Desde que se produjera el reencuentro
entre ambos, El de 28 visita todos los días a Olivia N. en su casa.
Le cuenta su vida, le pide consejos, canta y baila para ella... A
juzgar por su forma de comportarse, la ha colocado en un lugar
prioritario entre las personas las personas importantes de su vida. El Reencuentro de Olivia N. y El de 28
Olivia vive con su hijo diariamente,
salvo fines de semana alternos que el pequeño pasa con su padre. No
tiene la custodia compartida como Katty Lloyd y Wynie Smith Mis Amigas que, en
ese sentido, disfrutan de más tiempo libre para dedicar a los
novios, amantes o amigos especiales. Por tanto, cuando recibe la
visita diaria de El de 28 lo hace en calidad de amiga. Desde que
fueran novios, no ha vuelto a pernoctar con él estando su hijo en
casa.
Una tarde cualquiera de las muchas que
toman café juntos, mientras el niño veía una película en el salón
y Olivia trajinaba por la cocina, él irrumpió en la estancia, cerró
la puerta y empezó a besarla apasionadamente, haciendo ocaso omiso
de la tímida resistencia que ella ejercía -"déjame, por favor,
que mi hijo está ahí al lado"- musitaba al tiempo que la lengua
del hombre se introducía en su boca y los labios masculinos cerraban
los suyos.
El de 28 cogió su mano derecha y le hizo que
palpara su potente virilidad. Se desabrochó el pantalón y condujo
la cabeza de ella hasta su falo brillante, blanco y completamente
erecto. Olivia lo chupó y disfrutó de su sabor como si se tratara
del más delicioso de los caramelos fabricados en el mundo. Antes de
alcanzar el éxtasis, él retiró la cabeza femenina, besó su boca y
se dispuso a bajar la falda y el tanga negro de su compañera. Olivia
se retiró impulsivamente y alcanzó de un salto el otro extremo de
la cocina.
-“No quiero más sexo. No estoy
tranquila”, espetó mientras El de 28 se secaba el sudor de la
frente.
-Mira cómo me has dejado. Necesito
entrar en tu interior.
-Está cerrado. Lo siento, le contestó
ella a la vez que sacaba una botella de agua del frigorífico y la
echaba en un vaso grande. Yo también me he cogido un calentón
impresionante, pero puedo y deseo controlarme, le indicó mirándolo
fijamente.
-Te quiero, le soltó él. Así, de
sopetón. Dos palabras. Únicas y mágicas. Ella las repitió para
sus adentros, como si quisiera cerciorarse de haberlas escuchado,
aunque no las creyera.
-No te creo. Ya no confío en ti.
-Te quiero, Olivia, repitió El de 28.
No sé que hacer para demostrártelo.
-Nada. No puedes hacer nada. Mi corazón
se ha cerrado a tu amor.
-Seré paciente. Te he dicho hasta la
saciedad cuánto siento haberte hecho daño.
-No importa. Me niego a darte amor para
sufrir después.
-Si me aceptas no volveré a dejarte.
-No puedo. Tengo el corazón cerrado,
reiteró ella...
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