...Se
miró al espejo y se recreó en el vestigio
de
los besos de Ése
marcados en su rostro...
Wynie
Smith
abrió
los ojos bien avanzada la tarde del primer día de 2012. Las piezas
del carísimo traje de Hermés
que
sacara del fondo de su armario para lucir en la cena del 31 -a la que
asistió junto a Olivia
N-
aparecían desparramadas por el suelo del salón de su casa. Este
hecho le recordó que había sido arrancado de su cuerpo con la
premura del deseo. Consiguió, con dificultad, salir de la cama y
ponerse de pie. En esos momentos, cada uno de sus huesos doloridos le
habló de la pasión derrochada en las horas pasadas. A duras penas y
con pasos vacilantes pudo alcanzar el cuarto de baño. Se miró al
espejo y se recreó en el vestigio de los besos de Ése
marcados
en su rostro.
Notó
las escamas de la piel seca bajo sus labios y la untó con delicadeza
de crema hidratante. Las imágenes de la barba incipiente
restregándose por toda la superficie de su cuerpo con el ansia del
amor prohibido y esquivo desfilaron por delante suya cual escenas
entremezcladas de películas trágicómicas. Un torrente de
secuencias con sabor agridulce surcó su corazón para recordarle que
Ése
pertenecía a otra mujer y la entrega que a ella le brindaba era
momentánea, fruto de una llama intermitente que asomaba entre las
brasas del amor oficial. Llama perezosa y cobarde, carente de la
fuerza necesaria para vencer a las viejas brasas y lanzarse a las
pasiones nuevas. Fuego débil e incapaz de romper el vínculo
matrimonial que obligaba a Ése a saltar de la cama de Wynie
tras poseerla intensamente, impulsado por la urgencia de llegar a
tiempo al domicilio conyugal.
Recogía
la ropa del suelo con movimientos torpes, sus pensamientos anclados
horas atrás, en la visión de Ése
vistiéndose y ella intentando dormirse en un instante para no verlo
marcharse y no pensar que lo había perdido de nuevo. Rememoraba con
tristeza un beso fugaz en sus mejillas, sentía los pasos masculinos
cruzando el salón y maldecía el ruido de la puerta al cerrarse
porque ponía fin al placer intenso y efímero vivido bajo las
sábanas de la cama, aún plagadas de las huellas de fluidos
corporales y sudores mutuos. Volvía al presente, sentía su soledad
como un ejército de alfileres clavándose en su piel y se preguntaba
con amargura por qué no conseguía retenerlo a su lado, ni un día,
ni siquiera unas horas más. Una simple comida juntos, o el disfrute
de un sueño suave recostada en su pecho y refugiada entre sus
brazos.
El
sonido del teléfono interrumpió tan dolorosas reflexiones. Escuchó
la voz de su amiga Katty
Lloyd,
interesada en conocer lo ocurrido a Olivia
y a ella durante la última noche del año. LAS CHICAS DE ABREMELOYA VIVEN LAS ÚLTIMAS AVENTURAS DE 2012
-¿Qué
tal la cena y las uvas en el ático de la Puerta del Sol?
-¿Qué
modelos os pusísteis? ¿Y Olivia,
vio a El
Elegante?,
preguntaba sin respiro y sin dejar tiempo para las respuestas.
-Tranquila,
Katty. Vayamos por partes. Lo primero que quiero contarte es que me
he levantado con un millón de agujetas atravesando mi cuerpo.
-¡Que
suerrrrrte! ¿Dónde ligaste, en la cena? ¿Con quién?
-No.
Me encontré con Ése
en El
Maligno.
-¡Bah!
Ya me hubiera gustado que nombraras a otro. Deduzco que volviste a
acostarte con él. Muy mal, sentenció. Insisto en que no te
conviene, no deberías haber caído otra vez y lo que tienes que
hacer es olvidarte de que existe. Acuérdate de lo que me decías a
mi cuando estaba con El
Belga
y aplícate tu propia medicina. MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO DE WYNIE SMITH Creo
que el asunto es muy delicado y debemos tratarlo con calma y
personalmente. Cuéntame lo demás y hablaremos de Ése
cuando
nos veamos.
-Bien, si eso es lo que quieres... Triunfamos las dos, Olivia con su frac blanco y yo con mi traje de Hermés. La cena fue muy glamorosa y el Moet Chandón circulaba como si fiera agua. Desde la terraza mirábamos el reloj de la Puerta del Sol y a la multitud, bajo nuestros pies, recibiendo al 2012. Olivia no vio a El Elegante y no ligó porque no quiso. Además, tampoco tenía tiempo. Estaba citada con su hermano para ir al Space a la primera fiesta del año. Y yo, sola en casa después de...
Katty
interrumpió sus previsibles lamentaciones.
-Eso
es lo que te espera cada vez que te vayas con Ése.
Voy a repetirte tus propias palabras, a ver cómo te suenan... "Ponte ahora mismo a hacer los deberes del olvido y no vuelvas a acercarte a un hombre casado. Cuando se quitan el anillo y se echan a las calles no se merecen ni que los miremos a la cara..." KATTY, SU AMANTE BELGA Y EL ABISMO Ja,
ja, rió. Cuántas vueltas da la vida, ¿verdad, amiga Wynie?
Ahora soy yo la que tengo que decirte a ti que mandes al casado a su
casa y no te lo lleves a la tuya. No se lo merece.
-Ya.
No me lo recuerdes, por favor, le pidió Wynie, apesadumbrada.
-Vale.
Es mejor que lo hablemos cara a cara. Otro día...
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