Aquella noche fresca de primavera, Emi y Olivia cenaron en casa de esta última y después, decidieron tomar una copa en un pub
cercano al apartamento. Se llamaba El Oscuro y Olivia
nunca había entrado allí, pese a que estaba en su misma calle. Cruzaron
sus puertas y el lugar hacía honor a su nombre.
Todo se vislumbraba en penumbras. La barra estaba a la derecha de la
puerta de acceso y a la izquierda había una pequeña pista de baile.
Sonaban blues y, nada más entrar, Emi se dio
cuenta de que uno de los tipos que se apoyaba en la cantina era aquel melenudo de rostro lánguido al que identificara con Cupido la primera vez que se conocieron, hacía casi dos años LOS NUEVOS MUNDOS DE EMI ABBOTT.
Se saludaron efusivamente y Emi, de forma habitual más
pendiente de su propio ombligo que del resto del mundo, se olvidó de que
su amiga existía y se puso a charlar con
él.
Olivia se quedó postrada sobre la barra, con la visión de la espalda de Emi
y un botellín de
cerveza como única compañía. Se bebió medio de un trago y se
encaminó en dirección a los baños, pensando si merecía la pena quedarse
en aquel lugar oscuro o apurar el resto de la bebida y
marcharse a su casa. Fue entonces cuando escuchó un sonoro “¡guapa!”
de una voz masculina desconocida. Volvió la cara, correspondió al
piropo con una sonrisa amplia y continuó su camino. El
hombre la siguió hasta la puerta de los baños.
-¿Dónde vas? Este aseo es de señoras, aclaró a su admirador mientras abría.
-A verte de cerca. Estás más hermosa que la primavera que acabamos de estrenar, le respondió él en tono solemne.
-Déjame pasar, inquirió ella, decidida y seria.
Lejos de obedecerla, el tipo se plantó delante de la puerta y estiró sus
largos brazos, taponando la entrada con propósitos claros.
-Lo
haré con la condición de que te tomes una copa conmigo cuando termines
-espetó el hombre, desafiándola y convencido del atractivo que
despertaba en el sexo opuesto.
Olivia
lo examinó con descaro y asintió a su propuesta con una leve
inclinación de cabeza. Jugar a las mojigatas no era lo suyo, y
mucho menos, cuando tenía enfrente a un individuo tan bien parecido.
El susodicho se retiró con un gesto galante y la invitó a entrar. “Si
él se atreve a impedirme el paso para tratar de
seducirme, yo puedo tomarme la licencia de mirarlo de arriba a
abajo. Y no está nada mal”, pensaba satisfecha para sus adentros, ya en
el interior del aseo.
Se
tomó un buen rato para atender sus necesidades fisiológicas, lavarse las
manos y retocar ojos y labios con un maquillaje discreto. Lo hizo
aposta,
con la intención de comprobar si el galán tendría la paciencia
suficiente para esperarla. Y, en efecto, la tuvo. Se lo encontró nada
más salir, apoyado en el quicio de la puerta. Decidido, el
hombre la cogió de la mano y no se separó de su lado durante el
resto de la noche. Repetidamente, se besó con el fogoso desconocido en
la zona oscura colindante a los baños. Volvieron a la barra
justo cuando Emi se disponía a abandonar el local junto a su lánguido acompañante. Olivia propuso que se fueran los cuatro a El Maligno para tomar la última copa y
todos aceptaron.
Caminaron durante un buen rato por calles oscuras y estrechas del centro de Madrid. Emi y su amigo, charlando animadamente de música y
libros. Olivia y el suyo, agarrados de la cintura, en
silencio y mirándose embelesados. Llegaron al club, pidieron sus bebidas
y se acomodaron en el sofá de la habitación azul. Una
ventana cuadrada los separaba de la cabina del DJ.
De repente, Olivia se vio sentada encima de aquel desconocido que empezaba a dejar de serlo; sintió sus manos estrechando sus
nalgas y prestas a recorrer su cuerpo por debajo de la ropa; sus
labios fogosos pegados a los suyos, mientras la lengua
hurgaba en su boca regalándole besos profundos y henchidos de
deseo... Sus pezones se despertaron al contacto de los dedos masculinos,
entretanto disfrutaba de la sensación que le otorgaba el
agua del placer bajando por su cuerpo y humedeciendo su sexo
ardiente...
Entregada a la pasión repentina y desinhibida, no se dio cuenta de que
el DJ le estaba llamando la atención por su comportamiento. Primero con
gestos discretos y después -una vez constatada su falta de atención-
llamándola por su nombre. Fue Emi quien interrumpió la provocadora escena, golpeando la espalda de su amiga con los
nudillos de los dedos de su mano derecha.
Olivia reaccionó, se levantó y empezó a colocarse el cuello de la camisa y a estirar su falta, arrugada tras el fragor de la
batalla. Emi le recriminó su actitud en tono seco.
-No
sé cómo te atreves a darte semejante lote en público. Yo me voy, y me
gustaría que hicieras lo mismo. No entiendo por qué no te lo llevas a
tu cama, con lo cerca que vives.
-Tampoco tú te comportas de manera exquisita, le contestó con retintín. Te has encontrado a tu Cupido
y me has dejado sola sin el
menor miramiento. Mira por dónde, ahora voy a hacerte caso. Me
marcho a casa con él. Dicho esto, cogió a su amante de la mano y se
encaminó a la salida del club, no sin antes disculparse del DJ
con un guiño de complicidad...
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