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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


lunes, 28 de mayo de 2012

Un Ave Fénix llamada... Katty Lloyd

      Llamada inesperada seguida de noche apasionada
    Pasaban los minutos, las horas, los días y los meses... Y el agua surcaba la blanca piel del rostro de Katty como una catarata sin rumbo, un tren descarriado que había perdido el norte y no conocía el camino para llegar a su destino. Cuando se va, el amor deja un vacío que huele a tarde lluviosa de invierno, sabe a ácido y se siente como un enjambre del alfileres clavados en cada poro de la piel. Acomodada en una confortable chaise longue,Katty Lloyd recorría con su mirada azul cada rincón de su apartamento de niña bien del barrio de Salamanca y no acertaba a comprender tanta melancolía ni a explicarse a sí misma el sentimiento de pérdida y de vacío que la invadía por completo. Otra vez sufriendo por amor... Después de haberse jurado que no volvería a ocurrirle. De creer que había tocado fondo cuando sufría por el que creyó el hombre de su vida, el padre de su hijo, y vio derrumbarse como un frágil castillo de arena de la playa el proyecto de vida que había creado junto a él. Y ahora, tres años después de la ruptura, maldecía haberse enamorado hasta el tuétano de un extranjero que la había camelado para llevársela a la cama. Un tipo que no la amaba porque ya tenía a otra, y a ella le dejaba las sobras... Katty, su Amante Belga y el Abismo
     Ensimismada en sus pensares estaba cuando el sonido del teléfono la catapultó a la realidad de cada día. Miró la pantalla de su IPhone y vio el número de la directora de una de las agencias de modelos con la que colaboraba habitualmente. No dudó un instante en atenderla y dejó escapar de sus labios un sonriente ¡Hola! Para su sorpresa, no se trataba de una llamada de trabajo, sino de ocio. Su interlocutora la invitaba, esa misma noche, a cenar y a tomar unas copas con unos amigos italianos que estaban en Madrid de viaje de negocios. En principio, se negó, pero no fue necesario que le insistieran mucho para aceptar. “¡Vamos, nena, a disfrutar!”, se repetía a sí misma mientras buscaba en el armario de su dormitorio un vestido que combinara con las sandalias que había comprado un día antes, planas y con tiras adornadas de lentejuelas de colores. Sandalias que, por cierto, dieron mucho juego... Sigue leyendo y sabrás por qué.
    Estefanía, la directora de su agencia, la recogió en un taxi varias horas después. El vehículo las dejó en la puerta de un coqueto restaurante del norte de Madrid. En la mesa reservada para la ocasión, un par de atractivos caballeros se levantaba amablemente para agasajarlas con una cordial bienvenida y una colección de amables piropos. Durante el transcurso de la copiosa cena, Katty constató que uno de ellos no le quitaba el ojo del escote de su ceñido vestido negro. A ella, en principio, el tipo no le gustaba... O mejor dicho, no le caía bien. Hablaba sin parar de negocios y de complicadas inversiones en obras de arte y otros objetos de valor. Una conversación que, además de no interesarle, la aburría soberanamente. Pero la primera impresión no es siempre la válida, y Katty cambió de parecer conforme avanzaba la noche. Después de cenar y tomar varias copas se dirigieron a una discoteca y ella, con los pies reventados a causa de sus sandalias nuevas, buscó un asiento donde acomodarse un rato y se negó a bailar. Fue entonces cuando el italiano, en un gesto que resultó decisivo para llevársela al huerto, despojó sus pies doloridos de las incómodas sandalias, los acarició suavemente y los calzó con las deportivas de marca que llevaba puestas. A Katty le entró un ataque de risa cuando vio que el galán intentaba ponerse sus sandalias de lentejuelas... Y a partir de aquel gesto, todo salió rodado... El caballero le propuso terminar la velada en su hotel... Un cinco estrellas que, casualmente, se encontraba en su barrio.
   Y Katty, como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas en los brazos de aquel desconocido que besaba apasionadamente cada centímetro de su piel temblorosa. Atrás quedaron las lágrimas derramadas y los sinsabores de un amor marchito. La visión del cuerpo musculoso y la tremenda herramienta enhiesta de su acompañante abrieron en canal su mente y todo lo demás... Se entregó por completo al placer del sexo... La potencia desmedida de su amante la hizo gozar sin remilgos ni cortapisas, vacía su cabeza de extraños pensamientos y su ser al completo pletórico de un placer vibrante y duradero.
     Unas horas de sexo ardiente y sin tapujos. Un desayuno que le supo a gloria en una lujosa habitación de hotel. Y una despedida sin ápice de amargura. El caballero le pidió su número de teléfono y Katty se lo dio. Henchida de gozo y vacía de culpa, no quería pensar en nada...

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