Durante el tiempo que permanecieron en El Maligno, Wynie se dio cuenta de que, al menos en un par de ocasiones, mujeres guapas y desconocidas se acercaron a El de 28 con claras pretensiones de ligue, sin que él les hiciera el más mínimo caso. Precisamente, porque a quién no perdía de vista el apuesto joven era a ella. De hecho, se convirtió en el único pretendiente que tuvo aquella noche. No vio a nadie que le interesara, ni tampoco percibió que ningún galán le tirara los tejos, ni siquiera en lenguaje no verbal.
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Al filo del amanecer, Wynie comunicó a El de 28 su intención de marcharse a descansar, y él se ofreció a acompañarla. Poco antes de llegar al apartamento del Madrid de Los Austrias, el joven le dijo que tenía hambre y le pidió que lo invitara a comer algo en su casa.
-Me voy mañana de vacaciones y mi frigorífico está casi vacío, pero creo que te puedo ofrecer una hamburguesa, si te apetece.
-Estupendo, asintió con una bonita sonrisa de agradecimiento.
Wynie preparó la hamburguesa con esmero. Le echó cebolla frita y queso, la adornó con una roja rodaja de tomate y se la sirvió acompañada de una coca-cola.
-Gracias, muchas gracias, repitió él. Es maravilloso cómo me cuidáis las mujeres maduras.
-Supongo. Mi amiga Olivia es una cocinera estupenda y una gran anfitriona. Yo también me considero así. Con todas las personas que entran en mi casa, no solo con los chicos jóvenes y guapos como tú, precisó sonriendo.
Cuando El de 28 terminó de devorar la deliciosa hamburguesa, Wynie hizo amago de despedirlo. El sueño empezaba a devorarla a ella.
-Quiero acostarme, así que...
-Déjame dormir aquí, por favor. No me apetece nada salir a la calle ahora. Tu casa es muy confortable, expresó con su bonita sonrisa.
-No quiero líos, de verdad. Prefiero que te vayas.
-Yo también estoy cansado. Deja que me quede, por favor, insistía él.
-De acuerdo. Puedes dormir en la habitación de mi hijo, cedió ella.
-Vale, refunfuñó él, no muy convencido.
Wynie lo acompañó al dormitorio infantil y se fue a su cama. Pocos minutos después, sintió que la llamaba.
-Wynie, Wynie.
-¿Qué te ocurre ahora?
-Necesito que vengas.
-¿Para qué?
-Porque tengo que dormir amarrado a la cana. Soy sonámbulo y, si me despierto, me puedo caer. ¿No lo sabías? Pensaba que Olivia te lo había dicho.
-No. Es la primera noticia que tengo.
-Ven, por favor.
Cogió un largo pañuelo de cuello del armario y se dirigió hacia la habitación que ocupaba El de 28.
-Venga, destápate, que voy a amarrarte, le pidió mostrándole el pañuelo.
-Estoy desnudo, le contestó él con una delatora carcajada.
-Eres lo peor. Adiós, me voy a mi cama, le dijo al tiempo que le tiraba el pañuelo a la cara.
Hizo lo dicho y no supo cuánto tiempo había pasado hasta que se despertó. Solo sentía que la acariciaban y, entre el sueño y la vigilia, se preguntaba si el hecho acontecía en el mundo real o en el onírico. Abrió los ojos repentinamente y lo vio a su lado. Era él, El de 28, el novio de su amiga, y no pudo soportarlo.
-Vete, por favor. No me obligues a insistirte ni a enfadarme contigo. Sal de mi cama ahora mismo.
-No seas así, venga. Te deseo y te voy a hacer muy feliz. Olivia no se enterará si tú no se lo dices.
-No es solo por ella. Es por mi. Te dije anoche que no soy de las mujeres que se acuestan con los hombres de sus amigas.
-Yo no soy el novio de tu amiga. Es ella la que está enamorada de mi.
-No te motives, que Olivia se enamora de todos los hombres con los que se acuesta, y se desenamora con la misma facilidad. Además, eso no es relevante ahora. No quiero acostarme contigo y punto. Vete, le ordenó en tono seco y tajante.
-Vale, vale, le contestó resignado mientras se encaminaba al dormitorio infantil.
Olivia telefoneó a Wynie un rato después de que El de 28 se hubiera marchado de su casa. Estaba impaciente por saber cómo les había ido la noche.
-Nos reímos mucho y lo pasamos muy bien. Por lo demás, te lo puedes imaginar.
-Intentó ligar contigo, ¿verdad?
-Efectivamente. Ya lo sabes. Sin éxito, y eso también lo sabes.
-Sí, sí que lo sé. Menudo cabrón.
-Psss... Como todos. Mejor dicho: como todos los hombres a los que les gusta el sexo. No pierden la oportunidad y lo intentan con todas las mujeres. Infieles por naturaleza, sentenció Wynie.
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