La tumbó en el suelo, recorrió su vientre con la lengua y...
El de 28 se despidió de Olivia
sin darse cuenta de que había dejado abierta su sesión del Facebook
en el ordenador portátil que reposaba sobre la mesa del salón.
Cuando ella se percató del descuido cayó en la tentación de
inmiscuirse en el terreno privado del hombre que amaba y comprobó
que no era la única mujer que ocupaba su corazón. Según pudo
constatar en los mensajes del chat, había conocido en una estación
de cercanías a una dama argentina casada con un acaudalado hombre de
negocios, que residía con su marido en Canarias y viajaba de vez en
cuando a la capital para emprender nuevas aventuras que aliviaran la
rutina de su vida conyugal. Olivia, el ansia del amor imposible
La argentina lo había convertido en su amante y lo
citaba en el mismo hotel discreto y elegante que usaba como hogar durante las temporadas en que pernoctaba en la ciudad. Y cuando no
estaban juntos sostenían conversaciones ardientes y disfrutaban del
sexo vía digital. Ofuscada, Olivia leyó perlas como las que siguen:
-Argentina: Dame tu pistola que le voy
a sacar brillo.
-El de 28: Toda para ti, argentinita de
mi vida. Cómetela entera.
-Argentina: Qué rica. Te la voy a
dejar más afilada que un lápiz.
-El de 28: Sácate las tetas, que te
las chupo enteras.
Una lista de mensajes similares ocupaba
varias pantallas, pero Olivia no quiso seguir leyendo. Apagó el
ordenador y se disponía a salir de casa cuando llamaron al timbre.
Era El de 28, que había reparado en el despiste y se inventó una
excusa para volver, con el propósito ineludible de cerrar su página
de Facebook. Ella lo recibió sin poder evitar que la ira enrojeciera
sus mejillas y una mirada mezcla de asco y desprecio inundara sus
ojos negros. Retiró su cara cuando él fue a besarla y le preguntó
con desdén:
-¿Se puede saber qué quieres ahora?
-¿Por qué estás tan borde y te
alejas cuando voy a besarte?
-Que te bese tu argentinita y te saque
todo el brillo que necesites. Adiós.
-No te enfades, Olivia, te lo ruego. Ha
sido una torpeza dejar eso abierto... Solo te quiero a ti, te lo
juro.
-Déjame en paz. Vete y olvídame, que
yo intentaré hacer lo mismo. Sacarte de mi vida, eso es lo único
que quiero, ¿te enteras?
El de 28 no se enteró. Más bien al
contrario: se abalanzó hacia ella, la estrechó entre sus brazos y
la besó con esa pasión que lo hacía único. Olivia no fue capaz de
resistirse a sus caricias y permitió que le desabrochara la camisa,
le quitara el sujetador y lamiera sus pezones prominentes. La tumbó
en el suelo, recorrió su vientre con la lengua y paseó los labios
por toda la superficie de su acuosa intimidad. Abrió sus piernas y
la penetró con fuerza mientras le pedía que le dijera que no había
en su vida nadie que la hiciera gozar como él. Ella enmudeció,
cerró los ojos y se dejó llevar por la potencia turbadora del deseo
irresistible. Cada poro de su piel palpitaba al sentir los besos
profundos de sus labios carnosos, el juego de caricias que dibujaban
las manos grandes en sus muslos prietos y el calor que desprendía la
antorcha ardiente del amor balanceándose en su interior.
El ruido de la puerta de su casa al
cerrarse rompió el encantamiento. Olivia sintió que estaba volando y aterrizaba en el suelo de madera justo cuando El de 28 la besaba con
ternura y salía de la estancia y de la casa.
Aún temblando, se levantó, se dirigió
a la cocina y bebió un gran vaso de agua. Suspiró hondo y se miró
al espejo. En voz alta, se prometió a sí misma no volver a sufrir
por él. Recordó las palabras de su amiga Wynie “otro vendrá que
su hueco ocupará” y se recreó en el pensamiento de que esa opción
fuera posible. Se tumbó en el sofá y se quedó dormida, ignorante
de que ese otro iba a llegar a su vida mucho antes de lo que hubiera
podido soñar...