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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


martes, 22 de mayo de 2012

Un Finde muy Abierto (II)


       Olivia y Wynie, las triunfadoras de El Maligno 

      El Maligno es una amplia vivienda del centro de Madrid convertida en club nocturno privado. Centro de reunión de actores, famosos de diverso pelaje y noctámbulos de pro, abre sus puertas al filo de las tres de la madrugada, y no cualquiera puede cruzarlas. Para entrar al El Maligno es necesario tener el número de teléfono móvil de M., su dueño, y avisarlo previamente. Solo la gente a la que él da el visto bueno es bienvenida. Emi, Wynie, Olivia y Katty, clientas asiduas, lo son siempre.
     El Maligno tiene una barra a la entrada y los baños a la izquierda. Cruzando un pasillo que sale de la barra se llega a dos habitaciones, la azul y la roja, situadas una en frente de la otra. Al fondo, el salón de baile y la cabina del Dj. Aquella noche, nada más entrar, Emi y Wynie notaron cómo Olivia se ponía nerviosa y roja mientras su vista se perdía al fondo del pasillo, donde un cuerpo de espaldas sobresalía, por su altura, del resto de los presentes.
    -¡El holandés! ¡Está ahí el holandés!, exclamó excitada.
   -¿Qué holandés? ¿Ese que tuviste?, preguntaba Wynie. ¿Con el que te liaste cuando aún estabas casada?, insistía Emi.
   -Sí, el mismo. Está de espaldas, pero es él. Lo conocería en cualquier postura, afirmó con una sonrisa pícara en sus labios...
   Tras decir eso, Olivia se acercó hasta el final del pasillo y abrazó al extranjero por la espalda. Él se volvió, como si estuviera esperándola y el encuentro no le produjera sorpresa alguna. Recorrió en silencio su rostro con sus labios, mordisqueó el lóbulo de su oreja derecha y paseó la punta de su lengua por toda la extensión del cuello que saboreaba aterciopelado, hasta detenerse en la boca. Olivia introdujo la lengua en su interior y el mundo se paró para ellos durante el beso interminable que se regalaron.
    
    En ese tiempo, Emi pedía una copa en la barra mientras Wynie se dejaba halagar por los piropos de un tipo que ya le había buscado las vueltas en una ocasión anterior, aunque a ella no le ponía. Sin embargo, le siguió el cuento un rato con una intención oculta: había fichado a uno de sus amigos, y ése sí que le gustaba. Incluso notaba la mirada del hombre parada en el canal de sus pechos... Así que cuando su acompañante le tiró los tejos descaradamente, Wynie no se quedó atrás y le lanzó un “lo siento, tú no me gustas; a quién deseo es a tu amigo. Preséntamelo”, le pidió. Todo transcurrió muy rápido -very easy diría ella-, y en unos minutosestaba besándose con ése, aunque no dudó en apartarlo de su cuerpo con una sonrisa al darse cuenta de que se encontraban rodeados de gente.                                                                                         
 -No me gusta hacer estas cosas en público, le indicó.
   Ése no le contestó. La cogió de la mano y dirigió sus pasos hacia la fila de gente que esperaba para entrar en los baños.
   Acceder al baño en El Maligno es una de las mayores atracciones del local. Los clientes entran allí a meterse mano y otras cosas innombrables. Cuando les llegó su turno, Ése empezó obsequiando a Wynie con éstas últimas cosas, y seguidamente se dispuso a meterle mano. Ella insistía en lo típico de “aquí no, en tu casa o en la mía”, y salieron de la estancia al tiempo que Olivia irrumpía en la puerta pegada al holandés.
    Ellos no perdieron el tiempo en otras cosas. Iban a lo que iban. Durante todo el rato que llevaban allí el extranjero le había estado calentando la oreja y demás partes sensibles de su anatomía, al tiempo que presumía de llevar unos calzoncillos mágicos -causantes del sorpresivo encuentro de ambos-, asegurando que en el momento en que ella los tocara se vería empotrada en la pared, con un gran regalo balanceándose en el interior de su cuerpo. Antes de que esto sucediera, Olivia descubrió los famosos calzoncillos y no pudo reprimir la risa; eran muy ceñidos, como una segunda piel, y tenían un cinturón estampado de leopardo. Un felino de la misma especie dibujado en todo el delantero abría su boca y le decía a Olivia: quédate conmigo, que te voy a comer entera. Por supuesto, ella no lo dudó (menuda mujerona es) y, después del empotramiento en El Maligno terminó revolcada con su antiguo amante en el sofá de su apartamento.
    Tampoco perdieron el tiempo Wynie y Ése. Tras decidir que en casa de ella y caminar abrazados un par de calles, se deleitaron un buen rato en las tibias aguas de la bañera de la vivienda y continuaron agasajándose de placer entre las sábanas de la cama.
    Respecto a Emi, salió sola de El Maligno y tomó un taxi hasta su casa. No le importaba. En pocas horas esperaba la visita del polaco errante con su vaso de cubata.
   Y Katty, por su parte, en una habitación de hotel, exploraba las cimas de la pasiónencima de su amante belga, ajena a lo poco que faltaba para saltar de la cima hacia elabismo... 
    La tarde siguiente, Katty telefoneó a Wynie para hablarle de lo bien que estaba con el belga y, de paso, pedirle que le cantara la crónica de la noche anterior. Tras una breve conversación, espetó riendo:
   Por lo que cuentas, esta noche hemos estado todas abiertas de piernas. Menos Emi, subrayó. ¡Lo siento por ella!, lamentó con ironía
    Pues no lo sientas tanto, porque estará ahora. El Polaco y su vaso habrán llegado ya, le anunció Wynie. ¿EL TAMAÑO IMPORTA?
    Sin duda, éste ha sido, para todas, un finde muy abierto, tecleaba Olivia en el Muro de su Facebook...
                                                                                                     

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