...Eran capaces de olvidar que el mundo seguía girando mientras ellos gozaban de la dicha compartida que les regalaba el tiempo que disfrutaban juntos...
Wynie Smith estaba citada con El
Tuitero el viernes por la noche en un bar situado en una conocida
zona de copas de Madrid. Olivia, Wynie y sus amigos especiales La casualidad quiso que ambos se presentaran
a la vez, a la hora en punto y vestidos con el mismo color: naranja.
Se miraron de arriba a abajo y empezaron a reírse. Él llevaba una
camiseta naranja y un vaquero. Ella, un pantalón naranja y una
camisa del mismo color, aunque en un tono más claro.
¡Qué casualidad! Vamos vestidos del
mismo color, exclamó Wynie nada más verlo.
-¿Tú crees que es casualidad? Yo lo
llamaría sintonía, respondió él, mirándola con una sonrisa
cómplice.
Se dieron un beso corto en los labios y
se acercaron hasta la barra del bar. Pidieron sus bebidas y se
quedaron de pie en un rincón, al fondo de la sala. No había una
sola mesa libre. Empezaron a hablar y, un rato después, dejaron los
vasos en la mesa más próxima a ellos y se abrazaron. Fue un impulso
mutuo, una necesidad instintiva que los arrastró a poner en práctica
lo que estaban sintiendo de forma idéntica. Juntaron las bocas y las
lenguas se enredaron en un beso profundo, sus corazones latiendo al
unísono y sus brazos estrechándose con fuerza.
Se miraron a los ojos y supieron que un
deseo común los arrastraba. Terminaron sus copas de un trago y
salieron a la calle. Tomaron un taxi y en menos de cinco minutos
estaban entrando en la casa de Wynie.
Se tiraron en el sofá y se amaron con
ansia y premura. Se deseaban. Se sentían cercanos. Se reían juntos.
Y juntos pasaron muchas horas seguidas. Entre la cocina, la cama y el
sofá. De los placeres gastronómicos a los delirios sexuales... El
Tuitero se olvidó de su música y de su I Phone. Wynie, de sus
amigas y de El Maligno. Se tenían el uno al otro y eso les bastaba.
Habían alcanzado tal nivel de complicidad que eran capaces de
olvidar que el mundo seguía girando mientras ellos gozaban de la
dicha compartida que les regalaba el tiempo que disfrutaban juntos.
Un tiempo de conversaciones nocturnas a
la luz de las velas, de cenas copiosas regadas de vino y besos, de
madrugadas envueltas en pasiones y risas. Exprimían el jugo de cada
segundo y, cuando llegaba el momento, se despedían sin decirse
adiós. Estaban seguros de que volverían a verse otro día y que el
tiempo volvería a obsequiarlos con unas bocanadas de felicidad
compartida...
Eran amigos especiales. Lo sabían y de esa manera lo vivían...
Que bonito :)
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarEl poder de Twitter, jajaja!!!