En casa de Wynie Smith,
la mesa inundada de pasteles y tazas de café, cinco mujeres
continúan enzarzadas en una cuestión farragosa: ¿TE IRÍAS A LA CAMA CON UN HOMBRE CASADO? Olivia N., la última en incorporarse al
gineceo, centra el diálogo con la siguiente reflexión:
Olivia: La primera
pregunta que deberíamos hacernos es qué pretendemos al enrollarnos
con un hombre casado. Obviamente, la respuesta variará si lo que
queremos es solo sexo o, por el contrario, tenemos la intención
-más o menos oculta- de que el susodicho deje a su mujer por la
amante.
Katty: En mi caso, me
hubiera gustado que así hubiera sido, pero no ocurrió. Mi relación
con el belga estuvo llena de altibajos, de sonrisas seguidas de
lágrimas.
Vicky: ¿Llegaste a
planteárselo? Hay muchos que dejan a su mujer por la otra.
Katty: No tuve ocasión.
Desde el principio me dejó claro que no abandonaría a su familia
por nada del mundo.
Toñi: Para que hagan eso
necesitan tener muy claro que no van a quedarse solos, y que habrá
otra que los acoja, les prepare la comida, les planche las camisas y
les tenga la cama caliente cada noche. Los tíos no saben vivir
solos. Si encontráis a uno sin pareja es porque aún no ha podido
conseguirla. En tu caso, ¿qué pretendes, Wynie?
Wynie: Que se venga a
vivir aquí no, desde luego. Y plancharle las camisas, tampoco. No sé
planchar, ja, ja. Hacerle la comida no me importaría, porque me
encanta cocinar. Y respecto a lo de la cama caliente, encantada.
Cuando me arrebujo con Ése entre las sábanas toco el cielo con los
diez dedos de mis manos, afirma con una amplia sonrisa dibujada en
sus labios.
Olivia: Sí, claro, no lo
dudo. Pero lo que Wynie no dice, y la conozco mejor que todas
vosotras, es que ella quiere a un hombre en su cama solo cuando no
tiene a su hijo. Y no siempre ni al mismo tío, puntualizó. ¿A que
no me equivoco?, inquirió directamente a la aludida.
Wynie: No mucho. Acabo de
decir que no quiero vivir con nadie. Eso es lo que he tenido durante
quince largos años y no pienso repetir la experiencia. La
convivencia es corrosiva y dañina.
Katty: Imagínate que Ése EL ANSIA DEL AMOR PROHIBIDO Y ESQUIVO
deja a su mujer. ¿Qué tipo de relación estarías dispuesta a
mantener con él? ¿Pasarías del resto de tus amantes, profesor de
Matemáticas incluido, para dedicarte a él en exclusiva?
Wynie: Si yo tuviera
claro que cada fin de semana que mi hijo no estuviera en casa podría
disfrutarlo con Ése al completo, te aseguro que sería el único.
Ahora hago otros planes porque nunca sé si va a llamarme o si tendré
la suerte de encontrármelo en El Maligno.
Olivia: Eso será en caso
de que vayas tú a El Maligno. Porque muchas veces quedas con el
profe o con cualquier otro de la lista y no te meneas de tu casa. No
te lo recrimino, por supuesto. Haces tu vida porque sabes que Ése
hace la suya y, si no le viene bien, ni te llama ni se acuerda de que
existes. Lo que me parece mal es que aceptes una cita sabiendo que
viene a echarte unos cuantos polvos y marcharse. Tú vales mucho y no
deberías consentirlo.
Wynie se sonrojó y Toñi
saltó de inmediato en su ayuda.
Toñi: ¿Y por qué no?
Ella puede y debe, si le gusta, hacer lo mismo que él. Un rato de
sexo y luego, adiós. A mi me parece una situación ideal. Ojalá
encontrara yo un amante casado. Así tendría claro que se marcharía
sin protestar de mi casa. Cuando no tienen compromiso se ponen muy
plastas y no encuentran el momento de irse.
Vicky: Si el tipo te
gustara especialmente o pensaras que estás enamorada de él, como me
ocurre a mi cada vez que me acuesto con uno, te molestaría que se
marchara nada más terminar de hacerlo.
Katty: Ése es un
problema para Wynie, chicas. Yo también la conozco y sé que le gusta fuera de la cama tanto como dentro, igual que me ocurría a mi con El Belga. Ambos
son hombres que, además de darnos buen sexo, nos hacen reír. Una
ecuación muy peligrosa, afirma convencida.
Olivia: La hace reír si
tiene tiempo. Porque alguna vez ha llegado a su casa, le ha echado el
polvo y se ha marchado, casi sin cruzar palabra.
Toñi: Me da la impresión
de que eres excesivamente dura con tu amiga. No creo que lo que
cuentas haya ocurrido exactamente así.
Wynie: Me atrevo a
reconocer que sí, que en alguna ocasión ha sido más o menos así.
Toñi: Bueno, ¿y qué?
Tampoco importa. Lo único que importa es que no te haga sufrir.
Katty: No seamos cínicas
ni falseemos la realidad para tapar o encubrir el problema. A Wynie
le ocurre lo mismo que me pasaba a mí. Ése le gusta mucho y sufre
cada vez que sale de su casa. Porque ni en una sola ocasión ha conseguido
retenerlo a su lado el tiempo que hubiese querido. Aunque nos duela,
es lo que hay. Las mujeres con las que se casaron y les dieron a sus
hijos son las que de verdad les importan. Y una amante, por mucho que
les guste, siempre será “la otra”. Vicky dijo antes que muchos
dejan a su mujer por la otra, pero lamento disentir. En mi opinión,
se trata de excepciones contadas. Los hombres son muy cómodos y, por
muy mal que lo lleven con las legítimas, no las dejan. Otro gallo
les cantaría si, cuando dejan de sentirse atraídos sexualmente por
sus esposas, no encontrasen en la calle ni una sola mujer dispuesta a
regalarles placer.
Vicky: Ya os lo dije
antes. Si queremos tener una relación sincera, sea del tipo que sea,
el susodicho en cuestión no podrá ser nunca un hombre casado. Ellos
no saben lo que es la sinceridad porque se pasan la vida coqueteando
con la mentira. Mienten a sus esposas, a sus amantes, a sus hijos y a
quién encarte y la razón es que construyen su mundo encima de una gran
mentira. ¡Anda y que les zurzan!, exclama. Deberían quedarse más
solos que la una, a ver si así corrigen el vicio de mentir,
concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario