión se mantuvo ausente durante toda la cena y ausente continuó en el transcurso de la velada. Tomaron una copa en una distinguido local cercano al restaurante, prolongaron una conversación nimia hasta que se acabaron las bebidas y Katty se vio, acomodada de nuevo en el amplio asiento de cuero del deportivo, de vuelta a casa. Su gozo en un pozo. ¿Me he puesto así de mona para nada?, se preguntaba mientras tomaba el ascensor de la conducía a su hogar.
    Recordó que el galán le había comentado que no quería sexo en la primera cita ¿SALIR DE COPAS O LIGAR POR INTERNET? pero acababan de finalizar la segunda sin que sus cuerpos llegaran a rozarse... Unos besos castos en las mejillas a la llegada y en la despedida fueron el único contacto entre ambos.
   Katty no quiso alarmarse ni preocuparse por la ausencia de sexo en dos encuentros seguidos. El plan le parecía demasiado bonito para fastidiarlo por un revolcón. Además, ella estaba cansada de las relaciones que se limitaban al sexo por el sexo. Decidió olvidar el asunto, prepararse una infusión caliente y meterse en la cama. Había una tercera cita en ciernes y, como dice el refrán, a la tercera va la vencida.
    Pasaron los días y se incrementaron los encuentros con El Ejecutivo. La llamaba con frecuencia, la invitó a merendar en un par de ocasiones, la visitó en su casa y le regaló rosas rojas y selectos bombones. Mucho glamour y poco sexo. O mejor dicho: nada de sexo, se lamentaba ella. La última vez que lo vio, el hombre le habló de una virtud femenina de la que Katty carecía: la castidad. “Una cosa es que esté cansada del sexo por el sexo y otra bien distinta es la ausencia total de contacto”, se lamentaba para sus adentros. No quería ni un hermano ni un compañero de piso. El placer carnal le gustaba y no estaba dispuesta a renunciar a él. Dicho esto, tomó la decisión de no volver a quedar con él. Ponía su móvil en modo silencio cuando veía el número del caballero reflejado en la pantalla del aparato, hasta que las llamadas dejaron de producirse. Y cada noche encendía su portátil para buscar a un nuevo candidato que respondiera a sus expectativas...                        

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