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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL AMIGO DE LOS 80

...Le recordó que gemía de placer mientras él acariciaba con la lengua sus rincones más íntimos...            
     El amigo de los 80 volvió a casa de Wynie Smith después de que pasaran casi dos años sin que se hubieran visto. Se conocían desde la época de la movida madrileña y nunca perdieron del todo el contacto. Antes de que ella se divorciara, el amigo visitaba a la familia de vez en cuando y siempre llevaba algún regalo para el niño o flores para la anfitriona. Los encuentros se hicieron más frecuentes en los tiempos del desconcierto, cuando el matrimonio de Wynie hacía aguas y el refugio que ella encontró en los brazos del político estaba empezando a dejar de serlo MIS AMIGAS.  
     El amigo de los 80 aprovechó aquellos días de debilidad y nerviosismo para atacar a su presa. Un sábado por la mañana se presentó en su casa sin avisar y pilló a Wynie con la sensibilidad a flor de piel y muy pocas horas de sueño. Su esposo y su hijo se habían marchado el fin de semana al pueblo y ella aprovechó para salir de marcha con Emi Abbott. Entraba en casa a las 8 de la mañana, cansada y sin compañía. Y no le quedaba más remedio que interrumpir la sesión amatoria de su amiga con un pijo recalcitrante que pisaba El Maligno por primera vez. Emi le pidió a Wynie que le dejara su apartamento para liarse con el pijo, puesto que ella vivía con sus hijas y no llevaba hombres a casa. Y el pijo, por cierto, estaba casado y tampoco podía disponer de su vivienda. Wynie le dio las llaves y esperó un par de horas a que se amaran en su cama. Esa noche no ligó porque no encontró a nadie que le interesara pero regresó a casa lamentando que no le hubiera surgido ninguna aventura. Llamó al portero automático y Emi tardó unos minutos en contestar. Supuso que debía dejarles un tiempo para que se vistieran; subió poco después y los encontró terminando de hacerlo. El pijo, muy caballeroso, le dio las gracias por prestarles su morada y pidió a ambas amigas que le aceptaran una invitación a desayunar en el bar de abajo. Un rato más tarde, con los estómagos llenos de chocolate con churros, el pijo empezó a mirar el reloj con insistencia y se despidió de ambas.
     Emi y Wynie se quedaron cotilleando en la puerta del domicilio de la primera hasta que el ruido de una moto se coló entre la charla y las risas de las amigas. Era el amigo de los 80 que venía a visitar a Wynie. Emi se marchó a su casa y Wynie subió a la suya con el recién llegado. Nada más entrar en la vivienda, se puso meloso y empezó a piropearla primero y a toquetearla seguidamente. Era la primera vez que lo hacía en tantos años de relación amistosa. Ella se dejó llevar; estaba excitada y permitió que su acompañante le hiciera un cunnilingus. Su fiebre quedó saciada y no tuvo reparo en pedir al amigo de los 80 que la dejara sola, que no quería volver a tener sexo con él y que lo mejor sería olvidar lo ocurrido. El hombre se quedó muy contrariado y le soltó la mítica frase de “nunca entenderé a las mujeres”. Le recriminó que lo dejara cortado de esa manera momentos después de estar gimiendo de placer mientras él acariciaba con su lengua sus rincones más íntimos. Wynie se disculpó e intentó arreglarlo como pudo. Le aseguró que atravesaba una racha muy mala en su vida, que todo era muy confuso, que aún permanecía casada y que no quería complicar su existencia aún más de lo que ya estaba. El amigo cambió el tono y le insistió en que no se preocupara: que él era, ante todo, un amigo. Solo le pidió que le confirmara que había tenido un orgasmo a su lado. Wynie asintió, no sin antes dejarle claro, por segunda vez, que lo mejor para ambos sería olvidar el asunto y seguir siendo amigos.
     Así quedaron. Él continuó visitándola de vez en cuando y acostumbraba a regalarle alguna fruslería. También la piropeaba siempre e intentaba robarle un beso o sorprenderla con una caricia subida de tono. Ella lo rechazaba. Le caía muy bien y le tenía cariño, pero no le atraía lo suficiente. Pese a las reiteradas negativas, el amigo de los 80 seguía insistiendo... Y Wynie intentaba navegar en las aguas turbulentas de un divorcio en ciernes, un amante que le dedicaba el tiempo que le dejaban libre su familia y la política y una inestabilidad laboral que empezaba a enseñarle los dientes con fiereza. Su equilibrio vital era muy frágil. Pendía de los delicados hilos que conseguía amarrar en la lucha diaria de su existencia. Y el amigo de los 80 era un experto pescador en aguas turbulentas...

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