Dice Emi Abbot que la polla de su amante polaco es del
tamaño de un vaso de cubata y que esa
desmesura la vuelve loca. Además de El Polaco, Emi tiene un amor
platónico con el que nunca ha compartido cama -por eso es platónico,
claro- pero al que un día perdido ya en el tiempo -aunque no en su
memoria- llego a tocarle la herramienta por encima del pantalón
tejano y comprobó admirada que le llegaba casi a la rodilla. Este
fenómeno, al parecer, ha impedido que lo olvide pese al paso de los
días, los meses y los años...
Cuando se lo contó a sus íntimas,
Katty Lloyd se echó las manos a la cabeza y de sus labios escapó un
grito de horror. Ella asegura que un aparato
tan descomunal no sirve para nada porque no se levanta
y, en consecuencia, nunca será una polla dura, sino morcillona.
Katty no quiere, ni tampoco necesita, según confiesa, un pene que
pase de los quince centímetros. Aunque afirma que el tamaño
importa, le da un valor solo relativo.
-La importancia del tamaño no me parece crucial, pero
reconozco que si me voy a la cama con un tipo que acabo de conocer y
la tiene muy pequeña me produce frustración. Hasta me da un poco de
corte mirarla o tocarla, cuenta a sus amigas en el transcurso de una
reunión femenina en el salón del apartamento de Olivia N.
-Pues a mí, de corte, nada. El problema, si es que
existe, es suyo, replica Wynie Smith en tono descarado. Uno de mis
mejores amantes la tiene pequeña, muy pequeña -revela- y me lo paso
genial con él. En el sexo, la boca o las
manos pueden jugar un papel tan importante como el de la polla.
Lo que ocurre -prosigue con discurso de experta- es que los machos
suelen dar a sus vergas más importancia de la que realmente tienen.
La mayoría de las veces están tan obsesionados con el tamaño, con
que se ponga dura y con impresionar a su pareja que se olvidan de que
los juegos sexuales también existen y generan orgasmos estupendos,
argumenta convencida.
Desparramando su hermosura en toda la extensión del
sofá de su apartamento, Olivia N. mira de reojo a Wynie Smith que,
sentada a su izquierda en una silla de diseño roja, continúa su
exposición sobre pollas, clítoris y orgasmos en tono pausado y
didáctico, como si disertara sobre un complicado teorema matemático.
De repente, Olivia da un brinco del sofá y, con las manos en jarra,
espeta a su amiga:
-¿Sabes lo que yo tengo claro e estas alturas de la
vida, bonita? Que cuando un tipo te diga que
el tamaño no importa es porque la tiene pequeña.
-Ja, ja, ja. Tú sí que sabes de lo que hablas, la
secunda Emi Abbott.
-¿Y vosotras que os creéis, que lo que yo os cuento lo
he aprendido en los libros?, replica Wynie Smith. La experiencia me
ha enseñado que hay dos tipos de hombres sexualmente hablando,
puntualiza: los que tienen un pollón y solo se preocupan de meterla
y sacarla, y aquellos a los que la naturaleza no ha dotado tan bien y
procuran esmerarse con todo tipo de juegos y fruslerías para
complacer a la hembra. Sabéis que uno de mis amantes habituales
pertenece a la primera categoría y no es, precisamente, el que más
feliz me hace en la cama, por muy grande que la tenga. Mi conclusión,
por tanto, es que la importancia del tamaño es relativa. No es mejor
amante el que más grande tenga la polla, sino el que mejor sepa
jugar con su lengua, ¿me entendéis?
-Claro que te entiendo, pero ésa es tu opinión. Yo,
desde luego, una polla pequeña no la quiero para nada. A mí lo que
me gusta es que me metan una buena tranca, suelta Olivia N. al tiempo
que sus palabras se mezclan con sus propias risas y las del resto del
gineceo.
-A mí también. No hay nada mejor que eso, corrobora
Emi Abbott. ¿Os acordáis de aquel chico pijo tan guapo que me llevé
una noche a casa de Wynie? Me gustaba mucho, pero no repetí con él
porque nunca en mi vida había visto una polla tan pequeña. ¡¡¡Qué
perezón!!!, exclama ante las carcajadas de sus amigas.
