Su interior se humedeció entregado al placer
Desde que Katty Lloyd se
divorció por segunda vez, hace ya casi dos años, solo ha encontrado
a una persona susceptible de convertirse en el amor de su vida: su
amante belga. Katty, su amante belga y el abismo Un hombre casado con el que mantuvo una relación
apasionada y tórrida, y al que dejó tras convencerse de que nunca
abandonaría a su familia por ella. En parte por su propio carácter
y también por la educación recibida, se negaba a convertirse en “la
otra” y a abrirse de piernas cuando su amado pudiera escaparse y no
cuando a ella se le antojase...
Katty es consciente de que el
sexo le proporciona grandes dosis de felicidad y le resulta difícil
acostumbrarse a vivir sin él. No obstante, tampoco le apetece
embarcarse en relaciones donde la atracción sexual prevalezca sobre
los sentimientos. Busca a un hombre que la lleve cada noche al
paraíso con sus caricias, que le diga “te quiero” mientras hacen
el amor y que desayune a su lado en la cama; que la admire, la
comprenda y la consuele en los momentos difíciles; un hombre al que
entregar cada uno de los días de su vida, sean dichosos o amargos...
En resumidas cuentas: un amor de verdad, generoso y duradero. En
resumidas cuentas: EL AMOR. Así de rotundo, escrito con letras
mayúsculas...
Ha intentado hallarlo, sin éxito hasta
el momento, en las barras de los bares, en las pistas de baile de las
discotecas y en los portales de relaciones de Internet. Sabe que está
en algún sitio y no pierde la esperanza de dar con él, aunque las
diversas tentativas la hayan arrastrado al fracaso. Una serie de
citas a ciegas desafortunadas, una amplia lista de números de
teléfono a los que responden voces masculinas y algunos encuentros
carnales más o menos exitosos no han servido para disipar la fuerza
de su ilusión ni el empuje que la lleva a perseguir sin aliento el
ideal ansiado. Así de romántica es Katty Lloyd. Convencida
de que el caballero que la haga soñar tal como hiciera su padre con
su madre está a la vuelta de la esquina, sigue explorando caminos
que puedan conducirla hasta sus brazos, por muy abruptos que se le
presenten... El Amor, Anhelo Inalcanzable
Hace algún tiempo conoció en un
portal web a un caballero de su edad, sensible, de agradable
conversación, piel mulata y nacionalidad francesa. Le resultó
atractivo e interesante y se citó con él en un par de ocasiones. A
la tercera le aceptó una invitación a cena seguida de masaje en la
intimidad. Sabía que iban a terminar en la cama y no le importaba.
De hecho, una de sus fantasías sexuales más recurrentes era
encamarse con un negro y éste respondía a sus expectativas de
caballero galante y solícito. Por primera vez en su vida,
el azar le regalaba la oportunidad de convertir su fantasía en
realidad y no quiso rechazarla.
No tuvo la sensación de haberse
equivocado cuando llegó a la vivienda y él, tras recibirla con
tiernos besos en las comisuras de los labios, la condujo con cortesía
a una mesa decorada con esmero, la invitó a ponerse cómoda y la
incitó con el gesto a que admirara el ambiente romántico de velas
y música de boleros que había preparado para ella.
Todo iba sobre ruedas hasta que Katty
vio a su anfitrión desnudo, después de la cena y el masaje con el
que la había obsequiado. Lucia una prominente barriguita en la que
no había reparado antes y las sábanas de su cama despedían un olor
ácido y poco agradable. Tuvo ganas de salir corriendo de allí,
aunque fueron muy pasajeras. El hombre la conquistó con caricias
tiernas, palabras románticas y un “savoir faire” que le
recordaba a su añorado amante belga. Su interior se humedeció
entregado al placer que le prodigaban las grandes manos morenas y su
cuerpo entero vibró en una penetración henchida de sensualidad y
placer.
No quiso quedarse a dormir. Sabía que
el olor de aquellas sábanas eliminaría el dulce sabor de la velada
y prefirió despedirse con la socorrida escusa de “mañana madrugo
y necesito descansar”. Él las sorprendió con un beso profundo y
un “te quiero” que provocó el temblor de sus piernas mientras
esperaba al ascensor. Durante el trayecto en taxi hacia su casa
recibió dos escuetos mensajes de El Mulato. En el primero
volvía a decirle “te quiero”; en el segundo, “te necesito”.
Katty apagó el móvil al tiempo que lamentaba no poderle
corresponder y sentía que, una vez más, tampoco éste era el hombre
que andaba buscando...
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