EL MALIGNO. 04,15 horas de la madrugada.
"Yo soy capaz de comérselo a una tía durante una
hora"
Mis amigas Emi Abbott y Wynie Smith, junto a quien escribe
estas líneas, fuimos testigos de la siguiente conversación masculina. Intentaré transcribirla tal como la recuerdo y lo más cercana posible a la
realidad. Me gustaría, de antemano, disculparme por el tono soez de las palabras usadas, que reproduzco tal como fueron pronunciadas. Pretendo que ABREMELOYA sea
un blog literario y creo cierto que la vulgaridad está reñida con la literatura. En este sentido, podría haberlas evitado. No obstante, considero que escribiéndolas de forma exacta ofrezco a los
lectores un retrato más real de los personajes y más cercano a la situación vivida. Me permito, asimismo, adornar este diálogo con el mismo dibujo que usé en la
conversación femenina que inauguró este blog ¿EL TAMAÑO IMPORTA? convencida de que ilustra a la
perfección la charla masculina que hoy he decidido compartir con los lectores de ABREMELOYA.
Los protagonistas, tres hombres de edades
comprendidas entre los 35 y los 42. Los conocemos por sus alias: el Atrevido, el Guapo y el Interesante. Del mismo modo, quiero
aclarar que estas cosas suceden, así tal como voy a relatarlas, en muy pocos lugares. Pero en el ambiente “open mind” que se respira en El Maligno, un grupo de mujeres puede
escuchar esta discusión de machos. Y más aún: con alusiones directas a ellas conforme las palabras iban calentándose. A partir de ahora, nombraré a los
susodichos como A (el Atrevido); I (el Interesante); y G (el Guapo).
A.- Yo soy capaz de comerle en coño a una tía durante una
hora.
I.-¡Venga ya!
A.-Te lo juro. Y además, me encanta.
I.-No hay tía que soporte eso. ¿Durante una hora? ¡Tú
flipas! ¿No serán diez minutos?
A.-De diez minutos nada. Una hora exacta.
I.-No seas chulo. Yo te aseguro que eso es imposible. ¿Una hora seguida
dándole a la lengua? (Hace el gesto con su lengua y ríe a carcajadas) ¡Menudas agujetas! No te creo, tío.
El guapo, que sonreía todo el tiempo, se mantuvo al
margen hasta que lo metieron directamente en el ajo. Guapo, ¿tú me crees, o no?, le preguntó el Atrevido.
G.- No, no te creo.
A.- ¡Vaya hombre! ¡Otro listo!
G.- Mira, a ninguna tía le gusta que le coman el coño durante una
hora seguida. Cuando llevan un ratillo ya te están pidiendo que se la metas. Si están muy cachondas lo que quieren es tener una buena polla dentro.
I.-Estás en lo cierto. Lo que ocurre es que éste -señala al Atrevido con el
gesto- será impotente y tiene que ejercitarse mucho con la lengua. De todas formas, miente. No me lo creo ni aunque lo vea.
A.-¿Qué te apuestas? Aquí tenemos tres mujeres hermosas, dijo señalándonos
con un gesto soez. ¿No os gustaría, chicas? ¿Qué decís vosotras?
Ellas, al unísono: ¡Ja, ja, ja! ¿Una hora? ¡Qué perezón!
A.-Eso os gusta a todas las tías. Vamos. No os hagáis las estrechas. La
oferta está en pie para cualquiera de las tres. ¿No os atrevéis?
Ellas: ¡Ja, ja, ja!
Emi: ¡Que horror, tener a un hombre ahí abajo durante una
hora!
Wynie: Eso depende del individuo. Si lo hiciera bien, ¡menudo
lujo!
A.- Yo lo hago perfecto. Mira, la retó
mientras movía su lengua al uso, intentando que ella se congraciara con sus artes en la materia. Vente conmigo y te aseguro que nadie te habrá hecho nunca tan feliz.
Wynie: ¿Qué dices? Además, tú no me pones.
G, sentado a su lado: Y yo, ¿te pongo? Lo hago bien todo y me dejo guiar.
Tú pides y yo trabajo. Cuando estoy con una mujer, lo que más me gusta es verla gozar.
A.- Y a mi, por eso me gusta tanto comerlo. ¡Una hora, chicas! ¿Os lo
imagináis?
Emi: No, ni quiero.
Wynie: Generalmente, los que habláis mucho hacéis
poco.
I.-Y éste (mirando a el Atrevido), es como esos tipos a los que te
refieres. Te lo digo yo, que lo conozco hace muchos años.
A.- (Dirigiéndose a las tres mujeres). Entonces, ¿que? ¿No hay ninguna
voluntaria?
Wynie: Yo tengo poca fe y menos tiempo, así que me despido.
En esos momentos se levantó, salió de la habitación azul al pasillo y se dispuso a recoger el abrigo que
estaba colgado en un perchero de pared. El guapo la siguió y la invitó a dormir en su casa. Ella se negó con un gesto de cabeza y un “tal vez otro día”, apenas audible. Mientras se ponía el
abrigo salieron sus amigas seguidas por el Atrevido y el Interesante. Ellas abandonaron juntas el local y los dejaron en la barra pidiendo otra copa y buscando nueva compañía
femenina. Ya había amanecido y el reloj marcaba las 07,30 horas de uno de los últimos días laborables del año.
Os animo a todos, hombres y mujeres, a que hagáis comentarios. ¿Alguien se cree a El Atrevido, o nos
encontramos ante un farolero?
RoCastrillo
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