...Hasta que abandonó el Maligno, con las primeras horas del alba, le salieron tres o
cuatro pretendientes...
Esa noche, Wynie Smith decidió ir sola a El Maligno. Era la segunda vez que
lo hacía. Por tanto, conocía la experiencia y estaba tranquila. Tenía claro que allí encontraría a gente conocida y que, en caso de que alguien se pusiera pesado, M. la cuidaría, tal como ocurrió
el primer día que cruzó sin amigas ni galanes la puerta de acceso a aquella casa.
Llegó al filo de las cuatro de la madrugada. Exactamente, llevaba cuatro horas en la calle. Había quedado
con su amigo El Tuitero en un bar cercano a su domicilio. Se conocieron meses atrás a través de Twitter y, como solían hacer en cada uno de sus encuentros, recorrieron los locales de
copas del barrio y se rieron juntos. Mucho. Esa noche no tuvieron sexo y también ese hecho los hacía reír. “Nos vemos, nos reímos y follamos. O no”, repetían al unísono coronando la frase con
sonoras carcajadas... Lo cierto es que El Tuitero dejó su coche aparcado en la plaza que hay al lado de El
Maligno y Wynie, que no tenía sueño aunque tampoco ganas de sexo, decidió acompañarlo hasta el vehículo y subir luego a ver qué se cocía.
Nada más entrar se llevó la primera sorpresa. El Filósofo gitano de casi dos metros de estatura que
conoció junto a amiga Katty Lloyd en una exposición de esculturas estaba en la barra. Al verla entrar avanzó hacia ella y la saludó con dos besos apretados en las mejillas, reiterando lo
contento que estaba por haberla encontrado. LA TEORÍA DEL LOGOFONOFALOCENTRISMO
-Nunca te había visto por aquí. ¿Es la primera vez que vienes?, le preguntó Wynie.
-No. Habré estado en cuatro o cinco ocasiones, contestó el hombre.
-Me parece extraño que no hayamos coincidido. Yo vengo bastante. En realidad, cada vez que salgo... Mi casa
está muy cerca y lo tengo por costumbre.
-Ya. Recuerdo que me comentaste que vivías en el barrio de Los Austrias. ¿Qué te parece si nos
sentamos juntos en el salón?, le propuso.
Ella aceptó y se acomodaron en los dos sillones situados junto a la cabina del DJ. Él fijó su mirada en las
esbeltas piernas femeninas.
-Me voy a volver loco mirándote las piernas, le dijo al tiempo que le robaba un beso de sus labios pintados
en un suave color tierra. Te deseo, necesito besarte, le susurró al oído.
-No tengo ganas de sexo hoy. Te aviso, le advirtió ella.
-¿Por qué? Soy un tipo alto, guapo y muy bueno en la cama. Invítame a tu casa y te haré maravillas. No te
puedes ni imaginar la energía que tengo con 24 añitos.
-¿Tan joven eres? Yo te echaba treinta, como mínimo
-Soy un hombre muy maduro, afirmó mientras recorría las piernas femeninas con las yemas de sus dedos.
No puedes ni imaginarte cuánto te deseo. Déjame besarte, insistía él.
-Yo no hago esas cosas en público. Hoy tampoco quiero hacerlas en privado, precisó Wynie.
¿No quieres estar conmigo porque soy mucho más joven que tú?, le preguntó El Filósofo.
-En absoluto. No es esa la razón, negó ella. Te repito que hoy no tengo ganas de sexo.
-Y yo te prometo que no te arrepentirás. Te voy a lamer entera y me voy a quedar dentro de ti todo el
tiempo que necesites. Soy muy buen amante y muy generoso, te lo aseguro. Lo que más me importa es dejar contenta a la mujer que estoy amando. Vamos, reiteró decidido.
He dicho que no. Lo
siento, pero conmigo no se cumple tu teoría del logofono falocentrismo. El mundo se moverá por cojones, pero yo hago lo que me salga del c... en cada momento, le contestó muy seria.
-Está claro que no voy a convencerte. Será menor que me vaya, musitó él justo antes de besarla en las
comisuras de los labios y levantarse.
Wynie permaneció sentada. Solo tuvieron que pasar unos instantes para que otro caballero
ocupara el sillón que dejó el Filósofo. Y hasta que abandonó El Maligno, con las primeras luces del alba, le salieron varios pretendientes más. Pero eso os lo contaré mañana.
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