-Pues lamento deciros que yo estoy al lado de Wynie,
aclara Katty Lloyd. El tamaño importa relativamente. Prefiero a un
hombre que me haga feliz con los toqueteos y los besuqueos, aunque no
la tenga muy grande, que a un tipo pegado a una tremenda polla que no
pare de meterla y sacarla. ¡Qué cansancio y qué dolor!
-En mi opinión, estáis un poco confundidas, chicas,
tercia Emi Abbott. El hecho de que un hombre tenga una buena verga no
lo limita para practicar el resto de los juegos de alcoba. Os
aseguro que mi amante polaco da para todo, así me tiene de contenta,
relata orgullosa.
-La perfección no existe, querida, interfiere Wynie
Smith. O exageras sus virtudes amatorias, o El Polaco es la excepción
que confirma la regla.
-Ni exagero ni necesito hacerlo. Es la realidad y tú lo
sabes. Te lo he contado muchas veces, Wynie, ¿Por qué no me crees?
-No es que no te crea. En tu caso ocurren dos cosas: la
primera, que no has probado a muchos hombres y te faltan elementos
para conformar una opinión de peso sobre el asunto. La segunda, pero
no menos importante, es que tu polaco tiene 60 años. Si no ha
flaqueado ya, poco le falta, indica con una sonrisa irónica.
-Estoy de acuerdo, corrobora Katty LLoyd. A
partir de los cuarenta la potencia del llamado sexo fuerte empieza a
esfumarse. Lo certifico porque lo he comprobado en más de una
ocasión.
-Escuchad, chicas, interrumpe Olivia N. La importancia
del tamaño está en relación directa con la manera que tiene cada
hembra de disfrutar del sexo. No es lo mismo sentir orgasmos
vaginales que ser clitoridiana.
-Desde luego. Yo me considero clitoridiana, pero eso
tampoco significa que no tenga orgasmos vaginales. Por supuesto que
los disfruto, aunque he de reconocer que la intensidad es distinta.
Mi cuerpo vibra de otra forma cuando la excitación proviene del
clítoris. La sensación es más fuerte, apunta Wynie Smith. Es
posible que por dicha razón no le dé tanta importancia al tamaño,
aclara.
-Por esa misma razón se la doy yo, indica Olivia. Mis
mejores orgasmos se producen con la penetración, no con la
excitación clitoridiana. Está claro por qué no me divierto si mi
pareja la tiene pequeña.
-¿Emi?, inquiere Wynie Smith.
-Me ocurre exactamente lo mismo que a Olivia, responde
la aludida.
-Yo
soy multiorgásmica, se define Katty Lloyd. Lo
mismo disfruto con la penetración que con la excitación del
clítoris. Si tengo un amante experto en esto
último no echo de menos la penetración. De hecho, El Belga, que es
el que más feliz me hace, es medio impotente. Se le baja cuando
tiene que ponerse el condón, pero no me importa. Es tan bueno en el
resto de las cositas... concluye con una sonrisa pícara.
La
pena es que está casado y me dejó muy claro lo que había desde el
primer día que nos conocimos. Ahora, después de varios e intensos
encuentros, me veo obligada a luchar contra mis sentimientos para no
enamorarme de alguien que nunca será del todo mío,
comenta mientras su gesto se tuerce y se vuelven tristes sus ojos
verdes.
-Ya, cariño. Acabo de decir que la perfección no
existe. Todos tienen un defecto, y el de tu belga es que está
casado, la consuela Wynie Smith.
-¿Qué os parece si dejamos para otro día el tema de
las relaciones con hombres casados y nos vamos a tomar algo?, sugiere
Emi Abbott, dando por finalizada la tertulia ante el asentimiento del
resto de sus amigas, mientras Wynie Smith pellizca la mejilla de
Katty Lloyd en un intento de devolver la alegría a su semblante
entristecido.
Espero vuestros comentarios a este artículo. ¿Creéis que el tamaño importa?
RoCastrillo
¿Creéis que el tamaño del pene influye en que una relación sexual sea más o menos placentera? Espero vuestros comentarios.
ResponderEliminar